Introducción
1 El vestido es no solamente algo útil, un medio de protección, como del clima o de cualquier otro peligro o amenaza para el ser humano: un abrigo protege del frío. Es también un gran símbolo de identidad, de indicación de un status o de una situación: no dice lo mismo un traje formal que un traje casual; un traje de novia que la bata blanca del médico.
Se ha dicho: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Pero también se puede decir: “Dime cómo vistes y te diré quién eres; y, a veces también, cómo eres”.
Se ha dicho, igualmente, “un lobo vestido de piel de oveja” para indicar que la apariencia (un vestido de piel de oveja) puede esconder un ser diferente (un lobo). En este dicho se nos está afirmando de nuevo que el vestido (la piel de oveja) identifica al ser (la oveja), pero que hemos de ser cuidadosos y no juzgar por las apariencias; es decir, que un vestido, como cualquier otra cosa en la vida, puede ser mal usado o manipulado para mostrar lo que no es.
- Como el vestido, el uniforme identifica una particularidad de la persona: uniforme de estudiante, de militar, de policía, de bombero y se podrían citar mil ejemplos más. Se puede repetir, parafraseando el dicho popular: “Dime tu uniforme y te diré qué eres y qué haces en la vida”.
Se ha dicho, con razón: “El hábito no hace al monje”, para mostrar que puede haber contradicción entre el ser de la persona y su conducta. Pero en ese mismo dicho se está afirmando que “el hábito” (el uniforme) identifica “al ser” (al monje), que hay una equivalencia entre el medio de representación y lo representado. - La desnudez, en cambio, indica humillación, desamparo, pobreza absoluta y, en algunos casos, sinceridad o desvergüenza.
Los pueblos se distinguen por sus costumbres y estilos de vestir: el kimono japonés, el sarape mejicano, los vestidos africanos, árabes, occidentales, trajes típicos de cada nación, etcétera.
Las modas muestran una época, un grupo social, el sexo o una edad de la vida: ropa de niños, de jóvenes, de hombres, de mujeres, por ejemplo.
La superficialidad o profundidad de la persona se ve en el vestir como igualmente el cuidado o descuido frente a la vida y sus valores.
Así, el vestido forma una unidad con la persona y la simboliza. - También los cambios de situaciones vitales están indicados por el cambio de vestidos: cambios en los oficios (“cambió el traje de mecánico por la toga de abogado”), cambios en la condición socio-económica (“no usaba saco y corbata y ahora los usa”), cambios en la realidad familiar (“cambió el vestido de novia por el de casada”).
Los cambios en la vida ética y moral son simbolizados, igualmente, por un cambio de vestido: despojémonos del hombre viejo con sus vicios y pecados y revistámonos del hombre nuevo, según la justicia y la verdad (cfr. Efesios 4,24).
Este tema lo retoma el apóstol Pablo en la Carta a los Romanos de la siguiente manera:
“Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comelonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revístanse más bien de Jesucristo y no se preocupen de la carne para satisfacer sus concupiscencias” (Romanos 13, 12-14).
Normalmente, el cambio de “vestido ético y moral” se manifiesta en el cambio del “traje o moda externo”, que se usa en la vida corriente. - Más aun: se nos invita a tener como “uniforme de vida” los valores y virtudes humanos y cristianos. Ese ha de ser nuestro traje y vestido, que marque los demás trajes, vestidos o uniformes que debamos usar en el correr de la vida y en sus diferentes situaciones.
Revístanse de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, mansedumbre, paciencia, soportándose unos a otros y perdonándose mutuamente, si alguno tiene queja contra el otro. Y por encima de todo revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección (cfr. Colosenses 3, 12-14).
Se “vistió de valor” se dice corrientemente, cuando una persona es capaz de enfrentar situaciones difíciles con valentía. Se “vistió de valores” habrá que decir, cuando una persona posee valores humanos y cristianos y los presenta como su uniforme o vestido de vida, aunque los vista, por otra parte, con los vestidos típicos de su cultura, su oficio, su edad o la moda de su época.
El revestirse de valores es, además, colocarse “una coraza”, “unas armas” para el combate de la vida: revístanse de la coraza de la justicia, de la fe y de la caridad, dirá también San Pablo (cfr. Efesios 11-14 y I Tesalonicenses 5,8).
Conclusión
CERTIFICO que el contenido de este trabajo fue extraído de mi libro “Valores y virtudes”, páginas 107-110.
DOY FE en Santiago de los Caballeros a los catorce (14) días del mes de noviembre del año del Señor dos mil veinticuatro (2024). l