Introducción
Hay quienes reponen la religión en las prácticas religiosas, en las manifestaciones tangibles. San Pablo, apóstol y maestro en el cristianismo, no niega la legitimidad de esas prácticas, pero es tajante al afirmar que la religión, “el reino de Dios”, consiste, más bien, en valores.
La reflexión siguiente se inspira en el capítulo 14 de su Carta a los Romanos y viene a ser un comentario del mismo.
1- Pablo observa que, en cuestiones religiosas, hay quienes sienten preferencia, en su práctica, por un día u otro. Así los judíos (y algunas congregaciones cristianas como los adventistas del séptimo día) guardan de manera estricta el sábado; los musulmanes el viernes y los cristianos el domingo.
Lo importante, en todo caso, no está en el día como tal sino en el motivo, en el valor que debe sustentar ese día: que sea “en honor del Señor”.
Incluso ese motivo no debe olvidar un valor anterior a este: el ser humano mismo.
A él le entregó Dios los días para su servicio y debe administrarlos convenientemente. La orientación de Jesús a los judíos de su tiempo iba en esa dirección: el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado. Él tuvo problemas con los de su generación, porque hasta le quisieron prohibir curar y hacer el bien en sábado. Los fariseos buscaron eliminarlo, justamente porque su práctica en sábado no se ajustaba a la práctica de ellos (ver Mateo 12, 1-13).
Así los cristianos en su tradición más antigua y genuina escogieron el domingo (primer día de la creación, día de la resurrección de Cristo y de la venida del Espíritu Santo) como su día “en honor del Señor” y como día de descanso. Pero aprendieron, también desde los orígenes, que esa razón no era una camisa de fuerza para sobrevalorar ese día colocándolo por encima de la caridad fraterna: sentimos la obligación de participar en la Misa dominical como algo sagrado, pero si hay un enfermo en la casa u otra razón caritativa, esta obligación se coloca por encima de cualquier otra.
2- Otra temática a la que se refiere San Pablo es la de “las comidas y bebidas”. Las prohibiciones o permisiones en este campo son, con frecuencia, causa de fricciones o divisiones en los grupos religiosos.
Sus frases textuales son:
“Unos creen que pueden comer de todo, mientras otros, que son débiles en la fe, comen solamente verduras. Pues bien, el que come de todo no debe menospreciar al que no come ciertas cosas; y el que no come ciertas cosas no debe criticar al que come de todo, pues Dios lo ha aceptado”.
“El que come de todo come en el nombre del Señor, pues da gracias a Dios; el que se abstiene de comer algo se abstiene por el Señor, y da gracias a Dios”.
“Yo, conforme a la doctrina de Jesús, el Señor, sé y estoy convencido que nada hay de suyo impuro. Mas para quien juzga que una cosa es impura, para ese tal, sí lo es”.
“Si, por los alimentos que tomas provocas a tu hermano ya no procedes según la caridad. No malogres con tu comida a aquel por quien ha muerto Cristo”.
“El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo, pues el que en esto sirve a Cristo es grato a Dios y aceptó a los hombres. Por lo tanto, trabajemos por la paz y por nuestra mutua edificación”.
“Por un manjar no destruyas la obra de Dios. Cierto que todos los manjares son puros; pero son perjudiciales para quienes los come dando escándalo. Es mejor abstenerse de carne y de vino y de todo aquello en que tu hermano encuentre escándalo”.
“La seguridad de conciencia que tienes, guárdala para ti mismo en la presencia de Dios”.
“Dichoso aquel a quien su conciencia no remuerde por lo que resuelve hacer. Pero quien come, con dudas de si hace bien o mal, ya es culpable ante Dios; porque no procedió con buena conciencia. Todo lo que se hace con mala conciencia es pecado”.
Para el apóstol Pablo, pues, desde el punto de vista religioso, se puede comer o beber de todo: nada es impuro. Pero si alguno quiere someterse a un régimen por razones religiosas, porque eso le hace bien, tampoco le está prohibido. Más aún: en muchos casos debe hacerlo; por ejemplo, el que tiene “mala bebida”.
Eso sí, aquel que come o bebe de todo no debe criticar ni juzgar al que se priva de algo; y viceversa: el que ayuna y se exime de ciertos comestibles o bebidas tampoco ha de condenar al que puede usar de aquello que él mismo consideró debía prohibirse.
En asuntos de comidas o bebidas, si de prohibición o permisión se habla, la cuestión clave no está en el uso, sino en el abuso: no te están permitidos, sencilla mente, los abusos. Y aunque la religión no te lo dijera, te lo dirá la experiencia: comer o beber en exceso, la gula o emborracharse, siempre hace mal al individuo y trae problemas a los demás.
3- San Pablo es un símbolo de la libertad en asuntos religiosos: si quieres imponerte una regla, porque te hace bien, hazlo, pero no busques imponerla a los demás.
Lo importante, pues, será tener en cuenta los siguientes valores: actuar según la propia conciencia, no con dudas; respetar al otro en su estilo de vida, no juzgarlo, no condenarlo; vivir en justicia, paz y alegría, no alterando la convivencia por comidas y bebidas en nombre de la religión; buscar tener en cuenta una conducta por amor y para la edificación mutua, no hablando mal del otro.
En asuntos de religión, hay quienes los centran más bien en prácticas religiosas, tangibles. Pero, San Pablo, apóstol y maestro en el cristianismo, no niega la legitimidad de esas prácticas, pero afirma que la religión, el “reino de Dios”, consiste ante todo en valores, que dan la razón de ser a aquellas prácticas.
Conclusión
CERTIFICO que el contenido de este trabajo fue extraído de mi libro “Valores y virtudes”, páginas 175-179.
DOY FE en Santiago de los Caballeros a los cinco (5) días del mes de septiembre del año del Señor dos mil veinticuatro (2024).