Vivir con una persona de edad avanzada, a veces es difícil. Para que las cosas funcionen, ambas partes deben tener paciencia y comprender sus condiciones de vida únicas
Resulta paradójico: luchamos contra el envejecimiento pero todos quisiéramos morir de viejos. Nadie quiere morirse joven.
Y cuando envejecemos, el mundo a nuestro alrededor queramos o no, nos cambia. Cambian nuestros hábitos de vida, nuestra rutina, nuestra hora de baño, de alimentación, se reduce el socializar y aumentan las visitas al médico.
Todo ello va modificando la conducta y el ánimo de las personas mayores. Algunos lo llevan mejor que otros porque se adaptan más rápidamente a su nuevo estilo de vida, sin trauma alguno. Valoran lo bueno, disfrutan de sus nietos, y sus horas de ocio la invierten en labores productivas, como cultivar las plantas, leer los diarios, ver televisión…
Otros, en cambio, no lo llevan bien, se deprimen porque dejan de ser independientes, ya no son productivos y se sienten inútiles. Perciben que no lo toman ya más en cuenta para tomar decisiones importantes y entonces, comienzan a comportarse de manera inadecuada, no cooperan con sus familiares o cuidadores en su rutina diaria.
También rechazan los alimentos, asearse, participan poco o nada en las tertulias familiares. Se aíslan. Otros, se irritan, recurren a vocabularios inapropiados y hasta se tornan violentos
Tal actitud se convierte en un reto, un desafío, a la vez en una frustración para la familia y sus cuidadores.
¿Qué hacer entonces?
Lo primero es descartar que la causa de ese inadecuado comportamiento sea ocasionada por un proceso orgánico o problema físico como accidente cerebrovascular, desordenes del metabolismo, deficiencia de vitaminas, depresión, hasta algún trauma craneal, o la presencia de un tumor lo que puede provocar un aumento del líquido céfalo raquídeo.
Orgánicamente se ha comprobado no tiene alguna afección, no padece demencia o Alzheimer, condición esta que los altera, entonces para disminuir ese tipo de conducta hay que procurar hacer su rutina lo más placentera posible para hacerlo sentir cómodo… a gusto.
Así lo explica el doctor Wilson Ureña, psiquiatra, abordado sobre el tema, quien asegura que debe descartarse además que esa conducta inapropiada no esté asociada al uso de sedantes o alguna sustancia tóxica como el alcohol.
Las personas mayores sin antecedentes de enfermedades mentales que muestran una conducta agresiva pueden estar demostrando que están insatisfechas con sus vidas.
La mayoría de los envejecientes sienten miedo, se sienten vulnerables, están conscientes de haber perdido el control de sus vidas y que dependen de otros, lo que los lleva a incomodarse con ellos mismos y su entorno.
La certeza de que les queda menos tiempo, contribuye a adoptar una conducta disruptiva, una manera de hacerse sentir.
Para evitar que la persona mayor se enoje y se comporte inapropiadamente es recomendable no llevarle la contraria, los expertos recomiendan decirle que su percepción de los acontecimientos es correcta.
Conforme el especialista es favorable: prestarle atención a cada cosa que dicen o hacen, consultarle y pedirle su opinión sobre cosas que pensamos hacer, hacer reminiscencia, es decir pedirles cuenten sobre su vida y sobre que disfrutaban hacer, compartir películas y música de su época. También es aconsejable hacerles recordar la letra de sus canciones favoritas, no hablarles como si fueran niños y aceptar sus opiniones aun difiramos de ellas.
Todo ello sirve para dulcificarle el temperamento y los hace acceder con mejor ánimo a su rutina diaria de aseo y alimentación. Les distrae y aparta de su malhumor. El hecho de pasar de dirigir a ser dirigidos, depender de otras personas para muchas cosas de su diario vivir los impacienta, los irrita.
Y si perciben que son tratados como niños, el comportamiento empeora y pueden asumir una conducta agresiva, física o verbal.
Esto resulta muy triste para el familiar asistir a la transformación de sus seres queridos, otrora personas apacibles y cooperadoras, conciliadores, troncos y baluartes de la familia.
Si se comprueba que la causa de su irritabilidad y su conducta inadecuada obedece a una enfermedad mental, como la esquizofrenia, trastornos de ansiedad, bipolaridad, depresión y trastornos delirantes, los que, en ocasiones, aparecen en la vejez, se sugiere sea tratado y supervisado periódicamente por un psiquiatra.