Edilenia Tactuk ha convertido uno de los más incómodos venues de Santo Domingo, en un teatrazo.
Edilenia Tactuk es tan talentosa como aguerrida, tan creativa como productora. En ella coinciden las tres santas S: la sensibilidad para saber qué puede ser trascendental; el sensor para saber cómo lograrlo, y la sensatez para determinar el tiempo y espacio en que lo hace realidad.
A falta de espacio en el Teatro Nacional -este país pide a gritos un Palacio de Eventos o de Convenciones o de Congresos con múltiples salas de diferentes tamaños-, Edilenia se inventó zsu propio teatro.
El llamado “teatro” La Fiesta, en realidad un salón de fiestasdesde hace 75 años, ha sido “intervenido” arquitectónicamente por Patricia Cuevas, Penélope reyes y Millet Juan Filpo, de tal modo, que quien lo ve, no puede pensar en verlo de otra manera. Ahora sí es un teatro con un excelente patio de butacas. Lo ha hecho por una razón mayor. Su hija Alicia Cabrera debuta en la obra como directora artística, junto a Attilio Rigotti, traído desde Nueva York para hacer realidad el musical “Matilda”. Un sueño de madre e hija desde el 2013.
La producción que, además de mostrar las posibilidades de camuflaje del Teatro la Fiesta, para que parezca Brodway, aporta una nueva camada de actores niños y adolescentes, que serán las futuras estrellas de la escena dominicana del resto del siglo XXI, si es que no sucumben la cultura dominicana tal y como la conocemos hoy, ni su hermosa tradición de teatro musical.
Matilda, puntos de partida
El acercamiento como musical a Matilda pudo ser desde distintos puntos de partida: uno, la obra literaria y otro la primera de las dos versiones cinematográficas. La primera, de 1996, protagonizada por Danny De Vito. La segunda del 2022, basada en el propio musical, como una sierpe que se muerde el rabo. El filme establece algunos esquemas de personajes prefijados gracias al poder de la imagen real. Pero el autor del libreto Dennis Kelly es el autor del guion de la segunda película. El libro de Roald Dahl permite mayor vuelo poético, imaginarse los personajes tal y como cada lector lo ve en su alma. Quien suscribe hubiese deseado más esta variante.
Sin embargo, gracias al uso del segundo filme como un juego de espejos, la puesta en escena dominicana pude blasonar del pesonaje mejor logrado de todos, el de Gracielina Olivero como Tronchatoro. Parecería que toda la experiencia en las tablas desde bailarina principal del Ballet Nacional Dominicano, pasando por cuanto papel ha asumido en el teatro y el cine, se ha visto resumido en esta versión tan corporea como espiritual de un personaje inolvidable.
El musical tiene en Ema Roque una maravilla de debut. Su personaje es seguro, simpático y atrevido, aunque a veces trastrabilla un poco el discurso, algo que seguramente irá corrigiendo, pero que es normal, porque tanta letra en la cabeza para asumir el protagónico no es cosa de coser y cantar. Su talento es innato. Y su gracia es auténtica, orgánica, tan limpia como el rocío al amanecer en los campos.
Judith Rodríguez estructura su Spa Wormwood a partir del personaje de esa segunda película. Un personaje que resulta por momentos un poco clownesco, aunque deja por sentado su gran capacidad de desdoblamiento, su versatilidad técnica, en los cambios que es capaz de ofrecer con la voz o en el orden gestual.
La Señorita Miel es tan dulce y sencilla como su nombre en la piel de Mencía Reyes. Dentro del colectivo son destacables los adolescentes Manu Chacín, Ernesto Robles y Mariana Ramírez (como Lavanda), así como José Enrique.
Hay momentos coreográficos de muy alta calidad que llevan a altos picos de aprobación. Así como la mayoría de los momentos en que Matilda hace la doble voz con algún personaje. La dirección orquestal de Janina Rosado es un plus.
En la primera parte del espectáculo el sonido no estuvo feliz, muchas veces no se entendía lo que cantaban o decían los personajes. En la segunda parte se solucionó. Sobran varias escenas, en especial la introducción de la segunda parte.
Matilda, a pesar de esos detalles, es un musical antológico, tanto por su realización, como por lo que exigió del teatro transformado.
Algunos aspectos técnicos de la obra
La solución escenográfica es ágil e impactante. Aunque otros, además de la puerta central y dos paneles a su derecha, podrían haberse utilizado con diferentes variantes. Todo parece que ocurriese en la Biblioteca y no es así.
El diseño de luces es eficiente. También el diseño de vestuario, sobre todo en Tronchatoro y Spa Wormwood. Ambos personajes demandan un maquillaje rico en creatividad, y se logra en ambas ocasiones. El personaje de Miguel es un pobre clown. Convincentes los “rusos” al final. Impacta el último cuadro coreográfico de los niños.