El Ministerio de Educación ha dicho, en ocasión de dar a conocer los resultados de la Evaluación Diagnóstica Nacional de Tercer Grado de Primaria, que “la calidad y la equidad son el gran desafío del sistema educativo dominicano”.
En buen momento se produce esa declaración, formulada a través de la directora de Evaluación y Control de la Calidad de la Educación, Ancell Scheker. La exposición hecha a partir de darse a conocer los resultados, pobres por cierto, de la evaluación diagnóstica, según la cual un 50 por ciento de los alumnos apenas alcanzó niveles elementales, el 12 por ciento logró puntuación satisfactoria en Lengua Española y el 27 por ciento en Matemáticas.
Tratándose de las dos materias básicas, el desempeño medido por el estudio es para provocar preocupación colectiva, pues indica que estamos, como sociedad, muy distantes del objetivo educación de calidad, el norte hacia el cual el Gobierno ha trazado su ruta y puesto la vista. Pero no se trata de una tarea de ejecución unilateral. El Ministerio de Educación, como representante estatal, por sí solo no puede. Los profesores, cuyo gremio, la ADP, siempre está presto para salir en defensa de reivindicaciones para los maestros, tiene tanta o igual responsabilidad que quienes diseñan la política educativa. La afirmación de Eduardo Hidalgo, presidente de la ADP, de que el gremio asume como un reto los resultados de la evaluación, no debe quedar como una simple expresión retórica. Debe ser un compromiso de los profesores para sacar a la educación de ese déficit de calidad.
No es posible que ya en el quinto año de aplicación del 4% del PIB para la educación pública preuniversitaria, no haya algún indicio de mejoría en la calidad educativa que haga entender que el sacrificio fiscal haya valido la pena.
Privilegiar presupuestariamente al sector Educación ha sido una loable iniciativa de la actual Administración gubernamental, pero debe redituar, tiene que ser compensada. Y la forma esperada de esa compensación es con mejoría en la calidad de la educación, para que se pueda dar el triunfo de la revolución del conocimiento.
Pero tenemos todos, como país, que empujar la carreta, con igual intensidad y en la misma dirección. De lo contrario, estamos llamados a “repetir” las malas calificaciones.