El 2 de diciembre de 1972 se realizó en Manzanillo -ciudad donde no nací, pero de la que soy hijo-, el Encuentro de Jóvenes Trovadores. En el Parque Céspedes, frente a la Casa de la Cultura, colocaron una cama de patana (rastra en Cuba) y allí -yo en primera fila, acodado al metal,- se leyó la declaración de nacimiento del Movimiento de la Nueva Trova.
Encaramados en esa tarima improvisada, anunciados por el locutor y vecino mío César Polo, los jóvenes trovadores Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Noel Nicola, Sara González, Vicente Feliú y Augusto Blanca, fundaban un movimiento que si bien dejó de existir como organización, expuso los pilares éticos y estéticos de una canción diferente, con temáticas revolucionarias y que además de elevar el nivel poético de las letras, servía a la tarea movilizativa de la juventud a favor de la Revolución.
Este diciembre harán 50 años de entonces.
Dentro de ese movimiento, la canción de Pablo Milanés, su obra, ha sido el puente más coherente de continuidad entre la trova tradicional y la nueva trova. Los principios estéticos de la nueva trova han perdurado más que los principios éticos de aquel movimiento dirigido por la juventud comunista que más que otra cosa, era de agitación y propaganda.
Pablo ha muerto en Madrid. Como la sierpe que se muerde la cola, regresó a los orígenes, con un disco que ha sido una real sorpresa.
Se trata de una grabación que realizó en Cuba con tres jazzistas jóvenes: Rolando Luna, Gastón Joya y Ramsés Rodríguez, con Standards de jazz (2019) norteamericano. Un disco original, íntegramente cantado en inglés, donde volvió a la esencia de sus primeros años de intérprete en los clubes nocturnos de la Habana a inicios de los años 60, cuando participó en el Cuarteto del Rey.
Para entonces Omara ya lo había introducido en ese templo de la música cubana que fue la casa del callejón de Hamel, donde vivía Angel Díaz, autor de Rosa mustia y su padre, el principal animador del filing.
Con Pablo se va quien llevó las esencias más cubanas a la nueva trova. Una voz única, irrepetible. Un hombre íntegro, ético, consecuente, honrado y valiente.