Los más grandes hombres y los más elevados pensadores conque ha contado la humanidad siempre reconocieron y reconocen que el ejercicio de un periodismo objetivo, responsable y honesto dignifica y agrega un extraordinario valor a la democracia.
Pese a que la incursión de muchos ajenos a la profesión, sin esos valores y sin el más mínimo respeto a su valor, ha marchitado y hasta disminuido en parte, el gran valor y la fortaleza de esta noble profesión, no han logrado producir el daño deseado, ni lanzar al lodo este honroso trabajo.
En República Dominicana, igual que en otros muchos países, los corruptores y los corruptos se han valido de la influencia del medio, del valor de la información como forjadora de opinión en todos los contextos, para tratar de pescar en río revuelto, comprando y vendiendo conciencia y distorsionando la base principal de este ejercicio que en definitiva, es la verdad.
Cambiar la verdad absoluta por verdades falsas o concebidas conforme a intereses en el marco de la “pos verdad”, ha sido realmente doloroso para quienes han sacrificado parte de su existencia dedicados a esta honorable profesión, sobre todo, por los cambios generados por la concentración, manipulación y comercialización de los medios audiovisuales y escritos.
Más aún, con los avances de la tecnología, el surgimiento de las redes sociales y el negocio de la política, el ejercicio se ha diversificado y los verdaderos profesionales cada vez tienen menos campos porque los usurpadores copan esos medios.
El periodismo ha de ser ejercido como un sacerdocio, aunque la publicidad cumpla su cometido. Antes se hacía, las informaciones eran objetivas y ahora el “publiciting” tiene gran dominio sobre ello.
Los dominicanos debemos retomar los valores que nos hicieron crecer como sociedad. Las escuelas revisar sus pensa y ser estrictas en la formación de esos valores y conceptos, en tanto, las autoridades y la sociedad conscientes deben asumir el reto de devolver su valor al noble ejercicio del periodismo.