Durante 10 años Evely Peniche desarrolló junto a Loussa Reilly, un programa de bienestar para estudiantes de escuelas públicas del Distrito 11-01

Evely Peniche Martínez es una de esas mujeres que cambian el mundo y lo evidencia su dedicada labor como educadora y directora general del Colegio Cristiano Espacio de Amor y de la Escuela Juan Calventi, centros en los que ha desarrollado un modelo pedagógico y de enseñanza integral inclusivo, que da respuesta a las necesidades de educación a más de 500 estudiantes de las comunidades de alto riesgo social de Villa Emmanuel, Las Chichiguas y Los Algodones, en Sosúa.

Pero su labor de enseñanza no se limita solo ahí, pues Peniche Martínez también acoge una población con discapacidad a la que ofrece además de la formación regular, espacios de aprendizaje técnico vocacional para contribuir de esa forma con su inserción en la sociedad.

1. Milagro de vida
Nací en Madre Vieja, Sosúa, Puerto Plata, donde viví hasta los 14 años. Mi niñez fue muy hermosa, tuve la dicha de criarme con mis padres y hermanos, disfrutar de campamentos cristianos, tener muchos amigos y amigas de diferentes partes del país. Me contó mi madre que a los 20 días de nacida estuve muy grave por un problema bronquio pulmonal y a partir de ahí empecé a sufrir crisis asmáticas hasta los 8 años. Un día ella me vio muy triste porque no podía salir a jugar porque estaba lloviendo, entonces me dijo que disfrutara de la lluvia, que ella me iba a sanar. Sé que ese día ocurrió un milagro, a partir de ahí pude disfrutarla y nunca más me volví a enfermar. De pequeña mi hermana y yo jugábamos a cocinar, mamá nos compró un anafe de juguete donde hacíamos arroz blanco. Cuando ella se dio cuenta que teníamos la capacidad para cocinar, nos permitió ayudarla en la cocina, recuerdo que papá le decía con orgullo a las visitas que iban a la casa que esa comida la cocinamos mi hermana y yo, siendo todavía muy niñas”.

2. Pérdidas dolorosas
Mi padre Ángel Alberto Peniche Morales, fue un hombre lleno de mucho amor y abnegación con su familia y su entorno, se dedicó a la ganadería, era muy decidido en lo que emprendía. Papi fue militar en la Marina de Guerra cuando Trujillo, fue un líder comunitario, colaboró con la construcción de la escuela de Jagua Mocha y también fue un guía religioso del Templo Bíblico. Lamentablemente falleció hace seis años de cáncer de páncreas, tenía 76 años. Su muerte marcó mi vida, siempre recuerdo su rostro sonriente. Mi mamá Argentina Martínez era una mujer reservada, sabia con sus consejos, muy dedicada como madre, esposa y en sus labores de negocios. Recuerdo esos momentos donde me decía que preparara comida para los pobres sin hacer publicidad, decía que era una bendición tener el pan de cada día, tomando en cuenta aquellas personas que lo carecían. Ambos se preocupaban mucho por nuestra educación, decían que los conocimientos lo podíamos llevar a cualquier parte del mundo. Mami falleció en 2005 a los 62 años por complicaciones de la diabetes. Aunque ellos no están conmigo físicamente, su ejemplo y enseñanza van conmigo cada día. Lo más difícil que sucedió como familia fue la muerte trágica de mi hermano Yamil hace 18 años. Algo hermoso es la relación entre mis hermanos, siempre recordamos anécdotas de nuestra infancia, nos apoyándonos tanto en los triunfos como en la derrotas”.

3. Sus estudios
Realice mis estudios primarios en la Escuela Jagua Mocha, en la sección Madre Vieja, Sosúa, actualmente Escuela Pública Emiliano Martínez. Allí no solo me enseñaron a leer y escribir, sino también el amor y el cuidado por la naturaleza. La directora, Cristobalina Zais nos enseñó a hacer huerto y jardines en la escuela, cada día un curso tenía que regarlos. También, aprendimos la importancia de sembrar para luego cosechar los frutos. Cada cinco de mayo, celebraban el Día del Árbol con un acto debajo de un frondoso árbol que estaba en una finca al frente de la escuela, luego sembrábamos una planta. Cuando pasé a la secundaria, mis padres decidieron mudarse al pueblo de Sosúa para facilitar el avance de nuestros estudios, me inscribieron en el Liceo General Gregorio Luperón en Los Charamicos. Mi asignatura favorita era Literatura, mi maestra Mildred Gómez al analizar las obras literarias nos centraba en su drama, lo que marcó mi vida en el nivel secundario”.

4. Huelga en la ADP
Al final de mis estudios, la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) hizo una larga huelga, eso provocó que finalizara el bachillerato un año más tarde. Pero esa situación no impidió que el amor por mis estudios fueran limitados, durante ese tiempo realicé cursos técnicos de cajera bancaria, secretariado ejecutivo y de inglés. Aunque para mis padres la mayor prioridad era los estudios, insistí para que me dejaran trabajar mientras la ADP solucionaba su problema. Conseguí un trabajo como secretaria de un ingeniero en la construcción de un hotel. Como en mi infacia sufrí de asma, el polvo de cemento me ocasionó una fuerte gripe y me congestione, entonces tuve que renunciar”.

5. Estudios superiores
En 1997 entré a la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, me gradué de Maestra en Estudios Superiores de Educación Básica Cum Laude. Pero mientras estudiaba, trabajé como maestra en un colegio bilingüe, luego en el colegio Luis Hess en Sosúa como maestra de Básica, allí estuve hasta 2003. Al año siguiente decidí estudiar Psicología motivada por las necesidades de ayudas académicas y emocionales de los estudiantes y sus familias. Me inscribí en la Universidad UTESA donde finalicé en 2006. En 2012 realicé la Maestría en Orientación e Intervención Psicológica en la UASD, además hice diplomados en Equidad y Género, Manejo y Control de Drogas en las Escuelas, entre muchos otros cursos con el fin de seguir ayudando a esos alumnos y sus familias”.

6. Bendición de ser madre
En 1990 conocí al padre de mis hijas, nos casamos y recibimos la bendición de Dios por el pastor Pascual de la Cruz, ya fallecido. En 1992 recibí la bendición de ser madre por primera vez de mi hija Debby Alonso Peniche. Ella es licenciada en Psicología y actriz, vive en los Estados Unidos y al siguiente año nació Keiry Alonzo Peniche, quien es ingeniera en Informática. En 1999 fui bendecida de nuevo con la llegada de Jailyn Alonzo Peniche, estudiante de término de Mercadotecnia y trabaja para la fundación. En 2014 pasé un momento muy difícil de manera sorpresiva, me vi en la obligación de enfrentar mi divorcio. Actualmente estoy casada con Oscar Martínez Acosta, un esposo alegre, solidario, amistoso, hemos hecho un gran equipo. Me considero una mujer feliz y orgullosa de mis hijas y mis nietos Patrick, Keiler y Daraly, es una etapa hermosa ver desarrollar mis generaciones y ser un complemento en mi vida”.

7. Grata experiencia
En 1998 entré a trabajar en un colegio judío como maestra de primaria, donde tuve una grata experiencia porque aprendí mucho durante el desarrollo docente, poniendo en práctica mis conocimientos y dando continuidad a los cursos de capacitación, tanto a nivel de enseñanza como de psicología. Luego trabajé en el sector público y como orientadora. Ahora soy directora general del Colegio Cristiano Espacio de Amor en el sector de Bella Vista, municipio de Sosúa, y de la Escuela Juan Calvino en la Gran Parada, Monte Llano. Además, presidenta de la Fundación Nidito de Amor”.

8. Programas estudiantiles
Durante 10 años desarrollé junto a Loussa Reilly, un programa de bienestar para estudiantes de escuelas públicas del Distrito 11-01. Entregábamos mochilas, uniformes y zapatos a niños de escasos recursos, impartíamos clases bíblicas en la marquesina de mi casa, de pintura, de etiqueta y protocolo, entre otras enseñanzas. Eso permitió identificar las necesidades educativas de la comunidad y al mismo tiempo iniciar un programa para enseñar a los que no podían asistir a la escuela pública por la distancia y su situación económica”.

9. Nido de Amor
En 2006 enseñaba clases bíblicas los sábados en la marquesina de mi casa y se reunían hasta 50 niños, también hacía paseos con ellos. Un día miré por las persianas a unos niños que no iban a la escuela, pero sí venían a las clases bíblicas. Eso comenzó a trabajar en mi mente y corazón de como mis hijas tenían la posibilidad de estudiar y otros niños no, las escuelas públicas quedaban distantes, más se le sumaba la dificultad de los caminos en muy mal estado, entonces hablé con sus padres. Recuerdo que inicié una escuelita con 6 niños, la voz comenzó a correr y cada día más familias venían buscando espacio para sus hijos. Al finalizar las clases, esos niños se quedaban en mi casa y no se querían ir. Un día observándolos me llegó a la mente el por qué no querían regresar a sus casas, y me respondí a mí misma porque sentían ese espacio como un nido de amor. De ahí surge la idea de Nido de Amor. Al término de ese año, ya tenía 69 niños de diferentes edades, mis hijas después de terminar sus tareas me ayudaban con amor y entrega. Sin darme cuenta, al año siguiente tenía 120 estudiantes, entonces tuve que organizarlos por su avance académico y utilizar además la sala, la habitación de visitas y la galería de mi casa separadas con una pared móvil y contratar personal docente”.

10. Importante colaboración
Para sustentar el pago de los maestros tuve que poner una cafetería y usar el sustento familiar, pero Dios puso en mi camino una mano amiga, la holandesa Sascha Kok quien nos donó materiales educativos e inmobiliarios. Viendo la necesidad de separar la escuela de la familia para comenzar a formalizar por el Ministerio de Educación rentamos un local, luego aparecieron otras manos amigas que vieron nuestro interés por los niños y decidieron construir la escuela que hoy tenemos con 14 aulas, oficina, biblioteca, áreas de Orientación y Psicología, de enfermería y para educación inclusiva. La escuela cuenta también con un área de juegos y cancha. Nuestro mayor reto es dar continuidad a este trabajo sostenible en busca de que el Gobierno sea parte de nuestra labor educativa”.

Un antes y un después en su vida

“Agradezco infinitamente a Dios y al Banco BHD León por elegirme como finalista del Premio Mujeres que Cambian el Mundo. Es un momento que nunca voy a olvidar, ese reconocimiento significa un antes y un después de mi vida, porque muchas veces nos vemos involucrados en proyectos sin darnos cuenta el tiempo y sacrificio que conlleva. Me siento muy feliz, no tanto para mí, sino también por mis hijas que me ayudaron a ganarlo. No puedo dejar de lado a tantas mujeres de mi comunidad que se esfuerzan cada día para dar lo mejor de sí, maestras que iniciaron conmigo sin importarle la responsabilidad que Dios había puesto en nuestras manos. Un equipo es cada colaborador y empleado de la fundación y la escuela, hemos formado una familia donde todos nos hemos enrollado en la misión y visión que tenemos por compromiso”.

Dolor
La muerte de mi padre Ángel Alberto Peniche Morales marcó mi vida, debido a que él influyó en la vida de la familia con su amor y compromiso familiar. Siempre lo recuerdo con un rostro sonriente.
Orgullo
Mi madre, Argentina Martínez, fue una persona muy dedicada como madre, esposa y en sus labores de negocios. Ella
falleció en 2005 a los 62 años por complicaciones de la diabetes.
Recuerdos
Tuve una niñez muy hermosa, pude disfrutar de campamentos cristianos, tener muchos amigos y amigas de diferentes partes del país”.
Asistencia
También decidí estudiar Psicología motivada por las necesidades de ayuda académicas y emocionales de los estudiantes y sus familias”.
Orgullo
Tener el privilegio de ser madre y abuela es una etapa hermosa y ver desarrollar mis generaciones como un complemento en mi vida”
Gratitud
Me siento muy feliz con el Premio Mujeres que Cambian el Mundo, no tanto para mí, sino también por mis hijas que me ayudaron a ganarlo”.

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