Como sabemos, abundan aquí el color y el calor y la tambora, las primacías históricas, los cocotales y la arena, el aguardiente y el sancocho y el retozo, las tentadoras ancas ondulantes y la abierta sonrisa que no acaba. Y muy bien discernimos que sobran y serán suficientes para todos. Para todos y para siempre…

Diversificar la oferta turística nos sitúa, en primer término, ante un panorama de vastos recursos naturales aún no aprovechados. Recodos de playa en la ribera de Miches, extensas orillas arenosas en la costa atlántica de Samaná, íntimas sinuosidades litorales en el trayecto marítimo Puerto Plata-Montecristi, silentes pleamares junto a Baní, Azua, Barahona y en Bahía de las Águilas. Cincuenta o sesenta mil nuevas habitaciones podrían alojarse, en instalaciones de densidad prudencial, en el seno de estos lugares de naturaleza apacible.

Hasta poco tiempo atrás, el carácter de la oferta turística nacional, su leitmotiv, consistió en la promesa de un edén ambiental; con tibias extensiones de arena, bajo cocoteros ondeantes que filtraban el sol y doraban la piel, ante el sigiloso azul de la infinidad oceánica. El contexto, en verdad, ha cambiado. Surgen ahora nuevos actores, inéditas actividades y ocasiones excepcionales de expandir el beneficio turístico hacia diferentes escenarios.

Aunque son diversas las posibilidades, el país dispone de ventajas competitivas notorias, tanto materiales como intangibles. En pleno corazón del espacio caribeño, la República Dominicana es dueña de una envidiable conectividad exterior e interior. La excelencia del parque hotelero (en proceso de expansión durante los últimos 30 años) evoluciona al ritmo de la mayor y más pujante metrópoli urbana de la región: Santo Domingo. Asiento, además, de las primacías culturales y los monumentos históricos más antiguos del Nuevo Mundo.

Con una majestuosa naturaleza virgen que aloja las montañas más altas del Caribe, el país mantiene como espacio protegido la cuarta parte de su territorio. En una de las economías con mayor crecimiento anual de la región (promedio de 4.8% durante los últimos 25 años), sobresale también un régimen democrático cuya estabilidad se prolonga ya por más de medio siglo. La seguridad jurídica y la paz social, asimismo, constituyen parte de un haber, de un acervo cotidiano del que la sociedad se enorgullece y, al mismo tiempo, disfruta. Este cúmulo de ventajas competitivas que la vida civil de la República Dominicana atesora, sin duda, seguirá multiplicando su predominio dentro del mercado turístico regional.

Disponemos, por tanto, de los recursos y la pujanza imprescindibles para situarnos a la cabeza en las ofertas turísticas de salud y de negocios, de atractivos para el turista de altos ingresos, como también de aquellos visitantes que procuran expresiones culturales y las formas distintas de ecoturismo y turismo sustentable.

El turismo de salud despunta, con perspectiva de primer orden, en la diversificación de la oferta nacional. Se estima que 25 de cada 1,000 personas que abordan un avión en el mundo lo hacen en demanda de tratamientos o atenciones médicas. El turismo de salud, por otra parte, impulsa la creación de nuevos hospitales con equipamiento moderno, la transferencia de tecnología y la difusión de conocimientos.
Crea también empleos bien remunerados y revierte la fuga de cerebros. Fomenta, además, el traslado de personas retiradas y la adquisición de segundas viviendas, con lo cual acentúa la captación de divisas y la inversión foránea. Al exigir el cumplimiento de estándares, protocolos y acreditaciones internacionales, la oferta robustece asimismo la medicina local y la competencia basada en calidad y resultados.

Las evaluaciones indican que el turista de salud gasta ocho veces más que el turista tradicional. Se calcula que el país recibe, cada año, de 20 a 25 mil viajeros en la búsqueda de servicios médicos. La halagadora perspectiva de este subsector apuntaría a duplicar o triplicar estas cifras en el mediano plazo. Se anuncian inversiones cuantiosas (de capital local e internacional) para la construcción de clínicas en Bávaro, Punta Cana, Santo Domingo y Santiago.

Existe ya una pujante Asociación Dominicana de Turismo de Salud. Sus dirigentes despliegan sistemáticas acciones en los medios de comunicación y a través de congresos internacionales efectuados en el país. Desde 2017 circula por el mundo una espléndida guía de turismo médico: Dominican Republic. Health & Wellness Destination Guide. Con el auspicio de los Ministerios de Turismo y de Salud Pública dominicanos, el Medical Tourism Magazine editó este documento que atrae ahora la mirada hacia el país, y lo coloca en la ruta del éxito.

El denominado ‘turismo de negocios’ abarca un conjunto de flujos cuyas razones de viaje están vinculadas con gestiones laborales y profesionales, que a su vez originan reuniones, congresos y convenciones de diferentes propósitos y magnitudes. La creciente planta hotelera y la estabilidad socioeconómica ofrecen una oportunidad única para aprovechar al máximo esta modalidad turística, cada vez más presente en la región del Caribe.

La República Dominicana configura un óptimo lugar para el turismo de negocios. Su clima tropical y la oferta de entretenimiento, gastronomía y cultura lo acreditan como sitio ideal para cónclaves. Las nuevas corporaciones internacionales asentadas en el país durante los últimos años, así como el crecimiento de la hostería en la capital y en Punta Cana-Bávaro, representan factores claves para alcanzar una mayor cuota de este segmento turístico.

La mayoría de los hoteles y resorts nacionales disponen de espacios polivalentes, habilitados con salones y locales de reunión, perfectamente equipados para la mayor comodidad de los asistentes y con la tecnología requerida. La ciudad de Santo Domingo, como ejemplo, cuenta con alrededor de 4,500 habitaciones hoteleras y unas 3,000 habitaciones más, entre hostales y alojamientos turísticos. En los hoteles de la ciudad existen más de 130 salones de conferencias, y más de 40 salas para reuniones en museos, monumentos históricos y plazas.

Otra condición que hace del país un destino idóneo es su vinculación internacional, además de la infraestructura y las facilidades locales de movilización terrestre. Inmejorablemente comunicada por ocho aeropuertos internacionales, la República Dominicana dispone de conexión directa con los más importantes terminales aeroportuarios del mundo. La comunicación terrestre también es notable. Una densa red de autovías y carreteras enlaza íntegramente el territorio, y servicios idóneos de transportación en autobuses y taxis simplifican la estadía del viajero.

El turista de negocios gasta de 3 a 7 veces más que el turista de placer. Ocupa habitaciones confortables, visita los mejores restaurantes y realiza una serie de gastos adicionales (teléfono, minibar, centro de negocios, salones de reuniones, taxis, etc.) que el visitante de placer rara vez efectúa. Atraer, seducir a este viajero de hábitos mundanos y prominente consumo emerge como una de las más convenientes opciones del porvenir turístico dominicano.

Ahora, hágase la pregunta: ¿qué tendrían en común el antiguo rey de España Juan Carlos I, Fidel Castro, el Ché Guevara, Barack Obama y Donald Trump? Sencillamente: todos practicaron (o aún lo hacen) el golf. Si bien este deporte de origen escocés aparece asociado a los grupos económicos de muy altos ingresos, más de 30 millones de personas (uno de cada cien estadounidenses) atraviesan cada año los 15,000 campos de golf dispersos en los Estados Unidos (tan sólo en la Florida se cuentan más de 1,000 y algo más de 900 en California). Los golfistas viajan a conocer otros lugares y se alojan en hoteles de 4 y 5 estrellas, casi siempre en grupos de 20 o 30. Por lo general, andan acompañados de sus familias. Se calcula que un turista de golf gasta entre 5 y 10 veces más que un sencillo visitante de sol y playa. Las posibilidades de incrementar los flujos de golfistas son obvias. En el país existen 32 campos de golf con 9 o más hoyos, en los que cada año se realizan unas 300,000 rondas.

En marzo de 2017 se inició la tradición en el país de un torneo de golf de la PGA (Professional Golf Association). Tres campos situados en la zona turística oriental aparecen en la lista corta de los 20 mejores de la región: Teeth of the dog, en Casa de Campo; Punta Espada y Corales en el ámbito Punta Cana-Bávaro. En la costa norte se alojan también dos instalaciones de gran categoría, en Playa Dorada y Playa Grande. Nada impide que nos constituyamos en la capital golfística del Caribe. El potencial de crecimiento es de 10 a 15% cada año, ha dicho Teddy de Lara, presidente de Target Consultores de Mercadeo. “Nos estamos poniendo el traje del golf”, manifestó el presidente del grupo Punta Cana, Frank Rainieri. El golf, de verdad, abre un promisorio espacio para el desarrollo del turismo de lujo en la República Dominicana.

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