El Pera recuerda que en una ocasión Petán le advirtió que la próxima vez que se pusiera a “bocear barbaridades” contra Trujillo le iba a dar un tiro
Una de las 10 cosas que enorgullecen a Salvador Pérez Martínez es haber sido el único director en la historia de República Dominicana que presentó en el Teatro Nacional seis obras en una semana.
El Pera, como es mejor conocido recuerda que comenzó hacer teatro rodante en la década de los años 50, en su afán de compartir lo que había aprendido, ya que considera que “no tiene ningún mérito aprender para uno mismo, sino que debes comunicarlo a los demás”.
En sus inicios representó al país en el Séptimo Festival de la Cultura Latinoamericana en Venezuela, comandando el grupo de René Carrasco, donde obtuvieron el primer lugar. Además, creó el teatro del Ayuntamiento de Santo Domingo, de la Fuera Aérea, la compañía teatral de la Policía Nacional, Bellas Artes de Baní, así como la mayoría de los grupos de teatro en todas las provincias del país.
1. Nacimiento
Nací en Galindo, lo que hoy se conoce como la Ciénaga. Mi madre, Alicia Martínez Hane era dominico holandesa, una mujer humilde, trabajadora, lavaba y cocinaba a domicilio, una excelente mujer. Como nací con problemas para caminar, me llevaron donde una curandera que vivía en la Calle Gloria, ella me acostaba sobre sus piernas y me ensalmaba, me acuerdo que la acusaban de bruja. En este país hay la manía de llamar bruja a la mujer campesina, ella conoce el poder de las hojas, de las raíces, esa señora mientras me sobaba en la espalda y en las piernas con aceite de higuereta musitaba el Padre Nuestro, el Avemaría, el Creo en Dios Padre. Cuando comencé a caminar me inscribieron en una escuelita particular y para asombro de la maestra ya sabía leer, sumar, restar y multiplicar, mi hermana mayor que era maestra de esa escuela, mientras me mecía en sus piernas me fue enseñando. Luego me inscribieron en la Escuela Argentina que estaba en la Arzobispo Meriño, recuerdo esas veladas escolares que hacían los profesores interpretando a Cervantes y a Molier, me ponían a protagonizarlas y fui aprendiendo. Allí me declararon niño prodigio. Luego, me pasaron a la Escuela Presidente Trujillo donde me pusieron a comandar un pelotón de niños. Tenía ocho años”.
2. Sus muchas madres
Yo tuve muchas madres. Mi papá Manuel de Jesús Pérez Rivera, español, tenía cinco mujeres, a cada una le compró su casa, nunca dejó de atenderlas. Como mi madre al darme a luz quedó lesionada, me llevaron donde Vicenta Segura, una mujer dominico haitiana que él tenía. Ella me crió, fue una mujer maravillosa, los sábados me enviaba a pasarme el día donde mi mamá, me decía ponte bien gallino, buenmozo, me recomendaba que la ayudara en todo, que no la mortificara. Con mi mamá aprendí a fregar, a lavar, lo que no aprendí fue a cocinar. Tuve un hermano de padre y madre, y muchos de padre en San Pedro de Macorís, Puerto Plata y en La Vega. Ya todos murieron, lo único que me queda son los sobrinos”.
3. Ejemplo de virtud
Mi papá era un hombre muy bondadoso, si alguien le decía que había una persona enferma la ayudaba, se hacía cargo del pago de los médicos y de las medicinas sin conocerla. Recuerdo que para el Ciclón San Zenón, donde estaba la Logia Flor del Ozama, en la Hostos esquina Avenida Mella había una casa de dos plantas, abajo había un colmado con un almacén tremendo. Mi papá al ver la gente huyendo despavorida lo convirtió en un refugio. Al otro día mi hermano mayor que era quien lo administraba vino con la orden de que todo lo que había ahí se les repartiera a esas personas. Ese fue el ejemplo que tuve de mi padre”.
4. Homenajes
Habiendo sido un combatiente de la tiranía de Trujillo y de la invasión americana, me han realizado tres extraordinarios homenajes en los Estados Unidos. Primero me invitaron para participar de la inauguración del Auditórium de la Universidad Salomé Ureña de Nueva York. Estando allí, un grupo de muchachos norteamericanos tatuados y con argollas en la nariz corrieron hacia mí, la seguridad corrió a protegerme, pero ellos lo que querían era sentarse cerca para verme bien, estaban locos con mi recital. A la salida, esos muchachos interrumpieron el tránsito, inventaron una obra para hacerme un homenaje. Eso me encogió el corazón, pensé que me iba a dar un infarto. También en Nueva York me invitaron para hacerle un homenaje a la Madre Teresa, en Laurence Massachusetts hicieron una escuela de teatro infantil y le pusieron mi nombre, se llama Escuela de Teatro Infantil Maestro Salvador Pérez Martínez. Otro homenaje fue el de Bellas Artes en el Octavo Festival Internacional de Teatro Santo Domingo 2014. También, fui condecorado por el entonces presidente Leonel Fernández con la Medalla de Duarte, Sánchez y Mella en el Grado de Oficial, y me declaró Gloria Nacional de la República, el Comité Olímpico Nacional me declaró Ícono de la República Dominicana, entre muchos otros reconocimientos”.
5. Duartiano ferviente
Siempre he admirado fervientemente a Juan Pablo Duarte, de hecho escribí una obra de teatro llamada El Trabucazo que escenificaba los 27 de febrero desde el Malecón hasta el Altar de la Patria. El público iba desde el Malecón, todo el Conde hasta el Parque Colón, habían bocinas en todas partes. En el homenaje que le hice a Jesucristo en la Feria estuvo presente un vicepresidente del gobierno de Balaguer que le llamaban el Seibantino, a él le gustaba mucho el idioma de Cervantes, estaba sentado en la piedra junto a más de 15 mil personas”.
6. Desafiando el peligro
Una vez llevamos el teatro rodante al barrio La Ciénega en Barahona, frente al tempo de los mormones. Cuando llegamos, los pastores de la iglesia no querían que entrara, pero no les hice caso. Entré al barrio sin policía y le pregunté a dos señoras quienes eran los muchachos más malos del barrio, que quería hablar con ellos. Cuando me reuní con ellos, les dije que iba a traer el teatro rodante de la Policía Nacional, que era su director y quería su colaboración. Recuerdo que los mormones nos cedieron el templo a regañadientes. Cuando terminamos a las siete de la noche, les dije a esos muchachos que teníamos que dejar la iglesia como la encontramos, y para sorpresa de los mormones, cuando entraron esos tígueres estaban limpiando el piso y ordenando las sillas”.
7. Odio a las tiranías
De las personas que me empujaron a seguir escribiendo y actuando fueron Franklyn Mieses Burgos, poeta dominicano y don Pedro Mir, quien fue mi profesor en la Normal, al igual que Tulio Arvelo, de los que vinieron en la expedición cuando Trujillo, ellos compartían su día conmigo, y en mí fue creciendo el odio a las tiranías. Cuando Trujillo estuve preso varias veces en la Fortaleza Ozama, aunque no me torturaron en la silla eléctrica, me dieron palos y garrotazos por la espalda, allí estuve junto al tío de uno de los Aristy, que se llamaba José Escuder, estudiante brillante y un joven de Villa Duarte de apellido Pavón. El fulano como yo le decía a Trujillo iba a veces a la Fortaleza a buscar pan, mucha gente no sabe que allí había una panadería. Antes de llevarse los panes llamaba un preso cualquiera para que se comiera uno. Al poco rato decía pásame los panes de ese barril. Después alguien me explicó que Trujillo hacía eso porque tenía miedo a que lo envenenaran”.
8. Nombramiento aterrador
A mí me salvaron la vida con un nombramiento que aterrorizó a mi familia. Me nombraran secretario del director del Leprocomio Nacional en Nigua, cuando ahí no iba nadie, pero antes había estado trancado en el manicomio. Recuerdo cuando me sacaron de ahí, unos guardias me llevaron por un caminito hasta que llegamos a una verja de hierro vieja que daba al Leprocomio. Los guardias no querían entrar, me dijeron que me fuera solo, pensaba que me iban a dar un balazo por la espalda, me estaba muriendo de miedo, pero no se lo podía demostrar. Ellos no querían entrar por miedo a que se les pegara la lepra. Eso me dio a entender que donde me iban a trancar resultaba más peligroso que el manicomio. Entré, fui y me presenté al director Guillermo Herrera Cury que era un semipreso político. En el Leprocomio estuve dos años, me hice dedógrafo escribiendo a máquina, descubrí que un niño de padre leproso nace sano y muchos salieron curados y retornaron a sus casas”.
9. La Voz Dominicana
En el 54-56, frente a La Voz Dominicana empecé a vocear barbaridades en contra de Trujillo. Cuando me di cuenta de lo que había hecho el terror me convirtió en el campeón de los 100 metros planos, cuando los policías del cuartelito salieron ya estaba doblando la esquina. Tuvieron que esconderme en La Vega tres meses, en la casa de un calié, no digo su nombre porque él tiene hijos y nietos. Un día ese señor fue a mi casa, le dijo al esposo de mi hermana, mi padre de crianza que me entregara, pero él se negó por miedo a que me matara, entonces le explicó que era para esconderme. Conmigo había seis muchachos escondidos, ese hombre fue torturador y criminal pero a mí y a los que estaban conmigo nos cuidó. Un día me fue a buscar para venir para la capital, pensaba que me iba a matar, tenía miedo de sentarme en la parte de atrás del carro, decía me voy a montar alante y si intenta darme un balazo lo voy ahorcar. Cuando llegamos a La Voz Dominicana, entré donde Abraham Santamaría, él me recriminó que había aguantado muchos boches por mí y me escondió en un armario. En menos de cinco minutos llegó Petán, él me decía el españolito. Cuando me vio me advirtió que la próxima vez que me pusiera a vocear cosas me daría un tiro, que si yo lo que quería era buscarle problemas con Chapita. Fue la primera vez que escuché que a Trujillo le decían así. Eso me dijo Petán, el mismo que cuando anunciaban que iba a declamar, iba al teatro y me aplaudía de pie”.
10. Al borde de la muerte
En la década del 70 me atacó un cáncer. Los médicos en un país me decían que me quedaban siete años, en el otro que eran seis, hasta llegó un momento que en Cuba cuando fui a representar el país en el 79 me dijeron que no duraba cinco días, que no me podían operar. Vine a mi país y esa misma noche me dieron unos dolores muy fuertes, mi esposa no sabía nada, salí al patio y me puse un block apretando mi vientre, estaba llorando. Doña Gladys Mejía, que fue directora de la Escuela República Dominicana en Villa Juana vivía en un tercer piso al lado de mi casa, sintió ruido en el patio y me vio. Al otro día me llamó para preguntarme qué hacía en el patio y le dije que sentí un ruido. Ella me comentó que me vio agachado con un block en el vientre, entonces le conté lo que me habían dicho los médicos en Cuba. De una vez, doña Gladys me dijo vístete y me llevó a la Clínica Abreu donde el doctor Miguel Ángel Delgado Batlle. Luego de tratar de hacerme un tacto rectal, el doctor me dijo que si le permitía operarme antes de cinco días me podía hablar de curación y no de alivio, porque si no lo hacía no iba a durar ese tiempo. El doctor me operó de Adenocarcinoma del recto sigmoides, me hizo el baipás y me extirpó una masa pegada del hígado, tuve muchos días inconsciente. Eso fue el 7 de octubre de 1982”.
Esposa e hijos
“Mi primer divorcio lo produjo la Guerra de abril. Para ser honesto no me porté bien, me dediqué más a ser soldado que otra cosa y la tenía prácticamente abandonada, entonces se hartó de esperar y me pidió el divorcio. Tuvimos tres hijos, dos hembras y un varón que murió producto de un mortero que cayó en el patio de la casa. Mi actual esposa Milagros, a ella le debo la vida y mis éxitos, ella se fumó todos los viajes del teatro rodante. Siendo secretaria de la Biblioteca Nacional me ayudó con las labores teatrales, a maquillar gentes, hacer vestuarios, entre otras cosas. Tenemos casi 53 años de casados. Ella ha sido mi apoyo total, mi brazo derecho, mi guardaespaldas. Nuestro hijo mayor acaba de fallecer de un cáncer, porque no supieron detectarlo a tiempo. Tenemos tres hijas, nietos y biznietos”.
Patriota
Siempre he admirado a Juan Pablo Duarte, de hecho escribí una obra de teatro llamada El Trabucazo que escenificaba los 27 de febrero desde el Malecón”.
Orgullo
Petán Trujillo me decía El Españolito. Recuerdo que cuando se anunciaba que yo iba a declamar iba al teatro y al final de la obra me aplaudía de pies”.
Recluso
En la tiranía de Trujillo estuve preso varias veces en la Fortaleza Ozama, aunque no me torturaron en silla eléctrica, me dieron palos y garrotazos por la espalda”.