El poeta, elegido académico de la RAE en 1927, nunca pudo concretar el acto de ingreso, lo que ocurrió el martes
Así como el gran poeta ruso Serguei Esenin dejó a un gran amigo su poema de despedida en el bolsillo del gabán cuando este se despedía de él, Antonio Machado dejó su último verso en el bolsillo de su propio gabán. “Estos días azules, este sol de la infancia”. Fue en la localidad francesa de Colliure, cerca de los Pirineos franceses, a orillas del Mediterráneo.
Picasso, Derain, Dufy, Chagall, Matisse y Marquet también fueron a dar a Colliure. Hay allí una luz tan especial que se le llama La ruta del fauvismo, por aportar paisajes que fueron eternizados en algunas de las obras de ese movimiento. Pues allí en ese rincón también tan especial para los poetas, siguen los restos de Antonio Machado y su madre. De hecho Luis García Montero ha pedido desde hace algunos años llevar los restos a España. Machado murió el 22 de febrero de 1939 y un mes después le siguió ella.
El gran poeta español, el más joven de la generación del 98, nació hace 150 años, el 26 de julio de 1875 en el palacio de las Dueñas (en Sevilla), propiedad de los duques de Alba, de la que Demófilo (alias de su padre Antonio Machado) era administrador.
Su aparición como poeta público tuvo lugar en 1901, en la revista Electra de la que su hermano Manuel era jefe de redacción. A partir de ahí, su vida literaria se desplegó. Conoció a Rubén Darío y a Juan Ramón Jimenez.
Se enamoró de Leonor, de 14 años y con ella se casó a los 16. Viajó con Leonor a París, donde se instaló a comienzos de 1911, en el Hotel de l’Académie, en el Barrio Latino, para asistir a algunos cursos literarios. La tarde del 13 de julio, víspera de la Fiesta Nacional francesa, Leonor esputa mucha sangre de origen tuberculoso, por lo que fue internada un largo periodo en una clínica. Fue Rubén Darío quien le ayudó a trasladarse a España, y el 15 de septiembre se reinstalaron en Soria. Desde entonces, su vida se centró en atender a su esposa. Leonor falleció el 1 de agosto de 1912. Siempre pendiente de su hijo Antonio, doña Ana había llegado a Soria el día anterior.
“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla / y un huerto claro donde madura el limonero; / mi juventud, veinte años en tierra de Castilla; / mi historia algunos casos que recordar no quiero…”, se lamenta Machado en su poema Retrato.
Vida breve y sufrida
Huye de Soria y se va a Baeza, donde se hunde en la soledad y en el abismo del duelo. En una carta de 1912 a Juan Ramón Jiménez, le había confesado que alguna vez consideró la posibilidad del suicidio: “Cuando perdí a mi mujer pensé pegarme un tiro”.
Años después, en tiempos más favorables encontró en Segovia el impulso para participar en la vida ciudadana mediante clases gratuitas y a apoyar la recién constituida Universidad Popular, de la que surgiría la revista Manantial (1928-1929). En 1923 publica en el primer número de Revista de Occidente, “Proverbios y cantares”. Su creciente concienciación civil le llevó a firmar el manifiesto de la Liga Española para la Defensa de los Derechos del Hombre (1922). Con la deriva de la vida política española, el 11 de febrero de 1926 se adhirió al manifiesto de Alianza Republicana. Esto desembocó en menos poemas y más ensayos. Y más que todo, teatro.
En 1926 dio a Revista de Occidente la primera entrega del Cancionero apócrifo de Abel Martín. En 1927 fue elegido miembro de la Real Academia Española, aunque iría aplazando la redacción de su discurso de ingreso, del que en 1931 escribió un borrador, y finalmente no llegó a tomar posesión de su silla. Lo que acaba de suceder simbólicamente este pasado martes.
El republicano
El día del advenimiento de la República, 14 de abril de 1931, Machado fue uno de los que izaron la bandera tricolor en el Ayuntamiento de Segovia.
Luego marchó a Madrid donde se encargó de de la organización del teatro popular. Desde el curso 1932-1933 ocupó la cátedra de francés del Instituto Calderón de la Barca, hasta su traslado al Instituto Cervantes, en el curso 1935-1936.
En 1933 y 1936 se había publicado la tercera y cuarta ediciones de Poesías completas. Su poesía reforzó sus contenidos ideológicos. Los poetas de l;a Generación del 27, encontraron mayor afinidad con sus propuestas.
En enero del 39 todo indicaba que la guerra estaba perdida para la República y el 22, enfermo y con su madre enferma, salió de Barcelona en un convoy de coches de Sanidad. La evacuación fue penosa, más a medida que la caravana se acercaba a la frontera. En la noche del 27 de enero estaban al otro lado del puesto fronterizo, sin documentos, sin alimento, con lo que llevaban puesto. Desde ahí fue llevado a Cerbère, con su anciana madre en las rodillas, en un coche. Al cabo, pudieron recogerse en un vagón de mercancías para pasar la noche. Machado y sus acompañantes salieron por la tarde del 28 para Collioure, donde pudieron pernoctar en el Hotel Bougnol-Quintana. Algunos amigos y allegados se prestaron a ayudarlo en aquellos días aciagos.
Salió muy poco del hotel, según confirmó su hermano José. A mediados de febrero quedó postrado por la enfermedad, lúcido, y con su madre en estado de semiinconsciencia a su lado, una cama junto a la otra. El 22 de febrero falleció Machado. Al día siguiente recibió sepultura en el cementerio de Collioure, envuelto su féretro en la bandera republicana. La madre le sobrevivió solo tres días. Fue su hermano José quien encontró en el abrigo del poeta un papel donde había escrito un verso alejandrino: “Estos días azules y este sol de la infancia”. Allá siguen aún sus restos, uno al lado del otro. En el cementerio de Collioure sigue el autor de estos versos: “Caminante, son tus huellas / el camino y nada más; / Caminante, no hay camino, / se hace camino al andar. / Al andar se hace el camino, / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca/ se ha de volver a pisar. / Caminante no hay camino / sino estelas en la mar”.
Otra vez Machado es miembro de la academia
98 años después ha sido aceptado, otra vez, como en un remake, en la Real Academia de la Lengua Española, el poeta Antonio Machado. El discurso de aceptación esta vez fue leído por José Sacristán. Cosa que según ABC, ya se había hecho en mayo de 1989, cuando Manuel Alvar presidía la Academia. Esta vez después de las palabras de aceptación de Machado, hubo un recital a cargo de Joan Manuel Serrat. En esta ocasión la réplica al discurso la dio Juan Mayorga, que leyó un texto de Azorín en el que el escritor analiza el paisaje castellano de Machado, donde ve un autorretrato.
La saeta
Oh, la saeta, el cantar / al Cristo de los gitanos / siempre con sangre en las manos/ siempre por desenclavar. (Frag)