Introducción
Enfrentarse cara a cara con ciertos textos de la Biblia es enfrentarse con crudas realidades, de ayer y de hoy. Mucha gente no quiere encontrarse con ellos, porque veían allí su retrato o, simplemente, huyen de los mismos para no verse comprometido.
Además, si se quiere comprender en profundidad la vida, valores y actitudes de los protagonistas bíblicos, es indispensable acercarse a esos textos. Pero lo más curioso e interesante es que, si queremos comprender de una manera adecuada nuestra realidad actual, también hemos de acercarnos a ellos. Ellos arrojan una inmensa luz a la comprensión del mundo moderno.
Así los siguientes textos se pueden leer y meditar con tres niveles de comprensión: primero se refieren a la época en que vivió el profeta que los escribió (concretamente Isaías y Jeremías, alrededor del siglo VIII o X a. de C.); en segundo lugar tienen una relación profética directa con Cristo: de ahí que para un entendimiento cabal de la vida y obra de Jesucristo es absolutamente necesario tener en cuenta dichos pasajes; y en tercer lugar, son una puerta abierta para la intelección del hombre o mujer de hoy que se encuentran en situaciones parecidas, defensores de los mismos valores de los profetas y de Cristo.
Voy a citar los textos en toda su crudeza, sin mayores comentarios, invitando únicamente a que se apliquen a los profetas de ayer, al Cristo de siempre y al hombre o mujer de hoy.
- El servidor de Dios y la justicia
“Aquí está mi siervo, a quien sostengo, mi elegido, en quien me deleito. He puesto en él mi espíritu para que traiga la justicia a todas las naciones. No gritará, no levantará la voz, no hará oir su voz en las caIles, no acabará de romper la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente.
Verdaderamente traerá la justicia. No descansará ni su ánimo se quebrará, hasta que establezca la justicia en la tierra. Los países del mar estarán atentos a sus enseñanzas. Quiero que des vista a los ciegos y saques a los presos de la cárcel, del calabozo donde viven en la oscuridad” (Isaías 42, 1-7). - Confianza del servidor de Dios
“El Señor me ha instruido para que yo consuele a los cansados con palabras de aliento. Todas las mañanas me hace estar atento para que escuche dócilmente. El Señor me ha dado entendimiento, y yo no me he resistido ni le he vuelto las espaldas. Ofrecí mis espaldas para que me azotaran y dejé que me arrancaran la barba. No retiré la cara de los que me insultaban y escupían. El Señor es quien me ayuda: por eso no me hieren los insultos; por eso me mantengo firme como una roca, pues sé que no quedaré en ridículo. A mi lado está mi defensor: ¿Alguien tiene algo en mi contra? ¡Vayamos juntos ante el juez! ¿Alguien se cree con derecho a acusarme? Que venga y me diga! El Señor es quien me ayuda; ¿quién podrá condenarme? Todos mis enemigos desaparecerán como vestido comido por la polilla!” (Isaías 50, 4-9). - Éxito del servidor de Dios maltratado
“¿Quién va a creer lo que hemos oído? ¿A quién ha revelado el Señor su poder? El Señor quiso que su siervo creciera como planta tierna que hunde sus raíces en la tierra seca. No tenía belleza ni esplendor, su aspecto no tenía nada atrayente; los hombres lo despreciaban y lo rechazaban. Era un hombre lleno de dolor, acostumbrado al sufrimiento.
Como alguien que no merece ser visto, lo despreciamos, no lo tuvimos en cuenta. Y sin embargo él estaba cargado con nuestros sufrimientos, estaba soportando nuestros propios dolores. Nosotros pensamos que Dios lo había herido, que lo había castigado y humillado. Pero fue traspasado a causa de nuestra rebeldía, fue atormentado a causa de nuestras maldades; el castigo que sufrió nos trajo la paz, por sus heridas alcanzamos la salud.
Todos nosotros nos perdimos como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, pero el Señor cargó sobre él la maldad de todos nosotros.
Fue maltratado, pero se sometió humildemente, y ni siquiera abrió la boca; lo llevaron como cordero al matadero, y él se quedó callado, sin abrir la boca, como una oveja cuando la trasquilan. Se lo llevaron injustamente, y no hubo quien lo defendiera; nadie se preocupó de su destino. Lo arrancaron de esta tierra le dieron muerte por los pecados de mi pueblo. Lo enterraron al lado de hombres malvados, lo sepultaron con gente perversa, aunque nunca cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca.
El Señor quiso oprimirlo con el sufrimiento. Y puesto que él se entregó en sacrificio por el pecado, tendrá larga vida y llegará a ver a sus descendientes; por medio de él tendrán éxito los planes del Señor.
Después de tanta aflicción verá la luz, y quedará satisfecho al saberlo; el justo siervo del Señor liberará a muchos, pues cargará con la maldad de ellos. Por eso Dios le dará un lugar entre los grandes, y con los poderosos participará del triunfo, porque se entregó a la muerte y fue contado entre los malvados, cuando en realidad cargó con los pecados de muchos e intercedió por los pecadores” (Isaías 52, 13-15 y 53, 1-12). - Mensajes que causarán sufrimientos
a) A todo el pueblo
“¡Ojalá fueran mis ojos como un manantial, como un torrente de lágrimas, para llorar día y noche por los muertos de mi pueblo! ¡Ojalá tuviera yo en el desierto un lugar donde vivir, para irme lejos de mi pueblo! Porque todos han sido infieles; son una partida de traidores.
Siempre están listos a decir mentiras como si dispararan flechas con un arco. En el país reina la mentira, no la verdad; han ido de mal en peor, y el Señor mismo afirma: “No han querido reconocerme. Hay que desconfiar hasta del amigo; ni siquiera en el hermano se puede confiar, pues los hermanos se engañan entre sí y los amigos se calumnian unos a otros. Cada uno se burla del otro, y no hay quien diga la verdad. Se han acostumbrado a mentir; son perversos, incapaces de cambiar” (Jeremías 9, 1-5).
b) A los gobernantes
“El Señor me dijo: “Baja al palacio real y proclama este mensaje ante el rey de Judá, que está sentado en el trono de David, y ante sus funcionarios y la gente de la ciudad: ‘Escuchen la palabra del Señor. Practiquen en este lugar la justicia y la rectitud, libren del explotador al oprimido, no humillen ni maltraten a los extranjeros, los huérfanos y las viudas. No maten gente extranjera en este lugar. Si de veras hacen esto que les mando, seguirá habiendo reyes, los cuales entrarán en carrozas y a caballo por las puertas de este palacio, acompañados de los funcionarios y del pueblo. Pero si no hacen caso de estas advertencias, este palacio quedará convertido en ruinas. Yo, el Señor, lo afirmo” (Jeremías 22, 1-5). - Los enemigos buscan matarlo por sus mensajes
“El Señor me hizo saber que mis enemigos estaban tramando algo malo. Él me abrió los ojos para que me diera cuenta. Yo estaba tranquilo, como un cordero que llevan al matadero, sin saber que estaban haciendo planes contra mí. Decían: “Cortemos el árbol ahora que está en todo vigor; arranquémoslo de este mundo de los vivientes, para que nadie vuelva a acordarse de él”. Pero tú, Señor Todopoderoso, eres un juez justo; tú conoces hasta lo más íntimo del hombre. Hazme ver cómo castigas a esa gente, pues he puesto mi causa en tus manos” (Jeremías 11, 18-23). - ¿Por qué va bien a los malvados?
“Señor, si me pongo a discutir contigo, tú siempre tienes la razón; y sin embargo quisiera preguntarte el porqué de algunas cosas ¿Por qué les va bien a los malvados? ¿Por qué viven tranquilos los traidores? Tú los plantas, y ellos echan raíces, y crecen y dan fruto. De labios para afuera, te tienen cerca, pero en su interior están lejos de ti. Tú, en cambio, Señor, me conoces; tú me ves y sabes cuáles son mis sentimientos hacia ti. ¡Llévate a esa gente como ovejas al matadero; márcalos para el día de la matanza! ¿Hasta cuándo va a estar seca la tierra y marchita la hierba de los campos? Los animales y las aves se están muriendo por la maldad de los habitantes del país, que piensan que no ves lo que ellos hacen” (Jeremías 12, 1-4). - Ay de mí, hombre de pleitos y contiendas
“¡Ay de mí, madre mía, que me diste a luz solo “¡para disputar y pelear con todo el mundo! A nadie he prestado dinero, ni me lo han prestado a mí, y sin embargo todos me maldicen. Que sus maldiciones se cumplan, Señor, si no te he servido bien, si no te he rogado en favor de mis enemigos, cuando estaban en desgracia y aflicción.
Entonces el Señor me respondió: Son ellos quienes deben volverse a ti, y no tú quien debe volverse a ellos. Yo haré que seas para este pueblo como un muro de bronce, difícil de vencer. Te harán la guerra, pero no te vencerán, pues yo estoy contigo para salvarte y librarte.
Yo, el Señor, doy mi palabra. Te libraré del poder de los malvados, ¡te salvaré del poder de los violentos!” (Jeremías 15, 10-21).
Conclusión
CERTIFICO que las voces de Isaías y Jeremías son las voces de Cristo y de muchos hombres y mujeres actuales
DOY FE en Santiago de los Caballeros a los veinte (20) días del mes de febrero del año del Señor dos mil veinticinco (2025).