Que la Semana Santa es de “reflexión” y “recogimiento” es anacronismo; de ambos es lo menos que hay, todos sabemos, en una temporada ya caracterizada por el exceso, el imperio de la carne y sus placeres. Al menos, sin embargo, continúa vigente la tradición de la “tregua” política y a partir de toda la truculencia por la que atraviesa el país en la esfera del poder, y que justifica abrigar preocupaciones sobre el presente y el futuro de la institucionalidad democrática, este año la pausa política adquiere condición de necesidad estratégica. Nuestros líderes políticos deben hacer de la Semana Mayor un recurso oportuno para reflexionar serenamente sobre sus roles y responsabilidad social. Enfriar las cabezas para poner al país siempre primero.