En un detallado y muy personal relato en la revista The New Yorker, el escritor de origen dominicano Junot Díaz describe el abuso del que fue víctima como un trauma que lo ha tenido paralizado y en silencio durante más de cuatro décadas y que lo ha llevado a depresiones, relaciones fallidas e incluso a tratar de suicidarse en varias ocasiones.
“Sí, me pasó. Me violaron cuando tenía 8 años. Fue un adulto en el que confiaba. Después que me violó, me dijo que debía volver al día siguiente o estaría ‘en problemas’. Y como estaba aterrorizado y confundido, regresé al día siguiente y me volvió a violar. Nunca le conté a nadie lo que pasó, pero hoy te lo digo a ti y a cualquiera que quiera escucharlo”. Con estas palabras, el reconocido escritor de origen dominicano Junot Díaz rompe un silencio de más de 40 años en un artículo en la revista The New Yorker, del cual se hizo eco Univisión.
En un texto muy personal titulado ‘El silencio: el legado de un trauma de infancia’, el escritor responde a un lector que hace años, en un evento de firma de sus libros en Amherst (Massachusetts), le preguntó si las escenas de abusos que describía en sus historias le habían sucedido, algo a lo que él respondió con una evasiva. “Han pasado años y siento no haberte contestado. Lo siento por ti y por mí (…) Todavía tengo miedo, pero lo voy a contar de todas las formas”, justifica antes de arrancar con la confesión. Lo que viene después es el recuento de cuatro décadas de dolor tras la violación, que sucedió poco después de mudarse de República Dominicana a Nueva Jersey, y que hasta ahora se había mantenido para sí mismo. “Nunca tuve ayuda, ni ningún tipo de terapia. Nunca se lo dije a nadie”, confiesa.
El trauma que le dejó el abuso le llevó por diferentes etapas en su infancia y adolescencia, que incluyeron depresiones, malos comportamientos, alejarse de sus amigos e incluso varios intentos de suicidio, el primero de ellos cuando tenía solo 14 años.
“Casi me destruyó”
“Puedo decir verdaderamente que casi me destruyó. No solo la violación, sino todas las secuelas: la agonía, la amargura, la auto recriminación, el asco, la desesperada necesidad de mantenerlo escondido y en silencio. Jodió mi infancia, jodió mi adolescencia, jodió toda mi vida”, afirma. “Más que ser dominicano, más que ser inmigrante, mucho más que ser de descendencia africana, mi violación me definió. He gastado más energía huyendo de ella que viviendo. Después de todo, a los ‘verdaderos’ hombres dominicanos no se les viola. Y si no era un dominicano ‘verdadero’ no era nada. La violación me excluyó de la hombría, del amor, de todo”.
Tras el segundo intento fallido para quitarse la vida con las pastillas para el tratamiento de cáncer de uno de sus hermanos, le llegó una carta que, en sus propias palabras, le abrió una puerta de esperanza que le salvó la vida. Fue una carta de aceptación a la Universidad de Rutgers. “A solo una hora de mi casa en autobús, estaba muy lejos de mi vida anterior y estaba muy vivo con la posibilidad de que por primera vez en mucho tiempo sentía algo que se parecía a la seguridad”, cuenta.
Una vez ahí, recuerda, consiguió reconstruirse a sí mismo: comenzó a correr, a levantar pesas, se hizo activista, tuvo sus primeras novias y era un chico “popular”. Así enterró de alguna manera su vida anterior y la violación y lo cubrió con lo que él llama una “máscara de normalidad” con la que ha tratado de protegerse por muchos años.
Depresión, adicciones y mucho sufrimiento
Sin embargo, el trauma permaneció con él y le llevó a numerosas relaciones fallidas por diversos motivos, que fueron desde la imposibilidad de tener sexo con sus novias hasta múltiples infidelidades. También cuenta que ha pasado por distintas etapas de depresión, adicciones y mucho sufrimiento, unas constantes que permanecieron cuando acabó la universidad y se mudó a Nueva York para publicar su primera novela Drown y también después: desde los años de sequía literaria hasta sus mayores éxitos como cuando se hizo con el premio Pulitzer por su novela La breve y maravillosa vida de Oscar Wao.