Siempre he escuchado que cuando se eliges una profesión es como cuando contraes matrimonio. Es algo que durará toda la vida, por lo tanto es importante estar muy seguros del paso que se va a dar cuando se inicia el proceso de matriculación en la universidad.No creo en aquello de irse enamorando sobre la marcha. En este caso, puede suceder que uno se acostumbre, que se sienta cómodo, que se resigne.
Pero por otro lado, también puede suceder que se pierda el entusiasmo, la entrega, que no fluyan las ideas, que se limite uno a cumplir con lo estrictamente obligatorio, sin mayor aporte o colaboración.
Cuando se ama lo que se hace, es muy diferente. Por más que uno trabaje y sienta cansado, no dejará la tarea que está haciendo, hasta tanto no la concluya de manera satisfactoria. Las adversidades y las complicaciones se convierten en retos que se asumen con determinación, con entusiasmo y se pondrá todo el empeño para revertirlas.
Cuando se logra vencer los obstáculos, queda un sabor dulce, delicioso, una enorme satisfacción.
Nos sentimos fuertes, seguros y capaces. Estamos listos para vencer todo lo que se presente.
Amar el oficio, el trabajo o la profesión que se ejerce representa la primera y más importante remuneración. Hacer lo que te gusta, lo que amas, aquello con lo que te identificas y que además recibas un salario por ello, no se puede comprar con nada en este mundo.
Las profesiones tienen diversas áreas para ejercer, por eso, también se puede dar el caso de que a veces nos toque precisamente esa que no nos satisface, aquella desde la cual se tiene la sensación de no aportar nada ni a uno mismo, ni a los demás. En este caso es imposible no sentir que estamos perdiendo el tiempo y que estamos desperdiciando nuestras capacidades.
En cualquier terreno de la vida donde no se ponga el corazón, cualquier tarea que se realice por obligación, por cumplir, porque es lo que tenemos y hay que seguir adelante, se corre el riesgo de que tarde o temprano uno se encuentre con su verdadera vocación, con su verdadero amor y aunque siempre se ha dicho que: “Nunca es tarde, si la dicha es buena”, algunas veces y en más de un aspecto de nuestras vidas llegamos tarde y casi siempre encontramos a alguien más en el que nos habría gustado que fuera nuestro lugar. l