La noche del jueves, Diego el Cigala se presentó una vez más en el Teatro Nacional Eduardo Brito de la capital dominicana. Hacía tres años que no “bajaba” a Santo Domingo desde Punta Cana, donde tiene residencia.
El show, producción local de César Suárez Pizano, esta vez tuvo en escena a parte de la Cali Big Band con la cual grabó uno de sus más recientes discos (Indestructible), donde fusionó salsa con flamenco. Y como siempre, tuvo al piano a su fiel escudero Jumitus Calabuch. El hombre que no estudió música pero es uno de los mejores pianistas de música tropical que he escuchado. El que sabe, con solo mirarse él y su amigo, qué hacer en el piano o qué tema interpretar.
Diego estaba contento. Muy contento. Por momentos demasiado contento. Moreno soy, de su disco Indestructible, abrió la entrega de un run down con un 40% de improvisación sobre el escenario. El tema es del puertorriqueño Francisco Alvarado “Chalina” y perteneció al repertorio de la Sonora Ponceña y de Bobby Valentín.
“Muy buenas noches Santo Domingo”, dijo Cigala, lo repitió. Lo aplaudieron, lo dijo al menos una o dos veces más a lo largo del concierto.
La gente sigue llegando tarde al teatro. Un señor extranjero, entró con bermudas blancas y sombrero alón. Al final dijo a este periódico que en Francia él entra al teatro como quiera ir vestido. Lo cual no es cierto.
Cigala cantó Si te contara, un boleraso del inolvidable amigo y director de la orquesta América, Félix Reina, quien falleció en La Habana en 1998 y que el 21 de mayo pasado hubiese cumplido 101 años. Esa fue una de las mejores interpretaciones de la noche, sobre todo porque Jumitus convierte el piano en una orquesta. Por momentos faltaba empaste en los demás instrumentos. Pero la gente se aplaudió el tema.
En Amar y vivir, de Consuelo Velázquez (la misma de Bésame mucho), Jumitus comienza con el piano. El tema incluyó tres solos de metales. Algo que se convirtió en un comodín del artista para alargar los temas. Y que lógicamente mostró si bien no virtuosismo, calidad interpretativa en el trompetista y en el trombón de vara, que usado con sordina eventualmente daba esa especial sonoridad.
Richard Egüez, el legendario flautista de la Orquesta Aragón, fue el compositor -entre otras como El bodeguero, Sabrosona, El cuini (tiene bandera), Gladys, La reina Isabel-, de El paso de Encarnación, un tema que tuvo una aceptable evolución en escena, pero que se desdibujó un tanto debido a que la entrada se vio obligado a hacerla en un tono no acostumbrado.
En ese bien selecto paseo por la música cubana Cigala no dejó fuera Veinte años de la inolvidable trovadora cubana María Teresa Vera, el mejor interpretado hasta el momento. Luego salió de escena, vaso en mano, lo cual produjo un murmullo en el público, que le aplaudió al regreso y le pidió de lo que bebía. “Comparte”, le gritó alguien.
El periplo siguió con Lágrimas negras, de Miguel Matamoros (letra y música del cubano), en la cual el público respondió bien. Al final, Diego El Cigala se levantó y aplaudió a los músicos de Cali, que salieron.
Quedó a solas con Jumitus para cantar Te quiero, te quiero, el tema con letra del poeta Rafael de León, popularizada por el desaparecido Nino Bravo. Ahí contó con el coro del público. Al final se puso de pie y acordó algo con el pianista. Soledad, del compositor Enrique Fabregat Jodar, perteneciente al premiado con un Grammy Latino, Cigala & Tango. Otra de las mejores interpretaciones. Muy aplaudida. Y Se nos rompió el amor, de Manuel Alejandro.
Volvió la orquesta y entregaron un bolero escrito por Richard Dannenberg y popularizado en España en los años cuarenta por el gran Antonio Machín, Corazón loco, que incluyó también un solo de trombón. Adoro, de Armando Manzanero, comenzó solo con el piano. Improvisado. Luego entraron bajo y percusión. Y un solo de trompeta, y otro de contrabajo. Cosa que fue surgiendo en escena. De pronto al Cigala le entró el espíritu de Procuro olvidarte (también de Manuel Alejandro) y después regresó a Adoro. Lo hizo de manera encomiable. En los aplausos le entró al tema de Roberto Carlos Amigo (Tu eres mi hermano del alma…. ) El público dio palmas y se puso de pie. A veces olvidaba la letra, quizás de tanta… contentura.
El tango Garganta con arena del argentino Cacho Castaña, dio paso al tema Indestructible, ya con letra turbada y problemas en el tempo al inicio del tema. Sin embargo, levantó poco a poco y ofreció una ardiente descarga de la percusión. Se despidió. Salieron de escena. Muy pronto volvieron con Dos gardenias, de la también inolvidable Isolina Carrillo. Y en el bis de bises regresó con Lágrimas negras, nuevamente y La bien pagá, de Juan Mostazo Morales, y algún tema más.
El concierto no fue el mejor de Diego el Cigala. Contra eso quizás contribuyeron el exceso de improvisación, y la falta de ensayos. Restó colorido la permanente comunicación con el ingeniero de sonido a través del micrófono abierto al público, y el exceso de… contentura, para tratarse de un concierto en el Teatro Nacional. Tal vez en el Teatro la Fiesta, donde el venue es más de fiesta y tragos, hubiese sido normal. Pero el escenario mayor dominicano incluye un tanto de solemnidad al cual es difícil de abstenerse.
Pero no podemos olvidar que Diego El Cigala es el más latino de los artistas flamencos. Y el más flamenco de los artistas latinos. Punto. Por ahí viene un disco de flamenco, y hace tiempo ha hablado de probar a fusionar la bachata. Es tan español como dominicano. Otro punto. Y final.