De análogo a digital, es el relevo en el régimen de los partidos. Se ha enfatizado erróneamente que el relevo político es generacional. La edad importa, pero no es suficiente; una parte de los jóvenes no son digitales, entre otros factores, por la pobreza y exclusión social.
El desafío partidario es adecuarse al proceso dinámico y cambiante en la sociedad, producto de la revolución tecnológica y digital. Se trata de su actualización e innovación de la estructura organizacional, su funcionalidad y de participación política en la sociedad.
Para hacer eso no importa la edad, sino el interés de participar en la revolución tecnológica y digital. Es absolutamente cierto que a los jóvenes se les facilita más el uso de esos medios; pero es conocido que parte de los jóvenes no puede incorporarse a los mismos.
Algo similar ocurría al fundarse el PLD. Las condiciones políticas globales y regionales obligaban a nuevas estructuras y funcionalidad partidaria. Una buena parte se oponía al cambio. Este hecho dio origen a una contradicción política que se explicó como lo nuevo contra lo viejo, y viceversa. Sin embargo, se enfatizaba que como proceso dialéctico en lo nuevo hay parte de lo viejo.
Relevo es reemplazar; el reemplazado abandona el lugar. En los procesos sociales, políticos e históricos se produce mezclando lo nuevo con lo viejo, y lo nuevo va reemplazando sin que lo viejo abandone bruscamente.
Ese proceso se inició hace más de dos décadas en el país, desde los gobiernos del PLD; ha sido en beneficio de la sociedad, no ha sido llevado a los partidos, incluyendo internamente en la organización de gobierno. En el régimen de todos los partidos lo nuevo presiona para sustituir el desfasado régimen partidario actual, por eso su crisis.
La solución a esa crisis partidaria no es generacional, por lo que no se resuelve poniendo jóvenes a dirigir un régimen obsoleto, es modernizar las estructuras y funcionalidad de los partidos, incorporándolos a la revolución tecnológica y digital. Si bien los jóvenes tienen facilidades para hacerlo, se requiere un paso previo.
Empieza en dar apertura a la democracia interna. Eso significa igual oportunidad de participación entre sus miembros, para ser elegidos a posiciones dirigenciales, a cargos públicos de elección popular y en sus decisiones políticas fundamentales.
Justamente ahí está el valor e importancia de la Ley de Partidos, si exige democracia interna. Hay resistencia en la aprobación de esa ley porque las cúpulas partidarias desean que esa ley se adecue a los partidos y no los partidos a la ley.
Peor aún, otros dirigentes buscan que sea el Estado, con la JCE, que les escoja sus candidatos convocando primarias simultáneas con su padrón electoral, no el de los mismos partidos. De esa manera las oligarquías partidarias despojan a los miembros del derecho de elegir y ser elegidos; además, el negocio de las candidaturas con los que tienen dinero es más lucrativa. Aunque es un tema resuelto constitucionalmente por la combinación de la decisión judicial de la SCJ en 2005 y el artículo 277 de la Constitución.
En el PLD se está en ese proceso de relevo organizacional y de funcionalidad. De ahí los acuerdos internos para administrar la crisis que crea su disfuncionalidad y propiciar su modernidad e innovación digital.