La pasada entrega resaltábamos algunos aspectos que hacen de Belkis Ramírez una de las artistas más representativas del arte dominicano contemporáneo. Es preciso destacar además que al igual que nosotros, Belkis es oriunda de Santiago Rodríguez, de ese espacio geográfico situado en el mismo corazón del Noroeste del país. Se trata de un ser humano completamente independiente, pero que le gusta sentirse rodeada de sus familiares y amigos. Visitar su taller es asistir a un “todo-ordenado”, donde lo mismo te encuentras con herramientas que con un rinconcito para las galletas y el té.
El destino le permitió asociarse con otros artistas que, a pesar de tener puntos de contacto por medio de su discurso, en lo relativo al proceso creativo cada uno se ha manejado con bastante libertad. Nos referimos a Quintapata, un proyecto que permite la sinergia entre las piezas de Belkis Ramírez con las de Pascal Maccariello, Raquel Paiewonsky y Jorge Pineda.
Por medio de este colectivo, el arte dominicano ha llegado a los escenarios menos imaginados por cualquiera de estos artistas, pues con sus propuestas han concitando la atención del público internacional, pero sobre todo de quienes coordinan los más importantes eventos en materia de arte en la región como acontece con la Bienal del fin del mundo en Ushuaia, Argentina.
El contacto con otros artistas, tanto al momento de producir la obra como al instalarla, ha venido enriqueciendo la memoria artística de Ramírez y, claro que también ha dejado su impronta en los demás, sobre todo al tener siempre a la mujer como eje transversal en sus representaciones. De hecho, cuando comentábamos lo de “hasta cierto punto vulnerada”, al referirnos a la mujer en la obra de Belkis, nuestra intención no fue otra que la de valorar el esfuerzo realizado por la artista para que aquellas damas que de forma directa o indirecta han sido afectadas por actos de violencia o discriminación, encuentren en su obra una voz que les permita exigir justicia por tantos abusos que se cometen día a día.