Pasión Vega ofreció un concierto en el que destacó la cultura dominicana ante el resto de las naciones
Pasión Vega, de rojo y de espaldas al público arrancó cantando. Ya en la segunda estrofa fue girando lentamente, con una flor en mano. Piano y contrabajo, chelo y escobillas en el drum. “Yo no podría ser el alba sin un lucero”, dice De tripas corazón, del compositor Arturo Pareja Obregón.
Luego saludó a los presentes en el Día de la Raza. “Vengo por la vereda con el delirio / con este gesto que me da el sol”. Cantó en Cuando amanezca, de Fernando Arduán Pérez.
El maestro sacó el acordeón. Se titula danzón algo que no lo es: “Danzón del corazón”, de Carlos Cano, unas coplas moviditas que dicen: “A cambio del olvido te entrego el alma”.
Después desembarcó un bolerazo. Querría, de El Kanka. Flor en mano.
Y una bachata muy española que hizo. Habló del espectáculo de homenaje a Lorca y compartió Pequeño vals vienés., del poeta de Granada. Piano, mandolina, contrabajo y drum.
Bebió, que sí, pero un sorbo de agua. y se cantó la Baladilla de los tres ríos, que el poeta dedicara a Salvador Quintero. Otra de Federico.
Con La Tarra presentó la banda y salió del escenario.
La banda siguió tocando con solos de contrabajo y batería. Y claro, de piano. Retomaron la frase inicial de la melodía y cerraron.
Vestida de color perla
Ahora fueron piano, chelo, contrabajo y drum para ir a México. Noche de Ronda, de Agustín Lara.
Pasión regresó a escena con otro vestido. Este de color perla, siempre de hombros al aire, estilo griego. Y en el canto melismas al repetir la estrofa final.
Ella misma lo anunció. “En esta segunda parte un ramillete de canciones que me llevan a mi infancia. Les hemos preparado una sorpresa de canciones que espero que sea parte de sus vidas y les guste”.
A guitarra limpia, se metió México adentro, por una de las aurículas del corazón azteca.
“Tomate esta botella conmigo y en el ultimo trago nos vamos”, cantaba en El último trago, de José Alfredo Jimenez (1926-1973).
El tema fue sembrado en la memoria más contemporánea con la voz bohemia y beoda de Chavela Vargas.
También de José Alfredo Jimenez cantó: “Y si quieren saber de tu pasado / Es preciso decir una mentira / Di que vienes de allá, de un mundo raro / Que no sabes llorar, que no entiendes de amor / Y que nunca has amado”. Un mundo raro (1958), una canción que 66 años después sigue viva y produciendo royalties.
Que te vaya bonito, himno al adiós, surgido mientras el maestro escuchaba un disco de The Beatles comprado por su hija Paloma. Paz que fue quebrada por el reclamo de su última esposa Alicia Juárez, que le reclamó que no la atendía y surgió otra de las tantas discusiones tóxicas de la pareja. A lo que el compositor le dijo que ese era el fin. Y le escribió la canción. Alicia dejó encendidas todas las luces de la mansión, de lo cual surgieron dos versos: “Cuántas luces dejaste encendidas? / Yo no sé cómo voy a apagarlas”.
El homenaje finalizó con El jinete.
Cada canción una una declaración de amor y muestra de una arquitectura de la simpatía y del gran arte de cantar y el buen gusto en las selecciones.
Después cantó La gata bajo la lluvia, de Rafael Pérez Botija, del disco Confidencias (1981), con el recuerdo de Rocío Durcal. Con acordeón y guitarra, se puso un chal. “Le gusta por la mañana, después del café bebío, pasearse por La Habana con su cigarro encendío”, cantó parte de una décima pintoresca de Manuel Escacena, de 1908. La unió con Fina estampa de Chabuca Granda.
Otro fue el homenaje a Miguel de Molina, malagueño exiliado en Argentina, que popularizó La bien pagá, de Juan Mostazo y Ramón Perelló. Copla con zambra que cantó Manuel Bandera en la película Las cosas del querer (1989) de Jaime Chávarri. Y antes Sarita Montiel en Varietés (1971), de Juan Antonio Bardem.
Pasión en chal blanco y negro cantó Y sin embargo te quiero, de Manuel López-Quiroga, donde incluyó lágrimas, que no de maquillaje ni atrezzo. Ovacionada.
Se quitó el chal e hizo Tan poquita cosa, de Javier Tizón, de su disco Flaca de amor. Y claro que no podía faltar María se bebe las calles, de A. Martínez Ares, del disco Banderas de nadie.
Llegó un momento muy especial con el dominicano Federico Méndez en la guitarra, para el tema Paraíso soñado, de Manuel Sánchez Acosta, que Pasión dedicó a Pepe Copello.
Siguió ya con sabor a finales, Malagueña salerosa, de Pedro Galindo y Elpidio Ramírez Burgos, y que popularizara Miguel Aceves Mejía.
El final aterrizó a todo lo ancho del escenario con Gracias a la vida de Joan Báez y Mercedes Sosa. Mientras lanzaba flores al público.
Claro que hubo ñapa y a petición del público Lucía (a piano), de Serrat.
Salió el grupo a escena. Agradeció a los técnicos y al público y cantó para el adiós, Todo lo que tengo, de Jorge Marazu. “No me quiero despedir, será mejor”, cantaba, vestida de perla, como una diosa del panteón griego. Regia. Espléndida.