Con La Broma (1968), Milán Kundera -quien acaba de morir el 11 de julio en París-, demostró que era mucho más que un escritor.
Queda en la historia de la literatura como uno de los creadores que tras la experiencia del socialismo, ponen a pensar al hombre en sí mismo.
Lo advirtió Jean Paul Sartre: “La pregunta que plantea Kundera es sumamente radical: ¿por qué debiéramos sentir amor por ellos? (por los hombres). Sí, ¿por qué? Tal vez podremos responder a esta pregunta un día, tal vez nunca”.
En La broma, su primera novela y reconocida como ‘la Biblia de la contrarrevolución’, se muestra una juventud gris, triste, nostálgica.
Una novela-ensayo donde logra definir el camino de su obra posterior.
Es la novela de una broma en un mundo sin sentido del humor.
“¡El optimismo es el opio del pueblo!”, escribe Ludvik.
Una broma mal comprendida que rompe la vida de Ludvik. El personaje que advierte que su tragedia personal quedará para siempre vinculada al ridículo de un chiste.
Esto, planteado sobre el trasfondo de la política donde la Historia y la sociedad son un circo. Pero un circo triste.
La historia me recuerda la del hijo del gran escritor ruso olvidado Andrei Platonov. El autor de ese gran monumento literario que es Chevengur. Y de esos cuentos y realtos incluidos en El Río Potudán o El tercer hijo, que tanto influyeron en Ernest Hemingway y El viejo y el mar.
Sucede que una vez, el hijo de Platonov, un adolescente que cursaba, si mal no recuerdo el 10mo curso, escribió en el mural de la escuela una chastuski.
Las chastuski son un tipo de verso ruso, muy popular, por lo general improvisado, y con caracter eminentemente humorístico.
Alguien interpretó aquello como que estaba dirigido al diosito Stalin.
El muchacho fue preso, torturado en las mazmorras de la Cheka y luego junto a su padre enviados al inxilio: el destierro de la Siberia.
El hijo murió a los 16 años de tuberculosis. Y al cabo de los años, su padre pudo regresar a la capital, pero como guachimán (guarda) de la Unión de Escritores Soviéticos. Para más escarnio moral.
Platonov, según el mismísimo Hemingway, era el mejor escritor ruso.
La cuestión es que el fenómeno es de lo más natural en los países socialistas. Tanto los del llamado Socialismo Real como los del llamado Socialismo del Siglo XXI.
Su esencia represiva, matiza su definición como un sistema sin sentido del humor.
La Academia Sueca le ha hecho la broma de dejarlo morir a los 94 años sin darle el merecido Premio Nobel de Literatura.
Así que a Milán Kundera hay que recordarlo también por su solidaridad con todos los que lucharon contra la falta de humor de los regímenes totalitarios.
Raúl Rivero, el gran poeta cubano, dueño de uno de los sentidos del humor más desopilantes que pueda nadie conocer, falleció el 6 de noviembre del 2021 en Miami.
Había sido condenado en Cuba a 20 años de prisión por pensar y publicar artículos donde ponía al descubierto la verdad de Cuba.
Siempre fue muy agradecido a Milán Kundera por el apoyo a la búsqueda de su libertad.
“La broma es su gran novela”, me dijo una vez Rivero. “Estoy de acuerdo”, le dije, “aunque sea en broma”.
Acabábamos de leer La insoportable levedad del ser.