Todos sabemos que el fuego es útil a nuestra sociedad cuando está bajo nuestro control, como en la estufa de nuestra cocina, pero que cuando el fuego se sale de nuestro control se denomina incendio, y hemos visto que desde diciembre 2018 hasta febrero 2019 han ocurrido 6 grandes incendios industriales que han afectado a 2 grandes industrias de plásticos, 2 grandes fábricas de muebles, una gran industria licorera y una recicladora de combustibles y lubricantes, y en cada uno de esos incendios ha quedado evidenciado que no había suficiente agua disponible en cada lugar para controlar el fuego en la etapa inicial, y que debieron esperar a que llegaran bomberos, con recursos limitados, que debieron recorrer grandes distancias sorteando todo tipo de obstrucción vial, y esa no es la respuesta ideal.
Fue evidente que en el gran incendio ocurrido durante 30 horas, en las bodegas de una gran empresa licorera de Puerto Plata, hubo que convocar a bomberos de Puerto Plata, Sosúa, Cabarete, Imbert, Luperón, Altamira, Navarrete, Esperanza, Mao, Villa González, Santiago, Licey, y Moca, lo cual, si bien es cierto que representa un gran gesto de solidaridad y hermandad entre los bomberos de la región, también demuestra que en materia de grandes incendios industriales tenemos grandes falencias estructurales, tal y como las tenemos frente a huracanes y terremotos.
Pretender apagar rápidamente un incendio industrial contando con bomberos que deben llegar desde grandes distancias, a veces más de 75 kilómetros, viajando por carreteras y calles bloqueadas por tapones y por conductores indiferentes ante sirenas de bomberos, es resignarse a que todo quedará reducido a cenizas, pues camiones de bomberos que deben viajar desde Santiago, Moca, y Licey, para ayudar a sofocar un incendio en Puerto Plata, requieren de casi 2 horas de recorrido, y luego de 2 horas de iniciado, cualquier incendio ya está fuera de control, sobre todo, si se trata de un material tan fácilmente inflamable como el alcohol.
Nuestra infancia se desarrolló en la calle Daniel Goris, esquina Isidoro Cabrera, del municipio de Navarrete, y allí, sobre la acera, había un gran hidrante, de color rojo, el cual estaba habilitado para conectar dos grandes mangueras traídas por los bomberos para sofocar cualquier incendio, pero, al parecer, al llegar la democracia se entendió que los hidrantes eran parte de una fea herencia trujillista, y que como todo lo que había sido ideado en la denominada Era de Trujillo debía ser eliminado, principalmente todo aquello que era de carácter obligatorio, porque los hidrantes eran obligatorios, se comenzó a abandonar la obligatoriedad de instalar hidrantes en las calles de cada ciudad, falencia que fue imitada por los desarrolladores de proyectos inmobiliarios, y, por extensión, las industrias también copiaron esa errónea decisión, y ahora usted no encuentra, en ninguna industria, ni vecindario, hidrantes para apagar incendios.
En cualquier sociedad donde la prevención de desastres es una prioridad, la autoridad tiene la obligatoriedad de imponer aquellas medidas preventivas que ayuden a salvar vidas y propiedades, pero las empresas, los ingenieros constructores y los ciudadanos también tienen la obligatoriedad de aplicar esas medidas para protección de la misma sociedad, sin embargo, 6 recientes grandes incendios, que han provocado pérdidas por cientos de millones de pesos, han demostrado que para sofocar y controlar incendios en la etapa inicial no contamos con los más mínimos protocolos de prevención, ni con los hidrantes necesarios para una inmediata reacción, sabiendo todo el mundo que si en su inicio un incendio es adecuadamente, y oportunamente, atacado, quedaría inmediatamente sofocado, pero que si se le deja propagar entonces no habrá otra cosa que hacer que no sea resignarse a lamentar la pérdida total.
Aunque en la República Dominicana cuando alguien habla de terremotos, huracanes o incendios se le señala como alarmista, la verdad es que no hay que ser alarmista extremo para preguntar ¿que pasaría si una de nuestras altas torres residenciales de Santo Domingo se incendia por un escape de gas ocurrido de manera accidental, o porque un terremoto rompa las tuberías de gas, como ocurrió en San Francisco, California, en 1906, y en Kobe, Japón, en 1995?
Si las industrias contaran con hidrantes obligatorios, ubicados cada 50 metros, y conectados a pozos que se abastecen de aguas subterráneas, o a líneas especiales del acueducto, y si nuestras calles, urbanizaciones y torres contaran con sistemas de hidrantes, entonces los incendios fueran fácilmente controlables, quizás antes de la llegada de los bomberos, y las pérdidas económicas para industrias, ciudadanos y compañías aseguradoras, fueran mínimas, por lo que de nuevo debemos establecer como una obligatoriedad el que para autorizar un uso de suelo en cualquier ciudad, todo proyecto presentado debe incluir hidrantes para disponer de suficiente volumen de agua para sofocar, en su etapa inicial, cualquier incendio que amenace el lugar.