Introducción

La “civilización del amor” es una feliz expresión globalizante, que recoge el proyecto de una sociedad basada en la realidad, el valor y la virtud llamada “amor”, que a su vez es globalizante por las múltiples realidades, valores y virtudes que encierra y que se hace necesario describir y explicitar.

1- Aceptar el concepto de la “civilización del amor” y comprometerse con su construcción es decir SI, con las palabras y con los hechos, a la persona humana como valor supremo de una sociedad o país, a la búsqueda del bien común de los miembros de esa nación, a la comunión entre ellos, a la participación, a la solidaridad, a la verdad, a la justicia, a la libertad, a la paz, al amor y a todos los valores e ideales positivos del ser humano.

2- Como contrapartida es decir NO, al mismo tiempo, al egoísmo, a la opresión, a la injusticia, a la violencia, al derroche, a la corrupción, a la mentira, al desorden social y a todo lo que se opone al amor. Ella significa, así, un ataque frontal a todo aquello que inspira la explotación del hombre por el hombre y representa el desafío para crear lazos fraternos y solidarios entre los pueblos.

3- El Papa Pablo VI definía la civilización del amor como “aquel conjunto de condiciones morales, civiles, económicas, que permiten a la vida humana una condición mejor de existencia, una racional plenitud, un feliz destino eterno”. Ella es una forma seria, encarnada en la existencia socio-político-económica-cultural, de vivir los valores cristianos y los ideales más elevados de la humanidad.

4- “La civilización del amor repele la sujeción y la dependencia perjudicial a la dignidad de América Latina. No aceptamos la condición de satélite de ningún país del mundo, ni tampoco de sus ideologías propias. Que remos vivir fraternalmente con todos, porque repudiamos los racionalismos estrechos e irreductibles. Ya es tiempo de que América Latina advierta a los países desarrollados que no nos inmovilicen; que no obstaculicen nuestro propio progreso; no nos exploten; al contrario, nos ayuden con magnanimidad, a vencer las barreras de nuestro subdesarrollo, respetando nuestra cultura, nuestros principios, nuestra soberanía, nuestra identidad, nuestros recursos naturales. En ese espíritu, creceremos juntos, como hermanos de la misma familia universal” (Episcopado Latinoamericano, Mensaje a los Pueblos de América Latina, III Conferencia General, Puebla, México, 1979).

La civilización del amor establece también las siguientes primacías:
de la vida sobre cualquier otro valor o interés;
de la verdad sobre la mentira y sobre toda estrategia dolosa;
de la persona sobre todo poder o proyecto;
de la familia sobre la sociedad y el Estado;
del ejemplo sobre las palabras;
de la realidad sobre todo proyecto preconcebido;
de la ética sobre la técnica;
de la fe y lo trascendente sobre todo intento de
minimizar al hombre;
del trabajador y el trabajo sobre el capital y la empresa;
del ser sobre el tener.

“Civilización del amor” parece una expresión sin la energía necesaria para enfrentar los grandes problemas de nuestra época. Sin embargo, no existe palabra más fuerte que ella en el diccionario ni en la vida humana. Se confunde con la propia fuerza de Jesucristo y de la humanidad misma, que se mueve ante todo, por amor. Si no se cree en el amor, tampoco se cree en la fuerza transformadora del mensaje de Aquel que dice: “Un mandamiento nuevo os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Juan 15,12). Por otra parte, como dicen las mismas Escrituras, el amor es fuerte e inquebrantable como la muerte (cfr. Cantar de los Cantares 8, 6).

Ya hay semillas de la civilización del amor en los individuos, en las familias, en diferentes grupos, en los diversos sistemas socio-económicos y en las sociedades civiles organizadas. Pero es aún una meta a lograr, una utopía a alcanzar (en el sentido etimológico y filosófico, acentuado actualmente, de la palabra), un sueño a realizar, una nueva cultura a construir, una sociedad, también nueva hasta cierto punto, hacia la que hay que tender. Todo ello basado en una nueva visión del mundo, un nuevo humanismo, cuyo fundamento último es el valor absoluto de la dignidad de la persona humana y del amor a ella.

La civilización del amor exige una conversión a los valores que ella encierra, un cambio de mentalidad, un creer firmemente en los seres humanos y en sus posibilidades: fe, sobre todo, en el poder constructor y en la fuerza transformadora del amor, porque “Dios es amor” (1 Juan, 4, 8).

Conclusión

CERTIFICO que el contenido de este trabajo fue extraído de mi libro “Valores y virtudes”, páginas 71-74.

DOY FE en Santiago de los Caballeros a los diecisiete (17) días del mes de octubre del año del Señor dos mil veinticuatro (2024). l

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