La última vez que estuvo Alicia Alonso en República Dominicana puede haber sido en el 2008. Entonces, como siempre, le acompañaba Pedro Simón, su eterno bastón. Ya Alicia no bailaba, pero le gustaba viajar, al frente de la troupe. Su sola presencia provocaba respeto, admiración y aplausos.
Entonces la compañía aún contaba con algunos otros elementos históricos o que arrastraban consigo la solera de uno de las mejores ballets del mundo que llegó a tener, además de a su fundadora, a otras joyas inolvidables como Mirta Pla (1940-2003), Loipa Araujo (1941), Aurora Bosch (1942) y Josefina Méndez (1941-2007), quienes sobrevivieron bailando desde los años 50 y 60 hasta entrados los 80, y casi los años 90 del pasado siglo.Las que no bailaron más se dedicaron a la enseñanza. De manera que ese sedimento cultural del Ballet Nacional de Cuba se mantuvo vivo durante mucho tiempo.
Ahora ya no es así
La compañía que ha viajado a República Dominicana y se ha presentado en la Sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito, está muy lejos de ser aquella compañía. Es cierto que puede que se sientan herederos de la vieja escuela, no lo dudo. Pero esa de ahora es una compañía de ballet de aceptable calidad. A la cual le falta madurez, bailar mucho, viajar y competir.
El público dominicano estaba escéptico. En Cuba las cosas ya no son como antes. El conglomerado de bailarines ahora está conformado por figuras mayormente jóvenes, carentes de la profundidad intelectual, de madurez artística. Esto se pudo sentir sobre todo en el primer acto.
Los primeros minutos de la fiesta popular en la primera escena fueron numerosas las faltas en diversos bailarines. El joven que ocupaba el centro en el primer trío de hombres, cometió varios yerros a lo largo de la obra. Al terminar un assemble casi se cae.
Cuando el príncipe Sigfred va a comenzar a beber y brindar, danzaban las tres parejas centrales y se amontonaban como con Los Hermanos Rosario en unas patronales.
El espectáculo comenzó a tomar temperatura con los desenvolvimientos del arlequín y la llegada de la madre. Y sobre todo cuando Ányelo Montero, bailarín principal, destacó en el paso a tres junto a Chavela Riera y otra joven.
Ányelo es de los pocos que hoy se pueden visualizar con futura proyección internacional y con potencial como solista. Obvio, le debe faltar repertorio, concentración y viajar y bailar fuera del país.
Pudiera decirse que el primer acto concluyó con la compañía ya templada.
Aparece Viengsay
Viengsay Valdés es la nueva directora de la compañía. Sus condiciones físicas pudiera decirse que no son las mejores para el ballet: extremidades cortas, poca expresividad. De hecho, en el cisne blanco, Odette, al menos esa que hizo en la noche del sábado 9 de septiembre, no es de las mejores que se han visto en República Dominicana por estos años. El más reciente fue el de María Bosch en la Gala de la Danza que organiza Mónika Despradel. Y Viengsay no le llega a la mitad de lo que entregó la Bosch en cuanto a espiritualidad y asunción del personaje.
Sin embargo, su desempeño técnico fue aceptable y su conocimiento de la obra es evidente. Quiero pensar que estaba por debajo de sus posibilidades, debido a las exigencias a que se enfrentan hoy día los bailarines en Cuba. Quien redacta supo que de las cosas que han tenido que comprar al llegar han sido agujas. Eso agujas de coser ropa. Que en Cuba si no hay qué comer, tampoco hay agujas para pinchar el globo.
El tercer acto
En el tercer acto los cuartetos, tríos y solistas estuvieron muy bien. La relojería trabajaba a toda máquina. Mención aparte a las solistas Estefanía Hernández, María Luisa Márquez y Alianed Moreno, con acento en María Luisa y sobre todo en Estefanía, dueña de un físico adecuado para el ballet, quien mostró dominio técnico en pasos complicados.
En el tercer acto, en los inicios, cuando bailaba el cuerpo de baile y los tríos acompañados, el mismo bailarín de los errores en el primer acto involucró a su compañera en otra pifia suya.
El primer bailarín Dani Hernández, que hace de príncipe, está bien en su rol. Es sobrio, concentrado, eficiente y sus saltos fueron cada vez más largos. Es dueño de una excelente estructura física y de una personalidad indiscutiblemente de partenaire, con buen futuro internacional. También fue aplaudido Yankiel Vazquez en su rol.
Sin embargo la gran estrella de la noche fue la también primera bailarina Annette Delgado, quien regaló un cisne negro memorable. En su currículum tiene el haber sido artista invitada del Ballet Ópera de Roma, del Ballet Real Danés y de otras compañías.
Hoy por hoy, la gran figura del ballet cubano, según se pudo ver en El Lago de los Cisnes, es Annette Delgado. Segura en el retirè, formidable en los arabesques, a la vez que entregó las más duraderas pirouettes, y unas 28 fouettés en tournant, es capaz de entregar lo misterioso, la maldad oculta del cisne negro, su envolvimiento, su seducción, su orgullo.
Hay que aplaudir la escenografía con esos grandes telones tan maravillosamente trabajados, junto al diseño de luces y un fabuloso trabajo de diseño y confección de vestuarios.
El Ballet Nacional de Cuba vive, es cierto, de las glorias pasadas. Pero tiene que comenzar a construir las propias.