Quizás el hecho de que con tanta frecuencia durante cualquier período de lluvia torrencial veamos colapsar nuestras carreteras, taludes, puentes y hasta cualquier camino vecinal, sea la razón que nos lleva a considerar de que ya es necesario proceder a revisar las tradicionales metodologías constructivas de nuestras grandes obras de ingeniería, pero también otras veces esa misma razón lleva al público a generalizar las causas que les hicieron fallar, y a veces, sin ir al lugar, se procede a emitir juicios públicos que tienden a descalificar algunas obras de ingeniería que se vieron interrumpidas durante un período de lluvia torrencial, cuando una simple visita al lugar pudo servir para apreciar de manera directa que las fallas fueron por otra razón que está mucho más allá del diseño y la construcción.
Cuando un puente construido sobre un caudaloso río falla por socavación de la base de uno de sus pilares cimentados superficialmente, de manera directa (sin pilotes), sobre gravas, arenas o arcillas, hay una falla de diseño y construcción porque en un río caudaloso los cimientos de los pilares nunca deben ser colocados de manera directa sobre materiales susceptibles de erosión, ya que lo correcto es que, para evitar fallas por socavación de los materiales erosionables existentes inmediatamente debajo de los cimientos, las bases deben colocarse sobre pilotes que alcancen una profundidad que sea el doble de la profundidad máxima de socavación que se pudiere presentar durante un evento hidrometeorológico extremo, como una vaguada, tormenta o huracán, y de esa manera el puente se mantiene en servicio durante cualquier crecida anormal del río, pero si el puente falla porque hubo un gran deslizamiento regional del suelo, ya no se trata de una falla de diseño y construcción, sino de una razón de fuerza mayor.
De igual modo, cuando una carretera falla porque las lluvias saturaron la base y la sub base, y entonces la carpeta asfáltica sufrió levantamiento o hundimiento hay un evidente caso de falla de diseño o construcción, pero si se trata de que las lluvias erosionaron toda una ladera montañosa que soportaba la carretera, o de que un río creció, se salió de curso y erosionó un segmento de la carretera, entonces no se trata de una falla de construcción, sino de una causa totalmente ajena a la obra de ingeniería.
Y ese es el caso de un segmento vial de 45 metros de longitud fallado en el kilómetro 13 de la carretera que comunica a Miches con El Seibo, en la comunidad denominada El Cajón de los Cisneros, con una elevación de 360 metros sobre el nivel medio del mar, donde las lluvias torrenciales que acompañaban al huracán María acumularon en pocas horas 400 milímetros de columna de agua por cada metro cuadrado de superficie, y las voluminosas escorrentías motivaron un acelerado proceso de erosión lateral de la arcilla rojiza residual acumulada en el horizonte superior de la alta montaña sobre la cual fue reconstruida hace tres años la vieja carretera intermunicipal, dejando como resultado final que la vía se quedara sin sustentación y colapsara, del mismo modo que colapsaron los postes de tendido eléctrico, los árboles y todo lo que había en la zona erosionada, pues se trata de un tramo vial donde la carretera va sobre una estrecha franja superior de una cresta montañosa, lo que implica que hay grandes precipicios en ambos lados inmediatos a la vía, y esos precipicios, por tener cobertura arcillosa, son susceptibles a la erosión fluvial lateral propia de cualquier lluvia torrencial, lo que indica que no fue que la carretera falló, sino que la montaña sobre la cual estaba la carretera se erosionó, y eso es muy distinto, pues si usted está sentado sobre una silla posicionada sobre una tarima, y se cae la tarima, entonces la silla también se cae, pero la culpa nada tiene que ver con la calidad de la silla.
Igual situación se presentó el 28 de octubre de 2007 en la carretera que comunica al Cruce de Ocoa con San José de Ocoa, cuando lluvias torrenciales que acompañaban a la tormenta Noel motivaron el crecimiento anormal de los caudales del río Ocoa, y ese crecimiento anormal erosionó la base de la ladera montañosa arcillosa del Cruce de El Limón, lo que motivó que toda la montaña se deslizara hacia el cauce del río y se llevara consigo un tramo de carretera de más de 200 metros de longitud, dejando al municipio de San José de Ocoa totalmente incomunicado, siendo tan grande el derrumbe que fue necesario que hiciéramos amplios estudios geológicos, geofísicos, geotécnicos e hidrogeológicos para diseñar y ejecutar una compleja solución estructural de estabilización que ha permitido que la vía se haya mantenido en servicio seguro durante los 10 años que han transcurrido después del paso de la tormenta Noel, solución cuyo diseño también incluyó eliminar un agudo meandro del río que socavó el pie de la montaña.
De ahí que en Miches no hubo una carretera fallada sino una ladera montañosa erosionada, y eso es distinto. l