Lendor, quien desde temprana edad comenzó a formarse en ballet clásico, ha sido reconocido por diferentes instituciones
El arte ha corrido por sus venas durante 58 años. Y ello se refleja en sus más de cuatro décadas como bailarín y en sus destacados papeles en obras de teatro y musicales, además de sus dotes de cantante y pintor que desde temprana edad fue desarrollando.
Las burlas que escuchaba cada vez que debía ir a practicar danza nunca lo detuvieron; por el contrario, sirvieron de motivación para desarrollar su fortaleza de carácter, y aprender el valor de la disciplina y la entrega.
Conocido cariñosamente como Papachín, Miguel Lendor se mantuvo por mucho tiempo como uno de los bailarines clásicos y de folclor más reconocidos, aunque desde hace dos años se enfocó más en desarrollar su talento en la actuación, lo que le hizo merecedor del premio como “Mejor Actor de Teatro” en los Premios Soberanos del 2017, por la obra “El Diario de Ana Frank”, dirigida por Antonio Melenciano.
Papachín nos cuenta lo difícil que fue afrontar la soledad, por ser hijo único, pero también lo afortunado que fue al encontrar amistades valiosas, con las que compartió su pasión: el arte.
1. Capitaleño
Tuve la suerte de nacer entre dos barrios muy populares de la capital, que son Villa Francisca y San Carlos; en esa frontera, porque todavía sigue el pleito de las limitaciones de cada uno. Digo que tuve la suerte porque nos tocó vivir otros tiempos, más tranquilos, donde había más unidad familiar y se vivía rodeado de allegados. Soy hijo único de la unión de Hilda Irene Castro y Miguel Ángel Lendor, llamado cariñosamente Negro, muy conocido en el mundo deportivo como una de las glorias del voleibol. Mi madre tuvo dos hijos más, que ya murieron, y con los que no tuve mucho contacto. Cuando nací, mi abuela fue a verme, y como estaba un poco delgado me llamó Papachín. Desde ese día, la mayoría de la gente me conoce con ese nombre”.
2. Su educación comenzó en casa
Mi primer encuentro con lo que es alfabetización fue mi propia casa, porque mi abuela también fue alfabetizadora en aquellos tiempos, así que comenzó temprano el tema de la educación en nuestro hogar. Formalmente, de primero a sexto grado estuve en la Escuela República de Chile, en San Carlos; lo que fue la intermedia, en el Liceo Estados Unidos de América, y los últimos dos años de secundaria en el Liceo Unión Panamericana. Cuando era joven, fui muy apegado a mis amigos, porque al ser hijo único no tenía con quién hablar y afronté muchos momentos de soledad en casa. Compartí mucho con mis compañeros de clases, incluso con un grupo de ellos íbamos continuamente a la Biblioteca Nacional. Salíamos de la escuela, cada quien iba a su casa, y luego llegábamos a la Biblioteca a eso de las 3:00 de la tarde, hasta que nos avisaban que iban a cerrar”.
3. Formación artística
Inicio la universidad con la carrera de Arte Publicitario, en el año 1978. Ahí solamente hice tres semestres, porque empezó a coincidir con mi carrera como bailarín clásico, pero llegó un momento en el que decidí seguir el camino del ballet. Estuve en la Academia del Ballet Santo Domingo, que dirigía la profesora Irmgard Despradel, toda una leyenda en lo que es la danza y el ballet clásico. Ahí compartimos con todo un grupo de conocidos como Patricia Ascuasiati, Gracielina Olivero y Chiqui Haddad, nombres que pesan. En ese momento, la Academia era una escuela de formación integral, porque quienes estuvimos allá aprendimos sobre música, teatro, pintura, y todo lo que tiene que ver con arte”.
4. Rompió estereotipos
En esos tiempos era muy difícil que, como hombre, se pensara siquiera en participar en lo que es el ballet, y la profesora que nos enseñaba aprovechó esa oportunidad. Éramos al menos tres muchachos que practicábamos gimnasia olímpica, o sea, que no teníamos temor a lo que son saltos y acrobacias. El ballet clásico y la gimnasia olímpica tienen mucho que ver, y entonces ella decidió aprovechar eso. Yo tenía apenas 18 años. Aunque para muchos profesionalmente sea un reto, ya que en las academias prefier en a niños para entrenarlos mejor, yo me entregué de lleno, y me dejé llevar por esa pasión. Primero fue en el Ballet Santo Domingo y en el luego el Ballet Clásico Nacional, eso fue en el 1983”.
5. Practicó gimnasia olímpica
Aquí la gimnasia olímpica creció tras los Juegos Centroamericanos de 1974, porque se construyó un pabellón para gimnasia, se trajeron instructores, y había equipos. Eso empezó en el ya desaparecido Centro Social Obrero de Villa Francisca, donde comencé también a practicar, en el segundo piso, donde se habilitó lo que se podía llamar un gimnasio, con varios aparatos. Justo en esa fecha llegó al país un joven llamado José Domínguez, que además era de nuestro barrio, de donde se fue muy jovencito para Estados Unidos. En Norteamérica fue campeón de gimnasia olímpica. Tenía el sobrenombre de “José Maroma”. Él nos ayudó a perfeccionar nuestros saltos. Sacábamos colchones a un terreno baldío donde practicábamos volteretas y demás”.
6. Su trayecto como bailarín
Mi camino en el baile lo inicié con Pablo Clarck y Frank Nicolás, nacidos en la misma calle y de edades similares. Practicamos ballet porque, primero, éramos bailarines de discoteca, y como se hacían concursos todos los fines de semana, queríamos aprendernos las cargadas para llamar la atención. En esa época la danza se veía como algo elitista, pero aunque éramos de barrio, nos esforzamos por dar lo mejor de nosotros. Al principio nos íbamos en bicicleta, e incluso a pie a las clases. En todo ese recorrido teníamos pleitos varias veces a la semana, porque decían que parecíamos afeminados, y nos insultaban mucho. Hasta que llegó el momento de la primera presentación, lo que aproveché para repartir varias boletas, y así varias personas de nuestro barrio nos vieron en el Teatro Nacional. Tuve una carrera de más de cuarenta años de danza, y hace dos años me retiré. Me siento muy orgulloso de todo lo que hice”.
7. Se enfocó en el teatro
Todos los que formamos parte del Ballet Santo Domingo en esos años crecimos mucho artísticamente, porque no sólo aprendimos a ser bailarines, sino también artistas. De ahí en adelante, comencé a tomar clases de técnica teatral, porque cuando llevas el ballet a la función es muy importante interpretar ese lenguaje lleno de símbolos y expresiones que le distinguen. Doña Irmgard Despradel quería que consiguiéramos eso. A medida que iba avanzando, fui destacándome en lo que era la danza de carácter, donde eres bailarín, pero también tienes que interpretar personajes bailando. Para eso tienes que dar más que solo baile. Después de eso, seguí por ese lado. En la década de los 90 ya me integro al teatro de lleno”.
8. Pasión por la pintura
Otra de mis pasiones artísticas es la pintura. Tengo varios cuadros y los colecciono también. He participado en exposiciones colectivas de pintura, y una individual que fue con temas de bailarinas clásicas, en el Instituto Cultural Domínico Americano. Me considero un ser humano creativo, ya que escribo, compongo, dibujo, canto… Si volviera a nacer, volvería a ser artista. La pasión por la pintura comenzó a temprana edad. Era el típico muchacho que la profesora llamaba para hacer la flor en la pizarra. Incluso, vendía dibujos a centavos. Cuando era pequeño inventé un negocio, donde pintaba dibujos animados en las franelas de mis amiguitos y vecinos. A veces me peleaban, porque los niños iban a pintar sus únicas camisetas, pero luego venían sus madres buscándome. Estuve con un grupo de niños en la Escuela Nacional de Bellas Artes estudiando pintura, pero nos sacaron porque éramos muy movidos. Hoy día, me preocupo por aprender sobre esos temas, analizando técnicas y formas. Soy parte de la Asociación Dominicana de Artistas Plásticos, a quienes mostré mis obras, y de las que me dijeron que aunque no era académico, tenía talento, y se notaba mucho en lo que hacía”.
9. El canto, otro de sus dotes
Mi tío, Frank Lendor, es una de las figuras cimeras de lo que es el canto operático clásico en nuestro país. Pienso que heredé parte de su talento. El canto, de todas las áreas de lo que es el arte, yo puedo decir que es la única que no realizo con propiedad, pero considero que soy hábil. El oído musical en la danza me sirvió mucho para el canto. Yo he participado prácticamente en todos los musicales que se han realizado en las grandes salas del país. Eso representa mucho para mí. Cuando te pasas ensayando este tipo de obras, te mantienes aprendiendo sobre tesitura y diversas técnicas relacionadas con el canto”.
10. El valor de las amistades
Lo que más me llena en todos estos años de arte es la incontable cantidad de amigos que tengo, de gente que me quiere y que respeta lo que he hecho. No cuantifico cuántas obras he hecho, lo que puedo decir es que soy rico en amistades. Haberme formado con disciplina, con todas las de la ley, como dicen por ahí, y sobre todo poder estar haciendo lo que a mí me gusta, me ha permitido ganar el aprecio de la gente. Sin embargo, debo decir que gran parte de esas amistades valiosas hoy ya no están. Me causa mucha nostalgia recordar a gente como Rafael Villalona, Jean Luis Jorge, Nereida Rodríguez y Nurín Sanlley, que fueron personajes clave del arte nacional”.
“Mi mayor tesoro es mi familia”
“Estoy casado con Raffaella Centonza, y tengo dos hijos, que son mi motivación y mi mayor alegría. Lian, de 20 años, está estudiando Diseño Gráfico, y tiene además un trabajo de medio tiempo. Alan, de 15 años, está en el segundo año de bachillerato y es jugador de fútbol. Me casé el 19 de abril de 1997. Conocí a mi esposa en el hotel Bávaro Barceló, yo era bailarín en Tropicalíssima, y ella trabajaba en el área de turismo. Cuando tuvimos a Lian me sentí el hombre más afortunado de todo el mundo. Comprendí entonces los esfuerzos de los padres, que hacen lo humanamente posible para darle lo mejor a sus hijos. Fue la mejor experiencia de toda mi vida. Mi mayor tesoro es mi familia, tenerlos es lo que me hace sentir vivo”.
Presentación
“La primera presentación fue a nivel de televisión, en un programa de la maestra Josefina Miniño, donde hicimos un número folklórico”.
Consejo
“Hay tres cosas que aconsejo a todo el que quiera sobresalir: disciplina, humildad y corazón. Esos son tres pilares para alcanzar el éxito”.