Introducción
Evangelio es una palabra de origen griego que significa “buena noticia”. Normalmente se usa este término casi solo para indicar una predicación o una palabra que aporta algo bueno, que anuncia una salvación, que trae realmente una buena noticia.
Sin embargo, en su significado más profundo se refiere no solo a palabras, sino también a gestos y acciones que aportan algo positivo. Así la “buena noticia”, el Evangelio, no es solo predicación.
En Jesucristo todo fue Evangelio: su palabra, sus milagros, su muerte, su resurrección y hasta sus comidas.
El presente trabajo, precisamente, se basa en este dato y pone en él su fundamento último.
Repasemos, brevemente, comidas o banquetes en los que participó Jesucristo y descubramos el valor y significado que tuvieron y tienen.
- A penas comenzando su ministerio público, asiste a una boda en Caná de Galilea. Es el conocido relato donde Él trasformó seis de aquellas antiguas tinajas judías, unos seiscientos litros, de agua en vino (Juan 2, 1-12).
El hecho es una buena noticia. Primero evita una vergüenza a los novios y segundo ratifica de parte de Dios el valor del Matrimonio, de la fiesta y de la alegría, simbolizada en el vino. - Más tarde, había de multiplicar unos pocos panes en una cantidad más que suficiente para dar de comer a una multitud, en la que solo los hombres eran cinco mil. Él multiplica y sus discípulos deben repartir (Juan 6, 1-70). El hecho es, igualmente, una buena noticia. El pan, como el vino, es el símbolo por excelencia de todo alimento en cualquier cultura del mundo, Dios ha multiplicado ya alimentos más que suficientes, tanto material como espiritual, para alimentar a todos los seres humanos y los ha puesto en nuestras manos. Toca ahora repartirlo, equitativamente entre todos.
- La comida en casa de Mateo, el cobrador de impuestos a quien llamó a ser discípulo y apóstol, fue un escándalo para los judíos. Allí se sentó a la mesa con publicanos, cobradores de impuestos como Mateo, considerados corruptos e impíos, y junto a otros pecadores. Al verlo los fariseos y los escribas, notables dirigentes de la época, criticaron el hecho y decían a sus discípulos: “¿Por qué comen y beben su maestro y ustedes con los publicanos y pecadores?”. Jesús los oyó y dijo: “No necesitan de médicos los sanos, sino los que están mal. Vayan y aprendan qué significa: “Misericordia quiero y no sacrificio. Porque no he venido a llamar justos, sino pecadores” (Mateo 9, 9-13). Es evidente que el hecho de comer con este grupo humano, marginado religiosa y socialmente, es una buena noticia del respeto y la acogida de Dios para todos, aunque no esté de acuerdo con su conducta y acciones.
- Hay un tiempo para el ayuno y otro tiempo para el banquete. Al respecto oigamos el siguiente relato: “Los discípulos de Juan se acercan a él y dicen: Nosotros ayunamos frecuentemente y hacemos oraciones, lo mismo que los de los fariseos. Mas los tuyos comen y beben. Jesús les respondió: “¿Pueden obligar a que ayunen los convidados al banquete mientras esté con ellos el esposo? Ya vendrá tiempo en que se les quite al esposo; entonces, en ese tiempo, ayunarán” (Lucas 5, 33-39). Jesús siempre afirmó el valor del ayuno como camino de purificación y liberación espiritual, pero anunció como buena noticia que ayunar es un medio, no la situación permanente del ser humano; en cambio la felicidad, simbolizada en una fiesta, en un banquete y en una boda, sí es la meta de todo ser humano.
- Jesús aceptó invitaciones para comer de publicanos y pecadores, cosa criticada por los fariseos. Pero también correspondió a las invitaciones de estos en varias ocasiones: “Cuando terminó de hablar, un fariseo le convidó a comer con él, entró en la casa y se puso a la mesa” (Lucas 11, 37).
Estas comidas fueron ocasión para interesantes diálogos de Jesús con los fariseos y para enseñanzas muy concretas, que no pasan de moda. He aquí un resumen de esos temas de diálogo:
En Lucas 9, 36-50, trae el tema sobre “a más perdón más amor”, partiendo de la pecadora que le lavó los pies con perfume; en Lucas 11, 37-54, trata ampliamente sobre la hipocresía; en Lucas 14, 7-11, habla de los que ocupan los primeros puestos en los banquetes y luego pasan vergüenza al tener que ir al último puesto; en Lucas 14, 12-14, decía también al que lo había convidado que debía invitar a los pobres: “Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te conviden a su vez, y quedes con eso pagado. Cuando des un banquete, con vida a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos, y serás dichoso, porque no tienen con qué recompensarte y se te recompensará en la resurrección de los justos”. - En Betania, justo seis días antes de sus padecimientos en cruz y su muerte, le dieron una cena, un banquete en su honor. Él aparece rodeado de amigos cercanos, Lázaro, Marta y María. Realmente, Jesús lo acepta con gusto, aunque no faltan, como en otras comidas relatadas por los evangelistas, quienes lo critican.
- Particularmente significativa fue su “última cena”, su cena de despedida, con los Doce Apóstoles, sus compañeros diarios de tres largos años de ministerio. A lo largo y a lo ancho de la tierra de Palestina. La preparó cuidadosamente (Lucas 22, 7-13) y, cuando llegó la hora, se puso a la mesa y les dijo: “He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes antes de padecer. Porque les digo que ya no la comeré hasta que se cumpla en el Reino de Dios” (Lucas 22, 14-16). Fue precisamente durante esta cena, que hacía parte de la fiesta de la Pascua judía como acción de gracias (Eucaristía) por la liberación de la esclavitud egipcia, cuando Jesús instituyó de manera permanente su propia cena celebrativa, en la que el pan es su Cuerpo y el vino es su Sangre, y mandó que se hiciera en memoria suya cada vez que ellos, sus discípulos, se reunieran (Lucas 22, 19-20).
- Después de su resurrección, cabe notar la comida con los dos discípulos de Emaús, que no lo reconocieron cuando caminaba junto a ellos, pero ya en la casa, “puesto a la mesa con ellos, tomó el pan, bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se abrieron sus ojos y lo reconocieron” (Lucas 24, 29-35).
Igualmente significativa, y ¿por qué no con visos de ternura y cálida amistad?, es la escena al borde del Lago Tiberíades, al amanecer, cuando parte de sus discípulos, al terminar de pescar durante la noche, están arrastrando la red repleta de peces a la orilla.
“Cuando llegaron a tierra, ven puestas brasas y un pez encima y pan. Jesús les dice: “Traed de los peces que habéis pescado ahora. Subió Simón Pedro y sacó a tierra la red llena con 153 peces grandes. Y siendo tantos, no se rompió la red. Díceles Jesús: “Venid, comed”. Y ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: ¿Tú quién eres?, porque sabían que era el Señor. Jesús se acerca y toma el pan y se lo da. Y de la misma manera el pez. Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos” (Juan 21, 1-14). - Jesús, pues, incluyó como parte de su Evangelio el banquete y el comer con otros. Más aún, tres de sus importantes parábolas tienen como eje una comida festiva:
a) En la parábola del hijo pródigo, el Padre Dios celebra el retorno del pecador a su casa restituyéndole su condición de hijo y organizando un banquete: “Traigan enseguida la mejor túnica y póngansela. Denle un anillo para su dedo y unas sandalias para sus pies. Traigan el novillo cebado, mátenlo, comamos y alegré monos. Porque este hijo mío había muerto y ha resucitado, se había perdido y ha sido encontrado. Y comenzaron a comer con alegría” (Lucas 15, 11-31).
b) La parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro, que comienza así: “Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino fino y tenía espléndidos banquetes todos los días. Al mismo tiempo, un pobre llamado Lázaro, yacía a su puerta lleno de llagas, con el deseo de alimentarse con lo que caía de la mesa del rico”. Cuando murieron ambos, el rico se fue al infierno y Lázaro al cielo: aquel fue condenado no precisamente por los banquetes, sino porque no compartía. Epulón no hizo de la comida una buena noticia para Lázaro (Lucas 16, 19-31).
c) La parábola del gran banquete (Lucas 14, 15 24) o de las bodas del hijo del rey (Mateo 22, 1-14) compara el Reino de los cielos con una gran fiesta, a la que todos los seres humanos están convidados, pero cada uno es libre para entrar o quedarse fuera. - La actuación y enseñanzas de Jesús alrededor de la comida y los banquetes recoge la realidad humana y les da un significado trascendente: la invitación amistosa a compartir la mesa es una buena noticia y alegra el corazón; las grandes celebraciones de la vida, buenas noticias de la existencia, se acompañan siempre de un banquete y de una fiesta; y, al revés, no invitar a los demás a sentarse a la mesa del banquete de la vida y excluirlos es un no-evangelio, una mala noticia y causa pena, dolor y llanto.
Conclusión
CERTIFICO que dar de comer a un hambriento o no dejar que alguien se acueste con hambre es evangelio, una buena noticia.
DOY FE en Santiago de los Caballeros a los cuatro (4) días del mes de octubre del año del Señor dos mil veinticuatro (2024). l