Del Washington Ballet al Boston Ballet, de ahí a bailar en La ópera de París. Ejemplo de valentía para la juventud
Alexa Torres parece una adolescente de 16 años, aunque tiene 25 años. Fue una alumna aventajada de la maestra Norma García, directora del Ballet Clásico Santiago, en el que comenzó a estudiar a los cuatro años. Bailar en La Ópera de París fue su sueño. Ella lo ha logrado.
¿Cómo influyó su hogar en el gusto por el ballet?
Desde chiquitita mi mama siempre me dijo que hiciera lo que yo quería ser. Nunca me puso presión en nada. Si le decía que quería ir a tomar una clase de ballet a la capital, ella se montaba en el carro y me llevaba, así igual cuando fuimos a Nueva York, a Miami. Siempre fue el tipo de mamá que me inspiraba a que yo fuese los que quería ser por vocación, que me hiciera feliz. Ella nunca me puso nada de ideas en la cabeza de lo que ella quisiera para mí. Mi papá también fue lo de ‘querer es poder’ y ‘trabajar por la excelencia’. Mi padrastro, que es un artista total, dueño de un restaurante italiano, siempre me apoyó, siempre fue muy inspirador.
¿Qué aportó Norma García?
Cada vez que pienso en ella se me pone los bellos de punta, porque le agradezco infinitamente lo que hizo por mí. Cuando Norma vio que había algo en mí, el potencial, pero sobre todo las ganas, el fuego, me tomó en sus manos, y no me soltó, nunca me ha soltado. Tengo momentos en mi vida en que literalmente la escucho en mi cabeza diciéndome “no puede parar ahora, no te puedes dejar caer, voltéate y sal al escenario, que no te queda de otra, con miedo o sin miedo tienes que hacerlo”. Siempre fue así. Una persona con demasiados conocimientos de ballet, que siempre me enseñó lo que era buen ballet, y lo que no lo era. Me enseñó mucha resiliencia, que cuando salí de ahí yo siento que estaba preparada para lo que me llegó. Así que le debo mucho a ella.
¿Después del Ballet Santiago, adónde fue a dar?
A los 14 años logré una beca de ballet y académica para estudiar en el Kirov Washington Ballet, en Washington DC, todas mis maestras eran rusas. Trabajé con Marianna Lovanova y Stanislav Isaev.
¿Cuántas horas del día dedica a la danza?
En un día de ensayo trabajaría desde las 9:00 de la mañana más o menos hasta las 6:30 de la tarde. Si tenemos show he trabajado desde más o menos las 10 de la mañana hasta que se acabe el espectáculo, a las 11:30 de la noche.
Los días que no baila, ¿sigue conectada con la danza?
Depende. Los días de descanso de verdad en que llevo cinco shows seguidos o bailando mucho y estoy exhausta, intento no pensar en ballet. Es difícil, pero desconecto. Salgo a tomar un café, ver amigos, llamo a mi mamá. A veces sí ejercito pero cómo mover el cuerpo de otra manera. Pero si llevo un tiempo sin bailar y estoy de vacaciones, sí me pongo a ver videos y a pensar en coreografías y eso.
¿Le gustaría crear?
Hasta hoy no me ha dado inspiración de crear algo. Puede que si conozca a alguien que me inspire, puede que me nazca, pero todavía no.
¿No se ha enamorado?
No. Yo quiero bailar..
¿Qué es la ambición para Ud?
Diría que es saber que es suficiente querer, para poder. Y tener miedo pero con ese miedo, saber que todavía lo puedes hacer.
¿Quién le dijo que podía llegar a La Ópera de París?
Mi mamá hizo que mi subconsciente fuese muy resiliente en ese sentido. Tener una persona que siempre me decía que sí, lo puedes. Al llegar al momento de preguntarme ¿puedes?, tener esa vocecita de mi mamá adentro, me preparó para tomar esas decisiones..
Decisiones muy arriesgadas. ¿Ha tenido que soltar cosas seguras, para aventurarse ?
Que conste, siempre he tenido miedo.
Ahí fue primera bailarina en los años 40 Alicia Alonso.
Sí. Y Michelle Jiménez. Cuando estaba en esa transición de la escuela a una compañía profesional, conocí a la directora que en ese momento tomó la dirección, July Kent, una primera bailarina del American Ballet Theater. Y cuando la conocí tuve una conexión muy bonita con ella. Al ser mujer, mi primera compañía, yo tenía 17 o 18 años, sentí que me tomó bajo su ala y ella su esposo, su familia, fueron muy cálidos conmigo, y siempre supe que iba a sacar lo mejor de mí, en seis años no pude agradecerle más por lo que hizo. Ya allí casi estaba bailando como una primera bailarina. Bailé varios papeles principales. Mis últimos dos años ahí, bailé mucho Balanchine. Aprendí a enamorarme de su coreografía, y también muchos otros clásicos. Casi todo lo que bailé ahí me encantaba. Bailé La ofrenda de cumpleaños, de Frederick Ashton, un ballet hermoso que casi no se hace, que lo bailó por primera vez Margot Fonteyn. ¡Hermosísimo! El lago de los cisnes, bailé La Bella Durmiente dos veces, la primera vez fui un hada y la segunda hice la Aurora. Fue demasiado lindo eso. Bailé Chaikovsky’s Pas de deux, Sérénade, de Balanchine también, esa trayectoria fue muy linda, la verdad.
¿Eso la preparó para Boston?
Yo diría que para París… Me fui a Boston porque ella dejó la dirección en un momento en que yo todavía no sabía si lanzarme a la Ópera, ya que tenía contratos muy cortos (en París), y como dominicana eso es visa a visa y riesgos. Así que dejé tomarme ese año en Boston, para aprender más mi cuerpo, ya que es una compañía muy fuerte, muy buena. Bailan mucho contemporáneo, neoclásico, muy extremo. Y sentía que me faltaba para lanzarme a la ópera de París o Europa. Que es un mundo totalmente diferente. Y fue solo un año, pero muy enriquecedor como bailarina.
¿Cuáles roles soñaría con incorporar a su repertorio?
Quisiera comenzar por William Forsythe, del cual nunca he bailado un ballet. Me da mucha curiosidad y un poco de miedo. Si Balanchine es extremo, Forsythe es ya el otro nivel. Siento que sería demasiado enriquecedor y gratificante bailar un ballet suyo. Pero también los clásicos. Quitera, de Don Quijote; Julieta de Romeo y Julieta; Giselle es uno de mis favoritos; Aurora, pero en otro teatro.
Me da curiosidad cómo sería un papel principal en La Ópera de París.
Roles por bailar
Quisiera comenzar por William Forsythe, del cual nunca he bailado un ballet… Si Balanchine es extremo, Forsythe es ya el otro nivel.”