Aquí finaliza Ramón Colombo (sospecho que con júbilo) su tarea de indagar en los parajes de mi existencia…
A ti te toca el desempeño de una parte, en el campo de la ingeniería, sumamente importante en nuestro país, porque tiene muchas implicaciones y muchos beneficios, que es la supervisión de obras. En este país la supervisión tradicionalmente ha sido un relajo y un asunto de complicidades aliadas…
“Me iré un poco atrás. Durante el régimen de Trujillo no existía el concepto de firmas supervisoras que operaran independientemente de las empresas constructoras. Por ejemplo, Trujillo contrataba una obra con Félix Benítez Rexach, quien hacía los planos, construía, se supervisaba a sí mismo y cuando acababa: ‘Mire, Jefe, ya yo terminé; págueme’”.
“En esos tiempos, y esto me lo contó Manolín Alsina, que entonces era estudiante de ingeniería (después fue Ministro de Obras Públicas por muchos años). A él se le nombró inspector para supervisar el puerto de San Pedro de Macorís, cuya construcción realizaba Benítez Rexach. Un buen día llega Alsina a la obra, y después de hacerlo esperar afuera mucho tiempo, lo recibe Benítez Rexach, quien lo despacha rápido: ‘En Obras Públicas nadie sabe de esto. El único que sabe aquí de muelles soy yo. Tú te vas para tu casa tranquilo, que yo te aviso el día antes de la inauguración, para que tú vengas y veas todo. No pierdas tu tiempo que no vas a hacer nada aquí”.
“Eso ocurría en los ’50. Los grandes proyectos de construcción civil (puertos, presas, aeropuertos, ferrocarriles, etc.) eran asignados por el gobierno a empresas extranjeras (Elmhurst, Del Conte&Allasia, Benítez Rexach, etc.) o se entregaban directamente (grado a grado) a importantes compañías nacionales cuyos directivos estaban vinculados al régimen (Concretera Dominicana, Cocimar, Dolarca, Acueductos y Alcantarillados, etc.) bajo la modalidad de ‘llave en mano’; esto es, diseño, construcción y autocontrol: todo incluido”.
“Hasta finales de los años ’40, no existió entre nosotros un desarrollo tecnológico apreciable. Carecíamos, por ejemplo, de laboratorios de mecánica de suelos y materiales para realizar los controles de calidad de las obras, y mucho menos contábamos con la experiencia para acometer la ejecución de proyectos de gran complejidad”.
“Las primeras construcciones civiles de gran porte, con supervisión independiente, se hacen después de la muerte de Trujillo; yo diría que cuando Balaguer, con las primeras grandes presas (Tavera, Valdesia, Sabana Yegua, Rincón, Sabaneta, etc.)”.
“La supervisión independiente en el campo de la construcción vial, si la memoria no me falla, se inicia en realidad a finales de los años ‘70, cuando el BID, el Banco Mundial y la AID convocan licitaciones para reconstruir las carreteras y caminos vecinales dañados con el huracán David, que fue en el 1979”.
Te decía que la supervisión en ocasiones se ha ejercido en una maraña de complicidad, de corruptelas. Entonces, quiero saber cómo nosotros tendremos garantías ciertas de que no va a haber problemas con eso.
“Existe una gran confusión respecto al tema. En primer lugar, te revelo que muy poca gente se imagina (y en esta categoría incluyo a muchos ingenieros) en qué consiste la actividad de supervisar y fiscalizar una obra. Y, por supuesto, tampoco el público llano tiene una somera idea acerca de las múltiples razones que ordinariamente intervienen para que alguna obra cuyo costo se anunció en 100 totalice, al final, 150 o quizá 200”.
“Ocurre que, por razones de organización y de tiempo –esa es mi experiencia—, muy raras veces en nuestro país se ha finalizado una construcción civil de gran importancia sin que la misma refleje cambios significativos respecto a la idea original. Porque desarrollar el proyecto cabal de ingeniería para una obra compleja requiere, en primer término, de alcances y objetivos muy bien definidos. Luego, a partir de esas metas, será preciso ejecutar un programa multidisciplinario de investigaciones y estudios detallados, que conducirán luego a la redacción de documentos, planos y presupuestos rigurosamente elaborados. Es obvio que la ejecución de tareas de esa índole exige de unos plazos y de unos recursos económicos que, por lo general, nunca están disponibles. Lo habitual en nuestro medio ha sido partir de una idea básica, de un esbozo (o, en el mejor de los casos, de un anteproyecto) al que se le van encajando modificaciones o nuevos componentes en el camino, en una suerte de proceso tipo fast-track”.
“Hay que entender, así, que muchas veces la falta de estudios detallados produce sorpresas en extremo desagradables; más que nada en lo concerniente a la calidad de los materiales existentes en el suelo y a las condiciones peculiares del ámbito de una obra. Por otra parte, si el Estado dice ‘ese camino que llega hasta aquí, llévenlo hasta allí que hay una comunidad importante y nos interesa favorecerla’, también habrá necesidad de agregar nuevos elementos al proyecto”.
“Al final se dice ‘la obra costó tanto’, pero antes se había dicho que costaba ‘menos tanto’. Y la gente común no entiende el porqué de estos cambios, ni tampoco se imagina que tales variaciones, por esos y otros motivos, ocurren con frecuencia también en grandes obras de construcción pesada (de ‘heavy construction’) ejecutadas en países del primer mundo como Alemania, los Estados Unidos o Japón.
“En tal caso, nuestro deber consiste rigurosamente en garantizar que los trabajos se ejecuten de forma idónea desde el punto de vista técnico, y que la retribución por dicha actividad sea la justa, conforme a las mediciones y a los precios unitarios aprobados dentro del contrato de construcción. Ni más ni menos. Hasta ese punto llega la obligación de una firma de ingeniería que supervisa y fiscaliza una obra. Hasta ahí se extiende nuestra responsabilidad”.
“En lo referente a nuestra empresa, toda la documentación de soporte de las obras que durante largos años hemos supervisado y fiscalizado (bitácora de trabajo, informes de laboratorio, órdenes de cambio, planos según se construyó –‘as built’–, mediciones y cubicaciones de las partidas, memoria gráfica, etc.) se guarda en nuestros archivos, siempre a la disposición de cualquier interesado. Claro está, de alguien con suficiente capacidad para entender y juzgar el contenido de un legajo de esta índole”.
“Yo estoy decididamente templado. He pasado la vida entera en esta actividad, y a mis años no tengo el derecho ni la intención de equivocarme”.
La zona metropolitana de Santo Domingo es la urbe más grande del Caribe, con más de tres millones de personas, pero con una gran deficiencia en materia de servicios. ¿Cómo ves a futuro la solución al problema de los servicios?
“A partir de lo menos malo hacia lo peor: digamos que el denominado polígono central desarrolló una infraestructura urbana, vial, con calles para una cantidad de automóviles asociada a la existencia de casas familiares y de edificios de dos y tres pisos. Entonces derriban una casa en la que vivía una familia dueña de dos autos, y luego hacen una torre de 12 pisos y viven 24 familias y ahora son 48 carros.
“Aunque se ha multiplicado por 20 o 30 la demanda de área urbana, lamentablemente el espacio no crece, el espacio es siempre el mismo. Además de las calles, la dotación de agua y las tuberías del acueducto se dimensionan para una demanda específica. Cuando tú multiplicas por 20 o por 30 esa demanda, entonces no hay agua y todo el mundo hace pozos profundos. Pero esos pozos están contaminados, porque tampoco existe alcantarillado sanitario. Para eliminar las aguas residuales la gente construye sépticos y filtrantes, y al final de la jornada tira las aguas a la capa freática; agua que se va al mar, y ya tú sabes lo que sería bañarse en Güibia. Es una cadena perversa, de daños que se van concatenando con otros daños, y al final yo no veo la luz”.
“Este país no puede soportar con un cierto equilibrio, con una cierta dignidad ecológica, once millones de personas. No parece posible. Nuestro territorio sería perfectamente habitable si fuésemos tan solo tres millones”.
Bien, pero ¿hacia dónde vamos? De algún modo tenemos que plantearnos soluciones.
“Bueno, yo confío en que la aventura espacial puede llevarse gente a otros planetas”. (Risas en la gradería).
Pedritín, una de las motivaciones de esta entrevista, a quien ha sido uno de mis mejores tercios, es saber la parranda que más recuerdas…
“Yo tengo un prontuario del vivir, sin acabar (más risas)… Mis tercios han ido variando de edad, porque se van quedando en el camino, se mueren, se me han ido…”
Yo creo que ya he terminado, a menos que se me haya olvidado algo importante, que siempre se me olvida…
“Es normal que se te olviden las cosas, sobre todo a tu edad, no a la mía. Porque yo decidí que a los 71 de mi nacimiento, en realidad debo celebrar únicamente 47, puesto que he dormido ocho horas de cada 24, es decir, la tercera parte. Yo conmemoré 47 años de vida, porque no tiene sentido festejar los años dormidos, dado que esos no los viví. O sea, que ahora asumo 47 años de vida, perfectamente celebrados”.
Como sea, la entrevista no puede terminar aquí, donde no hemos brindado con nada líquido, sea en las rocas o con soda… Esta entrevista no puede terminar a palo seco, como sabes.
“Vamos: yo invito”.
(Y, efectivamente, la entrevista habría de concluir bien tarde, hablando largo de bolero en el imperio nocturno de Ciro Cascella, donde a veces Pedritín toca el piano, talvez recordando a la bisabuela Isabel Brache y su pequeña guitarra con cuerdas de tripa de gato).