(Un corte transversal en nuestra historia con el retrato hablado de sus protagonistas: héroes palpables del progreso colectivo)
Leonte fue una eminencia y, con el tiempo, sobrevino en leyenda orgánica de la ingeniería dominicana. Fallecido en junio del 2010, fue capaz de enseñar en las aulas universitarias hasta pasados los 90 años. A él, empero, poco le interesó el negocio de la construcción. Su vocación auténtica fue el diseño y la elaboración de proyectos: el atisbo de cosas que no existían pero que se harían realidad. Largas parrafadas sostuve con el Profesor. Con frecuencia hablábamos de historia, de filosofía, de política, de música, de ingeniería. Revivo aquí una plática imaginaria donde circulan algunas de las ideas de Leonte en torno a las vocaciones, a la enseñanza y al ejercicio profesional.
–PDM: ¿Qué es la ingeniería, Profesor?
–LBV: La ingeniería es el servicio que brinda un técnico especializado en disciplinas puras o cuasi puras (física, cálculo, química, geología, mecánica de los fluidos, mecánica de suelos, estática, dinámica, etc.), en ciencias aplicadas (hormigón armado, estructuras metálicas, cimentaciones, pavimentos, etc.) y en conocimientos de carácter práctico (presupuestos, técnicas y procesos de construcción, etc.). El ingeniero civil se forma en las aulas con el propósito de auxiliar a la sociedad en la concepción de obras e instalaciones que revisten un propósito funcional: un edificio, una carretera, una presa, un puerto, un acueducto.
–PDM: Muy pocos profesionales, sin embargo, se inclinan luego al ejercicio puro de la ingeniería. La mayoría prefiere dedicarse a la construcción, al negocio de manejar obreros, de comprar materiales y equipos.
–LBV: Es cierto. Por lo menos ocho de cada diez estudiantes de ingeniería parecen atraídos más por los símbolos de poder económico que irradian los contratistas de obras. Pero sucede que en nuestras universidades no existe, como en otros países, la especialidad del “ingeniero constructor”. Nuestros ingenieros están formados básicamente para el diseño y el cálculo, aunque muchos se perciban a sí mismos como potenciales empresarios de la construcción.
–PDM: Nadie estudia para ser empresario. El empresario exitoso es una mezcla rara de talento, audacia y suerte. La noción del ingeniero empresario se remonta a los orígenes, con el desarrollo de pequeñas obras en las que, por asunto de escala económica y simplicidad, el profesional podía actuar, a la vez, como maestro de obra, contable, chofer, pagador y encargado de compras. Algo parecido a la edad de las cavernas, en que el brujo era también el médico y el artista de la tribu. El desarrollo de las grandes obras en nuestro país, penosamente, no trajo consigo la indispensable división y especialización del trabajo. Los ingenieros, así, desde hace muchas décadas vagan en ese limbo de ignorancia de su verdadero papel dentro de una sociedad que los formó como técnicos, no como hombres de empresa.
–LBV: La función del ingeniero es concebir, diseñar y, finalmente, supervisar la ejecución de las obras. El Estado no utiliza los ingenieros como tales y asigna las obras a cualquier profesional, la mayoría de las veces sin relaciones comerciales, sin crédito en los bancos y carentes, asimismo, de formación y vocación gerenciales. A la vez, con un sentido de falsa economía, el gobierno intenta ahorrarse un 4% o 5% que podría costarle la supervisión técnica y la fiscalización de una obra, dejando casi en plena libertad al constructor para hacer lo que le plazca. La mayoría de las veces el resultado es fatal: obras mucho más caras y, lo que es peor, el desconocimiento absoluto por parte del Estado acerca de la calidad y la vida útil de una inversión pública.
–PDM: La ingeniería es un servicio y la construcción es una industria, y, tal vez, una de las más difíciles. En efecto, cada obra es única y no permite sistematizar procesos, como en la manufactura. Se trabaja en contacto con el suelo, con materiales de gran complejidad, a la intemperie y, muchas veces, con personal inexperto en sitios remotos. La construcción requiere administrar las cuatro “M”: Men, Money, Materials, Machines (hombres, dinero, materiales, maquinarias). La empresa constructora utiliza entonces los servicios de ingenieros civiles, de la misma forma que se auxilia de gerentes financieros, gerentes de personal, arquitectos, ingenieros mecánicos y eléctricos, economistas, abogados, etc. Aquí, la mayoría de los empresarios de la construcción son empíricos, formados a base de destrezas personales. En su largos años de ejercicio, usted, Profesor, ha rehusado siempre ser un empresario de la construcción.
–LBV: En mi caso, yo actúo estrictamente como ingeniero. Proveo conocimientos de ingeniería, estudio, diseño, planifico y superviso la ejecución de las obras. No me interesa construirlas. Estoy feliz con mi vocación. Ojalá que muchos de los ingenieros dominicanos se encontraran a sí mismos. Debemos estimular la creación de empresas de ingeniería para brindar estos servicios. Es necesario crearle conciencia al ingeniero de su verdadero papel en la sociedad y borrarle el espejismo, la ilusión paradisíaca de una riqueza súbita a través de la construcción. Es triste, pero muchos graduados tendrán que sobrevivir desempeñando otros trabajos. Hoy existen en nuestro país varios miles de ingenieros civiles y el mercado no podrá darles cabida. No obstante, si lleváramos al Estado la filosofía de que el ingeniero es un profesional indispensable para diseñar, supervisar y fiscalizar las obras públicas, muchos podrían encontrar un puesto de trabajo digno. El problema de los ingenieros civiles dominicanos es de identidad, de encontrarse a sí mismos dentro de los límites definidos por su profesión.
–PDM: En todos los países desarrollados, y en muchos no tan desarrollados, se sigue la política de convenir las supervisiones con empresas especializadas en los diferentes campos de la ingeniería. Los organismos internacionales de financiamiento (BID, Banco Mundial, etc.) obligan a contratar una supervisión privada para todas las obras sufragadas con sus recursos. El Colegio de Ingenieros ha desarrollado un largo e infecundo combate a favor de la asignación de las obras de construcción a sus afiliados. Pienso que al CODIA le correspondería más bien el aspecto gremial, salarial, de seguridad social de sus miembros, tal y como hacen la Asociación Médica Dominicana y la Asociación de Profesionales Agrícolas. La lucha por la asignación de obras sería una competencia propia de la Cámara de la Construcción. La AMD jamás ha luchado a favor de que las clínicas sean propiedad de los médicos, ni la ANPA ha sugerido que las fincas de la Reforma Agraria sean de los Agrónomos y Veterinarios. Una clínica o una empresa constructora o una finca pueden ser, y comúnmente lo son, de un capitalista o de un banco o de un abogado o heredada por una familia. El Estado, de su parte, parece no entender cabalmente la función de la ingeniería y confunde ésta con el ejercicio de la industria constructiva.
–LBV: Al Estado sí le correspondería incentivar la superación técnica de los ingenieros. Sería necesario ofrecer becas para estudios de postgrado en el extranjero. Y luego integrar a los ingenieros ya especializados dentro de verdaderas unidades ejecutoras y fiscalizadoras de los proyectos. Para lograr estas metas, sin embargo, habría que separar claramente el ejercicio técnico de la profesión del ámbito estrictamente comercial de la contratación y ejecución de obras. Hay que precalificar y formar un registro de las compañías constructoras según su capacidad financiera y su experiencia para intervenir en las diferentes categorías de trabajos. Del otro lado, los ingenieros con aptitudes técnicas se agruparían en empresas consultoras que servirían al Estado en el diseño y la supervisión de los proyectos. Hoy día se observa un cuadro patético y absolutamente caótico. Miles de pequeños ingenieros, sin recursos económicos ni experiencia, que procuran desesperadamente realizar sus sueños mediante la consecución de una obra. Para ello acuden a los políticos y presionan a través del CODIA. Pienso que sería mucho más razonable y productivo para la nación asignar las obras a empresas constructoras establecidas y emplear los miles de ingenieros desempleados en la supervisión técnica y la fiscalización de estos trabajos.
–PDM: Pienso que en la matrícula del CODIA existen unos seis o siete mil ingenieros civiles. Y me temo, Profesor, que con una sobreoferta de tal calidad y volumen muchos de los graduados, con suerte, terminarán sus días como maestros constructores, plomeros o albañiles.
–LBV: Por boca de uno de sus célebres personajes, Don Miguel de Cervantes dijo: “No se preocupe Usted, que las cosas son tal y como Dios las quiso… o peores”.
–PDM: Infinitas gracias por sus palabras, Profesor.