Introducción
La fidelidad es igual a lealtad; es aquel cumplimiento, la observancia, de la palabra dada, el compromiso hecho, la alianza pactada.
La felicidad y el bienestar se identifican: es aquel estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. En la felicidad hay alegría, satisfacción, gusto, placer, contento. El hombre nació para ser feliz, como el ave para volar, se ha dicho desde antiguo.
Fidelidad y felicidad van de la mano. Los fieles son felices.
B) En mi libro “Diccionario de valores”, pág. 36, traigo estas definiciones, tomadas del “Diccionario de la Real Academia”:
-Felicidad: Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.
-Fidelidad: Lealtad, observancia de la fe que alguien debe a otra persona.
C) Todo cuanto sigue está tomado de mi libro “Valores y virtudes”, págs. 219-222.
- La fidelidad en el matrimonio acarrea felicidad
Cuando se es infiel en la vida matrimonial, acontece lo contrario: se actúa a escondidas, desaparece la confianza, se lleva intranquilidad al hogar, se rompe la paz y la armonía, se trae, en definitiva, infelicidad. Para volver a tener un clima de felicidad, es necesario reconstruir la fidelidad rota. - La fidelidad al amigo encierra una profunda felicidad
Testigos fehacientes de esta afirmación son las amistades de largos años. Aunque pasen mucho tiempo sin verse, los amigos, cuando se encuentran, experimentan una gran felicidad, porque celebran, sin siempre darse cuenta de ello, la fidelidad, soporte de su amistad. La lealtad al amigo se manifiesta incluso en su ausencia: nunca el amigo fiel y leal habla mal a espaldas del amigo.
Símbolos universales del amor y la lealtad son el perro, el caballo y el amigo fiel. Todos ellos producen alegría. - La fidelidad a la propia conciencia da coherencia interna y externa, no hay allí ruptura alguna
Por eso no se pierde la paz, se guarda el equilibrio y se evitan serias tensiones. El que tiene la conciencia tranquila es feliz; y, al revés, aquel o aquella que no es fiel a su conciencia es infeliz. Para recuperar la armonía interna, que lleva al bienestar profundo, a la honda satisfacción y contento, es necesario reconciliarse con la conciencia y con los principios y valores que se violaron. Si no se hace, se termina en la amargura, en la insatisfacción y en manos de los médicos. - “La profunda y verdadera alegría está en ser fiel a ti, autor de todo bien”, reza la Iglesia en una de sus oraciones dominicales.
La fidelidad a Dios es resumen de muchas fidelidades, porque guardar cualquier lealtad es ser fiel y leal también a Dios, porque Él ha mandado la fidelidad; y, al revés, ser infiel en cualquier campo de la vida, es ser infiel también a Dios. De ahí que el que trata de ser fiel a Dios buscará, al mismo tiempo, mantenerse fiel a todo lo demás. Por eso, la fidelidad a Dios es la más profunda y verdadera causa de felicidad. - La fidelidad, por otra parte, va unida al amor: se es fiel, porque se ama
“Te seré fiel hasta la muerte”, proclaman los que se aman. También está unida a la fe: se cree en la persona a la que se quiere ser fiel. “He creído en ti, en tu palabra y en tu amor, y te seré fiel”. Está unida, de la misma manera, a la justicia y al sentido de responsabilidad. “Te corresponderé con fidelidad, porque me has amado y has sido bueno conmigo. Te seré fiel como tú has sido fiel conmigo”. Tampoco la honradez, aquella verticalidad que muestra a un hombre o a una mujer en toda su entereza, se puede separar de la fidelidad.
La verdadera felicidad, pues, igual que la fidelidad, va unida también a otros valores humanos como el amor, la fe, la justicia, la responsabilidad y la honradez. - Las páginas del Antiguo Testamento son constantes en repetir, de una u otra manera, que dos de los atributos más propios de Dios son la fidelidad y la misericordia
Dios es un Dios fiel. Él no rompe sus alianzas ni sus pactos, a pesar de que su pueblo los violen y se alejen de Él. “Aunque tu padre y tu madre te abandonen, yo no te abandonaré”, dice en uno de los salmos.
Pero para conservar la fidelidad, Dios ha debido recurrir a una de las características del amor: la misericordia. Misericordia, en una de sus dimensiones, es seguir amando al otro, perdonándolo, después que este ha fallado.
Sin misericordia no es posible la fidelidad, ni la felicidad. Dios ha sido fiel a la humanidad a lo largo de los siglos, porque es también misericordioso. Lo mismo hay que decir de cualquier fidelidad humana. - Es bueno, por último, recordar que el camino que lleva a la meta de la fidelidad no es rectilíneo, sin fallos en el recorrido.
Jesucristo fue fiel a su misión: caminó con la cruz hacia la crucifixión y alcanzó la meta. Pero la tradición nos afirma que cayó tres veces en su recorrido. Lo importante, pues, no fueron las caídas, sino que se levantó y se mantuvo fiel.
El camino hacia la fidelidad ha de contar con estas caídas. Lo importante seguirá siendo siempre lo mismo: levantarse, seguir adelante, y encontrar unos brazos fieles y misericordiosos, que con su abrazo nos animen a guardar la fidelidad. Ese abrazo es, sin lugar a dudas, un momento de fidelidad, porque fiel es el que cae y se levanta y fiel es el que perdona y acoge al caído.
Conclusión
CERTIFICO que mis citas, traídas en este artículo, sobre la fidelidad y felicidad, están tomadas textualmente de mis libros “Diccionario de valores”, pág. 36, y “Valores y virtudes”, págs. 219-222.
DOY FE en Santiago de los Caballeros a los dos (2) días del mes de agosto del año del Señor dos mil veinticuatro (2024). l