Los Lakers de Los Ángeles marchan a un ritmo que no se veía hace muchos años, una especie de recuerdo lejano para una franquicia que tocó fondo tras su última corona, lograda en la campaña de 2009-10, cuando vencieron a los Celtics.
La organización fue en picada tras ese cetro, su número 16 en los registros de la NBA, hasta que no le quedó más remedio que abrigarse a las esperanzas del sorteo universitario, que es el resultado de quedar en los últimos lugares.
Hubo más traspiés, una serie de transacciones horrendas, del mismo tamaño de California, bajo el mando de Jim Buss. Pero el arribo de “Magic” Johnson y de Rob Pelinka para tomar las decisiones de baloncesto ha devuelto esperanza a su inmensa legión de fanáticos.
Antes la oscuridad mandaba. Ahora la luz penetra y todo indica que habrá potencia de energía en las siguientes campañas.
Ese núcleo de Brandon Ingram, Kyle Kuzma, Lonzo Ball y una bestia en ciernes llamada Julius Randle, entre otros, tiene a los Lakers con más victorias que en la pasada estación (28-26), lo que ha generado un mar de elogios de los rivales, otro detalle que brillaba por su ausencia, y así van sumando puntos como posible destino de agentes libres que quieren un grupo para competir y ganar, un aliciente que tampoco estaba en su registro.
Es que los Lakers estaban hechos un desastre.
Les falta mucho. No van a postemporada desde 2012-13 y dudo que esta campaña asistan, pero pasarán de las 30 victorias (lo que no logran desde 2012-13) y es un gran paso de cara a volver a la élite en varias campañas.
Mucho crédito a Luke Walton, el dirigente de la tropa que, según los reportes, ha logrado sacar mucho de su talento joven, copiando a su mentor, el gran Phil Jackson y, al menos creo, a Steve Kerr, uno que aprendió con Phil y el también legendario Gregg Popovich.
Walton retó con astucia a Randle y el delantero está intratable en estos momentos, demostrando que puede ser pieza central de un equipo. Lonzo también juega su mejor baloncesto tras venir de una lesión. Esto coindice con una menor presencia de su padre, el parlanchín LaVar Ball, que debería ser nombrado embajador en Siberia por el bien de la franquicia.
¿No creen?