La figura del director teatral era prácticamente desconocida por los griegos, que dependían para sus producciones del arkon, que normaba las producciones dramáticas en los Festivales Dionisíacos y del corego o ciudadano acaudalado que corría con los gastos.
En 1547 eran Superintendentes quienes se encargaban de que llegaran unificados al espectador los trabajos teatrales. En William Shakespeare se sitúa al progenitor del director teatral de nuestros tiempos. El “consejo” que Hamlet da a los actores para la representación que ofrece a su madre y padrastro, es un testimonio de lo que aseveramos. Sabemos, también, que el poeta isabelino daba indicaciones a los actores y técnicos de sus obras.
La función del director teatral ahora es la de establecer el plan maestro del trabajo escénico. Dentro del teatro moderno es quien conduce el intenso viaje que culmina cuando actores y actrices logran descifrar los grandes enigmas de sus personajes y realizado la invocación de las emociones. Se han encontrado los primeros indicios de esta figura teatral en la Mantua de mediados del siglo XVI. Las reflexiones y teoría del dramaturgo, actor, poeta y consejero teatral de la corte, Leone de Sommi, fueron precursoras del director de ahora:
“Es más importante obtener buenos actores que una pieza teatral buena. Mis actores deben estar listos para seguir instrucciones”. Está hablando casi un director teatral de nuestros tiempos.
Pero, sería entre 1750 y 1850 que los más importantes líderes del teatro de varios países preparaban el momento teatral para que el director hiciera su espectacular entrada en el universo teatral y tomara el control del quehacer en el escenario.
David Garrick, uno de los primeros autócratas teatrales, siendo administrador artístico del Druy Lane… “convirtió la plataforma de la declamación en una escena pictórica rudimentaria, dedicó más tiempo de lo acostumbrado a ensayar, demandó una escenografía, se ocupó más de los actores secundarios y profundizó en la luminotecnia”.
El alemán Honrad Eknof, en su Academia de Actores, en 1753, indicó que “no se produciría ninguna obra sin haberse leído antes”. Llegamos aquí ya al ensayo de mesa y al análisis.
Goethe, como supervisor del Teatro de la Corte de Weimar, perfeccionó muchas técnicas para el nuevo arte de la producción.
Utilizó lecturas y ensayos rigurosos, estipulando que “uno no puede permitirse hacer nada en el ensayo que no podría hacer en la función”. ¡El director de teatro está ya abriendo la puerta!
A William Macready se le considera el precursor de los “regisseur”. Para él, el ensayo era “sinónimo de terreno de prueba artística, no un mero correr de obra”. Charles Kean, llamado el ‘príncipe de los administradores escénicos’, logró uno de los primeros trabajos que hoy podríamos llamar profesional en el criterio moderno. Su interpretación del Rey Lear fue una gran influencia en muchos que serían figura de primer orden en el teatro universal.
Pero la consumación de todos los esfuerzos realizados por los antes citados, corresponde al duque de Saxe-Meiningen, un artista de la nobleza alemana y que habría visto en Londres, en 1850, los trabajos de Kean.
En la historia teatral, el 1 de mayo de 1874 tiene un lugar muy especial. En esa fecha Jorge II, duque de Saxe-Meiningen, llevó a Berlín su desconocida, hasta entonces, condición de director teatral. Mostró ensayos intensivos, actuación integrada, disciplinada, escenografía y decorados de gran fidelidad histórica para crear un cuadro escénico realista. Pero aún más: convirtió la figura humana en movimiento en una unidad pictórica de la escena y utilizó profusamente las llamadas acciones secundarias.
La obra que llevó el duque a Berlín fue Julio César, de Shakespeare. El mismo Jorge II diseñaba los decorados y la escenografía y ordenaba cuantos pliegues debía tener cada vestuario. En los ensayos su autoridad e imagen de director moderno quedaban claramente evidenciados. Él “unificaba las artes teatrales hasta convertirlas en una sinfonía visual de detalles llenos de una aura especial”.
Por primera vez todos los elementos teatrales estaban a disposición de los actores con suficiente tiempo para que ellos pusieran perfeccionar su uso. El trabajo de este hombre sirvió de inspiración a dos de los grandes maestros de nuestros tiempos: Antoine y Stanislavski, que anotaron y estudiaron el plan de trabajo, actitud y disciplina del que reconocemos hoy como el primer director teatral formal y profesional de la historia.
Me inclino reverente ante este precursor de todos nosotros. El padre fundador. Y lo aplaudo mientras imagino, todavía emocionado, cómo él miraba correr su… ¡Telón!