En fecha 21 de agosto de 2018, un fuerte terremoto de magnitud 7.3 en la escala de Richter, el cual por su magnitud pudo haber sido devastador, estremeció el nordeste de Venezuela, sin embargo, para sorpresa de venezolanos, latinoamericanos y caribeños, pero muy especialmente para sorpresa de habitantes de Haití, ese fuerte sismo no causó daños estructurales, ni muertes, ni heridos, no obstante ser, conforme a la escala logarítmica de Richter, 3 veces más fuerte que el terremoto de magnitud 7.0 ocurrido en Puerto Príncipe, Haití, en fecha 12 de enero de 2010, el cual provocó la muerte de 316 mil ciudadanos en la capital haitiana, y dejó 350 mil heridos, mientras 1.5 millones de personas perdieron sus hogares fruto del colapso de 400 mil viviendas frágiles.
En agosto pasado explicábamos que mientras el terremoto de Haití fue provocado por una rotura de la corteza terrestre, con hipocentro a 10 kilómetros de profundidad en la falla secundaria Plantain Garden, o falla de Enriquillo; el terremoto de Venezuela fue provocado por una rotura de la corteza terrestre, con hipocentro a 154 kilómetros de profundidad en la falla primaria de contacto entre la placa tectónica del Caribe y la placa tectónica de Suramérica. De ahí que, el sismo de Haití, del año 2010, generó muchos daños porque, al ser poco profundo, toda la energía llegó rápidamente hasta la superficie, mientras el sismo de Venezuela, del año 2018, no generó daños porque, al ser profundo, la energía de las ondas sísmicas de corte (Vs) se atenuó en el largo recorrido hasta la superficie terrestre.
También explicábamos que el punto epicentral del terremoto de Haití estuvo localizado a tan sólo 15 kilómetros al suroeste de la densamente poblada ciudad de Puerto Príncipe, mientras el punto epicentral del terremoto de Venezuela estuvo localizado a 450 kilómetros al este de la ciudad de Caracas, a mitad de camino entre la isla Margarita y la isla de Trinidad y Tobago, lejos de núcleos urbanos.
Pero la razón fundamental de la diferencia en daños entre ambos terremotos es que los suelos de la llanura de Puerto Príncipe, donde viven millones de personas, están constituidos por arcillas calcáreas blandas y arenas finas, con velocidades de propagación de las ondas sísmicas de corte de 75 metros por segundo, lo que clasifica a esos suelos como tipo E, donde las bajas velocidades de propagación de las ondas sísmicas de corte producen un efecto de amplificación local para mantener el balance de energía, conocido como efecto de sitio, produciendo entonces un incremento de la aceleración del suelo, y un incremento de la aceleración que estremece lateralmente a las estructuras habitacionales, hospitalarias y escolares, convirtiéndose ese terremoto de magnitud 7.0 en el peor desastre sísmico ocurrido en el planeta Tierra en los últimos 100 años.
Ahora, una semana atrás, se ha producido una rotura sísmica en un tramo de la corteza terrestre ubicado a lo largo de la falla de contacto entre la placa tectónica de Norteamérica y la placa tectónica del Caribe, generando un sismo menor, con magnitud 5.9 en la escala de Richter, con epicentro al oeste de la isla Tortuga, al noroeste de Port de Paix, y al noroeste de Cabo Haitiano, con hipocentro a 38 kilómetros de profundidad, con un lamentable saldo de 17 muertes y 333 heridos en los pueblos cercanos, donde decenas de viviendas frágiles colapsaron, por lo que mucha gente está muy preocupada al ver que nueva vez un sismo menor produce muertes y heridos en Haití, ya que no es normal que un sismo de magnitud 5.9 provoque muchos muertos y heridos, llevándonos a recordar que en mayo de 1842 un fuerte sismo destruyó y mató a la mayor parte de la población de Cabo Haitiano y pueblos vecinos.
Y es que mientras sigamos construyendo viviendas extremadamente frágiles, sobre suelos flexibles, como arcillas y arenas, tendremos desastres sísmicos cada vez que ocurra un fuerte sismo en nuestra extensa falla norte, o falla de las Antillas Mayores; o un fuerte sismo en nuestra extensa falla sur, o falla de Enriquillo, siendo urgente que la comunidad internacional ayude a la República de Haití a evaluar la respuesta sísmica de sus suelos urbanos, para construir viviendas, escuelas y hospitales, sismorresistentes, evaluación que también debe ser obligatoriamente aplicada en la República Dominicana, donde mucha gente construye donde quiere y como quiere, sin considerar la pésima respuesta sísmica de los suelos flexibles, y olvidando que en diciembre del año 1562 las ciudades de Santiago y La Vega colapsaron por estar levantadas sobre suelos arcillosos flexibles que amplificaron las ondas sísmicas de corte (Vs), mientras la ciudad colonial de Santo Domingo permanece de pie, luego de 8 grandes terremotos, incluido uno de magnitud 8.1, por estar levantada sobre roca caliza rígida.