Cada vez que las circunstancias me permiten la oportunidad de poder compartir con personas de otras culturas, y hasta otros continentes como en este caso, reafirmo, lo que a través de mi experiencia profesional y personal he aprendido, que todos los seres humanos, sin importar raza, religión o idioma tenemos una necesidad en común: amar, sentirnos amados, aceptados, de manera muy especial dentro de nuestras familias.
En la cultura occidental, febrero ha sido declarado como mes del amor. Desde el primer día de este, por todas partes se envían mensajes por todos los medios, propagandas, colocación de objetos en centros comerciales y lugares de trabajo alusivos a dicho sentimiento, representado por un corazón y el color rojo. El 14 se celebra la gran fiesta, cada cual, dentro de las posibilidades que le permiten sus ingresos, incluso excediéndose de los mismos, trata de obsequiar algún presente, y en ocasiones utiliza este momento para expresar con palabras o no, lo que durante todo el año se le dificulta o no sabe manifestar hacia los demás. No obstante, paradójicamente, inicio esta semana y me doy cuenta también de cómo se está perdiendo la capacidad de amar, problema principal que atraviesan hoy las sociedades, y en mayor dimensión aquellas de los países de “mayor desarrollo” y del “primer mundo”, y hacia donde una gran parte de nosotros pretende emigrar entendiendo que tendrá una mejor calidad de vida, que no se mide solamente por dinero.
Quiero aprovechar este tiempo para que hagamos una introspección de hasta dónde necesitamos este bálsamo, que científicamente se ha demostrado es la base de todo, y que desde el momento mismo de la concepción es determinante para vida y desarrollo emocional de los individuos. El hombre moderno corre, busca y, se podría describir, mantiene una carrera permanente tratando de llenarse con bienes materiales, o con una pareja emigrando de una ciudad o de un país a otro, como si en vez del lugar corriera de sí mismo, sin reconocer que tal ves hay un SOS en su vida y es amarse, amar y ser amado.