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Las masas dominicanas, por su incultura, solo están capacitadas para elegir a quienes las excitan con el personalismo, es decir, a quienes las solicitan con propuestas de empleos, propinándoles licor, hablándoles embustes, haciéndoles presión por medio de empleados con autoridad, dándoles dinero, y aún con bajas adulaciones.
Américo Lugo, La ley electoral I, Patria. 26 de febrero de 1927.
Con estas palabras caracteriza Américo Lugo la actitud política de las masas dominicanas y las prácticas de los partidos políticos en 1927. Los partidos políticos forman parte de los temas que abordó el ensayista e historiador dominicano Américo Lugo al analizar la cuestión nacional.
En sus obras hay una fuerte crítica a los partidos políticos y a las prácticas desarrolladas por estos. Criticó uno de los aspectos que han estado presente en la historia política como es el mesianismo. En la vida política dominicana el discurso de la necesidad de un salvador, un redentor destinado a resolver los males de la sociedad nos ha acompañado. Lugo critica ese mesianismo afirmando que los “pueblos no tienen salvadores y el pueblo que cree necesitar un hombre para salvarse, no merece categoría de personalidad internacional… buscar salvadores es la primera manifestación de nuestro fetichismo político”.
Fue severo en su crítica a los políticos cuando sostuvo que éstos erigieron la conveniencia particular a la categoría de razón suprema del quehacer político que se unía a una absoluta despreocupación por el bienestar general de la sociedad. La política se entendía sólo como un instrumento para el medro individual y el patrimonio estatal como propiedad del gobernante.
Consideró que los partidos políticos no eran tales sino facciones o bandos dirigidos por un faccioso, es decir, una personalidad política anacrónica. En su tesis doctoral El Estado dominicano ante el derecho público propuso que la existencia verdadera del Estado dominicano venía dada por la creación de un partido político, de amplia base, de claros y sencillos principios, cuyo objetivo fuese el desarrollo de la deficientísima capacidad política del pueblo, cosa inmediata y esencial.
Acorde a sus ideales de construir un Estado nación moderno, fundó junto a otros nacionalistas en diciembre de 1924 el Partido Nacionalista, en cuyo emblema figuraba en la parte superior la inscripción Principia, non homines (Principios, no hombres). En la declaración de principios del partido se recogen los ideales a los cuales se comprometían sus miembros que era luchar por “la restauración de la República Dominicana en su primordial condición de Estado absolutamente soberano” y la “preservación de la República Dominicana y su mayor auge en prosperidad y grandeza, propendiendo, en todo tiempo, a la organización del Estado dominicano sobre bases firmes y realmente republicanas”. Este último aspecto estaría orientado hacia un ordenamiento democrático que dejara atrás la herencia del autoritarismo.
En el aspecto puramente político y administrativo, el Partido Nacionalista demandaba la organización constitucional del poder judicial como función de poder propia e independiente de los demás. Postulaba el sufragio verdaderamente electivo y sin reelección, la descentralización y autonomía de los municipios, provincias y universidades y la organización constitucional del poder electoral.
Dicho partido no se consideraba más de lo mismo, sino un partido de principios, aspecto que lo diferenciaban de los demás partidos, los cuales estaban sustentados en una base caudillista.
Los lineamientos políticos, económicos, sociales y ecológicos formulados en la declaración de principios permiten calificarlos de renovadores, e ideológicamente muy por encima de todas las expresiones formuladas hasta ese momento en el ambiente político dominicano.
La inserción del Partido Nacionalista bajo los presupuestos anteriormente señalados en el escenario político dominicano chocaba de frente con la forma tradicional que hasta el momento había predominado en el ejercicio de la política. Lugo consideraba los partidos de la época como simples facciones caudillistas. Esta actitud frente a los demás partidos pasaba por el trasfondo ideológico de que sólo con la creación de partidos políticos modernos podían surgir las bases de la democracia representativa, la cual era la puerta de entrada para el inicio de una sociedad y un estado modernos.
En diciembre de 1925, renunció tanto a la presidencia del Comité Ejecutivo del Partido Nacionalista como a la membresía del mismo, repudiando de este modo el pacto acordado por dirigentes medios de esta organización con diferentes partidos. A juicio de Lugo, un partido político de principios no podía pactar sino con otro partido de principios y sólo excepcionalmente podría pactar, con una facción personalista a condición de elevar a la categoría de partido de principios dicha facción. Su renuencia a colaborar con los partidos tradicionales era entendible en el sentido de que había combatido los partidos personalistas, los cuales consideraba no como partidos, sino como facciones.
A partir de ese momento asistimos a la radicalización de Lugo, tal como se puede apreciar en los editoriales de Patria donde arrecia las críticas al pueblo dominicano, reitera el conocido supuesto que niega la existencia de la nación dominicana, del Estado y de los partidos, combate la corrupción y critica con fiereza el gobierno de Vásquez. Su radicalización proclive a los principios contra el clientelismo político como herencia del ejercicio del poder político tradicional, se expresa en sus críticas al horacismo y al jimenismo y contra la política implementada por el gobierno de Horacio Vásquez. En ese sentido consideró que tanto el jimenismo como el horacismo supeditaban sus intereses personales al interés general de la nación. Veían el Estado como un instrumento de beneficios individuales, en oposición al interés de la Patria. Esta visión de gobernar de Vásquez se traducía en una práctica política paternalista y clientelista y en el incremento excesivo de la burocracia civil y militar con el único propósito de favorecer a sus correligionarios, quienes a su vez asumían una posición sin tener la calidad, cívica, moral e intelectual para desempeñar una función pública.
¿Las críticas a las prácticas políticas y a las debilidades de los partidos políticos expresadas por Lugo persisten hoy?
La falta de credibilidad y confianza en los partidos políticos, el desarrollo del clientelismo político, el personalismo, las prácticas caudillistas, el mesianismo político, la corrupción política y la visión patrimonial del Estado persisten en la práctica de los partidos políticos actuales, muchos de los males que denunció en su momento Américo Lugo.
Américo Lugo, “Sobre política”, en Obras escogidas I, (Santo Domingo, Corripio, 1993), p. 91.
Américo Lugo, “Declaración de principios del Partido Nacionalista”, en Obras escogidas 3, (Santo Domingo, Corripio, 1993), p. 213.