Un país que no coloque la cultura en el centro de su accionar nunca se podrá desarrollar económicamente
Aparte de las concebidas implicaciones económicas que aportan las industrias culturales, existen otros motivos por los cuales la cultura es importante para el desarrollo económico del país.
En los años 70 y 80 del pasado siglo, no existía el término industrias culturales o industria naranja. Pero sí existía el término Economía de la Cultura, que en esencia se refería a lo mismo.
Por aquellos tiempos, una investigación realizada por un equipo, del cual formó parte quien suscribe, en la fábrica de automóviles Moskvichí (Moscovitas), llegó a la conclusión de que los dirigentes empresariales, diseñadores, ingenieros y técnicos de graduación superior, así como mecánicos y obreros calificados, tenían distintos grados de respuesta ante las dificultades de los obstáculos cotidianos en la línea de producción, en dependencia del grado de implicación de estos con la vida cultural activa.
Así, quienes participaban de manera directa y creativa, como artistas o aficionados en un coro, en grupos de danza, teatro, o eran escritores, pintores, o actores de un grupo teatral, por solo poner algunos ejemplos, tenían un altísimo grado de respuesta con rapidez y eficiencia en los obstáculos que exigían creatividad en la línea de producción.
Otros, los que asistían al teatro, a óperas, ballets, dramas o comedias, leían libros, iban al cine, visitaban galerías de arte, museos, o asistían a conciertos sinfónicos o de música popular, respondían de manera eficiente a los mismos retos.
Pero aquellos que tenían cero relación con algún aspecto del arte y la cultura, no solo eran más lerdos en su respuestas, sino que estas carecían absolutamente de creatividad y por lo general eran mediocres. Coincidía con que una cantidad significativa de este grupo padecía de alcoholismo, llegaban tarde al trabajo y su relación con el sentido de pertenencia al colectivo laboral era de cero compromiso.
El hombre económico
Entre las teorías más interesantes que se han movido en las últimas décadas, están las de la “economía del comportamiento”, que colocan en el cetro de todo al llamado “hombre económico”.
En 2016, Karla Hoff, a la sazón economista principal del Banco Mundial, quien codirigió el Informe sobre el desarrollo mundial 2015: mente, sociedad y conducta”, reveló una serie de nuevas conclusiones acerca de la economía del comportamiento y sus consecuencias normativas en ámbitos como la desigualdad, la corrupción, el género y la violencia.
“Gran parte de nuestro pensamiento es inconsciente; tomamos decisiones de las que no estamos ni siquiera conscientes”, dijo Hoff. “El contexto nos afecta mucho en el momento de tomar una decisión”.
“El segundo aspecto de la economía del comportamiento va más allá de la idea de una persona que es influenciada inconscientemente por el contexto del momento en que se toma la decisión”, explicó Hoff. Las experiencias de vida de una persona dan forma a sus preferencias, conocimientos y percepciones. Modelan a la persona. “Todos recurrimos a las narrativas, y la cultura les da forma. Ellas influyen en cómo interpretamos las acciones, cómo pensamos y cómo nos comportamos”, expresó.
“Tener narrativas alternativas fija los pensamientos y cambia las conductas”, concluyó Hoff.
Por un Congreso de la Cultura
Hay que aplaudir que el Ministerio de Cultura se haya decidido a revivir la experiencia de José Antonio Rodríguez al frente de la cartera, cuando en 2014 midió a través de la Cuenta Satélite del banco central y la Encuesta Nacional de Cultura, los aportes de la cultura al Producto Interno Bruto.
Esos aportes hoy día, solamente con la industria del cine y la reactivación del sistema de conciertos y espectáculos debe andar por el 3%.
Para que se tenga una idea de cuánto puede aportar una industria -por ejemplo, musical- organizada, tomemos como ejemplo un informe presentado al Ministro de Cultura y Comunicación de Francia en noviembre de 2004, según el cual en 2003, el valor añadido generado por el sector a través de actuaciones en directo y grabadas (que entonces ascendía a 11.000 millones de euros), era equivalente al de la aeronáutica , construcción naval y ferroviaria.
Es por ello que se necesita una visión desperjuiciada desde el Estado, sobre todo del ministro de Hacienda, y otros funcionarios de la economía, pero sobre todo del primer mandatario de la nación, para darle el vuelco que necesita el sector cultural.
Sería muy favorable que se realizara un Congreso de la Cultura, encabezado por el presidente Abinader y donde tomen parte las mentes culturales más destacadas del país, para organizar el sector y convertirlo en un factor aportador a la economía, que a la vez convierta a la Cultura en el escudo de nuestra identidad nacional y el desarrollo.
Investigación de Karla Hoff
Hoff mencionó en el evento del Banco Mundial, su investigación en Bengala occidental, en la que un grupo de teatro participativo representaba obras centradas en las normas sociales opresivas. Después de una representación, el público podía desempeñar el papel de la víctima y tratar de encontrar una nueva solución.
Al debatir los resultados, las obras de teatro son los pilares de una nueva respuesta a las situaciones de la vida real. Los datos de 3000 hogares mostraron a la economista que, en los pueblos donde se habían presentado las obras de teatro, las mujeres entrevistadas informaron de manera privada menos abusos y menos restricciones de parte de los maridos.
Congreso
Un Congreso de la Cultura encabezado por el presidente podría provocar un cambio de raíz que impulse la economía nacional.