Consuelo Despradel: “El asesinato de Orlando me sigue doliendo en el alma”

Cuando nació, sus padres la bautizaron con el nombre de Consuelo del Carmen Despradel Dájer, pero es conocida como Consuelo Despradel, y para sus amigos “Chello”.

Cuando nació, sus padres la bautizaron con el nombre de Consuelo del Carmen Despradel Dájer, pero es conocida como Consuelo Despradel, y para sus amigos “Chello”.Ha transitado un largo camino por la política y los medios de comunicación, desde analista en El Nuevo Diario, cuando este medio vio la luz en 1981 y del cual es fundadora, hasta llegar a ser el alma del espacio radial El Gobierno de la Tarde, y del programa “Tempranito con Consuelo”.

Periodista, egresada Summa Cum Laude de la Universidad de la Tercera Edad, Consuelo es dueña de un temperamento fuerte, y defiende hasta lo último las ideas y causas que abraza, sin importar las críticas, vengan de donde vengan.

Ejemplo de ello es su férrea defensa a la nacionalidad y a la soberanía del país, lo que le ha valido que la tilden de antihaitiana; pero, dice, eso a ella no le va, pues sus planteamientos son el fruto de convicciones profundamente reflexionadas sobre la base de la observación de la realidad.

Se describe como una mujer feliz, que ha tenido grandes momentos en su vida, diez de los cuales compartió con elCaribe y sus lectores.

1. El seno familiar
El simple hecho de haber nacido en el seno de una familia como la Despradel Dájer me reportó una ganancia desde mi niñez, ya que, por parte de la de mi padre, doctor Luis Antonio Despradel Brache, vegano de pura cepa, me permitió estar en contacto con mis abuelos paternos, profesor Luis Despradel Piantini y Dolores Brache de Despradel, así como bañarme en el río Camú, en esas vacaciones inolvidables de verano, río al que conocí virgen y limpio, y que pasaba por las tierras de mi abuelo. Mientras que por el lado de la madre, Consuelo Santiago Dájer Scheker, hija de inmigrantes libaneses, la ganancia primera fue celebrar las navidades con olor a quipes, repollitos y berenjenas rellenas, olores que salían de la cocina de mis abuelos libaneses: Santiago Dájer y Maddul Scheker, a la espera de ser degustados por toda la familia, los tíos, tías, primos y amigos, olores que, hasta el día de hoy llevo incrustado en mi alma, y que ritualmente despide mi propia cocina en Navidad, ahora para mi propia familia”.

2. Los estudios
En los estudios me satisface mucho el haber tenido maestros como el señor Félix Rodríguez, puertorriqueño, director del colegio Luis Muñoz Rivera, y su esposa, Elvira Medina de Rodríguez, a los que llamábamos, míster y miss Rodríguez, quienes, despertaban en sus alumnos la inquietud de pensar y “alcanzar altas cumbres”, como decía y dice su himno: “Adelante, prestos a triunfar, altas cumbres hemos de alcanzar, nuestro honor, hay que defender, a estudiar, a luchar, vamos a vencer”. Así mismo, tuve la oportunidad de estudiar también con las maestras Minetta y Lourdes Roque, del Colegio Santa Teresita, bellas, humanas, valientes, antitrujillistas… Por eso digo que ¡Qué lujo mi formación!”.

3. Un libro
Nunca olvidaré cuando mis compañeros de bachillerato Lil Despradel y Pedro Conde Sturla me preguntaron si yo había leído “el Hombre Mediocre”, y yo entendí que “debía” haberlo leído. Gracias a Dios el libro estaba en mi casa, pues mis padres eran buenos lectores, y me lo leí entero esa noche. Ese libro significó mucho en mi formación. Lo más probable es que ni Pedro ni Lil se recuerden de ese recreo en que me pusieron en aprietos, yo sí, y se lo agradezco hasta el día de hoy. Desde ese entonces recuerdo que el poeta Rafael Américo Henríquez (Don Puchungo) era nuestro vecino, en Gazcue, y a su casa iban los domingos don Sócrates Nolasco y doña Flérida, don Max Henríquez Ureña, el poeta Yanes, don Franklyn Miéses Burgos, Domingo Moreno Jiménez y otros. Nosotros los veíamos y no nos dábamos cuenta de lo que significaban esas reuniones. Éramos muy niños, pero ahora las añoro con una nostalgia que casi me hace llorar. Don Puchungo Henríquez, doña Beba, Dandán y Angelita: gracias por todo lo que nos dieron, aunque fuera tan tarde que lo apreciáramos”.

4. Compartir con mi tía Olga
Si algo recuerdo con amor eran esos momentos en que compartía con Olga Despradel de Cedeño, mi tía: los amargos momentos vividos por la familia, por la participación de Pedro Livio en los acontecimientos del 30 de mayo, y aprender de tía Olga el significado de la palabra “entereza”, “integridad”, algo muy escaso en estos tiempos”.

5. Tiempos en la UASD
Una de las mejores cosas que me han pasado en mi vida fue ingresar a la Universidad Autónoma de Santo Domingo en su mejor época a estudiar Sociología, y haber tenido la oportunidad de recibir las orientaciones del doctor Luis del Castillo Morales, director de la escuela, y tener como compañeros de estudio a Orlando Martínez, Carlos Dore Cabral, Osvaldo Domínguez, Dorín Cabrera, Isis Duarte, Magaly Caram, Naya Despradel, mi hermana y guía en muchos aspectos de mi vida, fue mi maestra también”.

6. Militancia socialista
En la UASD me decidí a militar en el Partido Socialista Popular (PSP), que dirigían los hermanos Juan y Félix Servio Ducoudray, en donde pasé a militar en la célula George Dimitrov, de la escuela de Sociología. Recuerdo que en 1963, en una huelga de los estudiantes para impedir el examen de admisión, ahí conocí en persona al poeta Don Pedro Mir, que fue a leerle sus poemas a los camaradas en medio de esa huelga. ¡Inolvidable!”

7. La llegada de Juan Bosch
Uno de los acontecimientos que más impactaron en mi formación en aquél entonces fue la llegada al país del profesor Juan Bosch, pues significaba mucho para la democracia. Fue como comenzar un nuevo mundo. A esto se agrega el haber conocido al doctor Pericle Franco Ornes y a su esposa Gilda Pérez, así como el haber participado en la Revolución de Abril de 1965”.

8. Matrimonios
Indudablemente que uno de los momentos inolvidables de mi vida fue el haberme casado con Carlos Dore Cabral, a quien conocí en la escuela de Sociología, donde era un dirigente del PSP. Con él estuve casada por 12 años y procreé lo mejor de mi vida, mis tres hijas: Alejandra Miguelina, María Fernanda y Emilia Palmira. Actualmente, y espero que sea así hasta que la muerte nos separe, tengo 29 años de casada, mal contados, con Rafael Ortiz, también miembro del PSP, entrenado en Cuba, y quien me aguanta y me respalda en lo que hago, que sé que no es fácil. Y ya en el plano familiar he vivido momentos inolvidables, como son los nacimientos de mis siete nietos: Héctor Alejandro, Carla Victoria, Julia Daniela, Fernando de Jesús, y los trillizos, sí, trillizos, Sebastián, Manuela y Melina”.

9. Asesinato de Orlando Martínez
Nunca olvidaré el asesinato de Orlando Martínez. Es algo que me sigue doliendo en el alma. Conocer la noticia, ese momento, nunca se puede olvidar”.

10. Desarrollo profesional
En el plano profesional he tenido momentos que no se olvidan, como fue el graduarme como licenciada en Comunicación Social, ya que los estudios de Sociología los abandoné para dedicarme a trabajar en política, y ese es un título que me llena de orgullo porque fue Summa Cum Laude, en la Universidad de la Tercera Edad. También está el haber fundado un colegio conjuntamente con mi hermana Naya y su esposo, fallecido, el licenciado Rafael De Láncer, y haber contribuido a fundar un periódico “El Nuevo Diario”, que hasta hoy dirigen Persio y Cosette Maldonado, mis amigos. Y finalmente, trabajar con el doctor Julio Hazim y Machi Constant, en “Revista 110”, lo que me abrió las puertas de la televisión hasta el día de hoy.

Buena cocinera, pero mejor abuela 

Es sabido que a Consuelo Despradel no  le gusta decir su edad, pero también es conocido que nació el 5 de abril de 1945. Fue la menor de tres hermanos. Siendo pequeña, alrededor de 5 años, sufrió una difteria que por poco la mata, pero Dios parece que tenía en mente que ella sería una persona de opiniones firmes, y que dichas opiniones, de gran honestidad,  las daría a conocer con un espíritu combativo y hasta agresivo. Cursó 10 años de estudios en el Colegio Luis Muñoz Rivera y los dos últimos años del bachillerato los hizo en el Santa Teresita. Ambas escuelas dejaron en ella marcas indelebles. Vehemente, tuvo participación en la Revolución de abril de 1965, por supuesto, al lado de los constitucionalistas. Tras su militancia en el Partido Socialista Popular (PSP), ingresó al Partido Comunista Dominicano (PCD), que le enseñó a ser polémica, técnica que mejoró en sus tiempos de estudiante de Sociología en la UASD, y que como periodista le ha dado buenos resultados. Es una mujer que se caracteriza por ser simpática, y es dueña de un enorme sentido del humor. Los suyos la describen como un gran familiar, y muy buena cocinera. Y es, además. Una excelente abuela, a quien sus nietos conocen por Chello.

Balaguer
“Mi hermano Luis Despradel me hizo entender al doctor Joaquín Balaguer, a quien solo vi dos veces, y al final supe que la equivocada era yo”.

Agradecida
“Cuando mataron a Orlando Martínez, Julio Suero Marranzini, que era mi jefe en Inapa, me dijo que si Carlos Dore tenía que esconderse ahí estaba su casa”.

Nacionalista
“Defender a mi país, la nacionalidad dominicana, la soberanía nacional, es algo a lo que nunca voy a renunciar, no importa lo que digan”.

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