Durante mucho tiempo hemos dicho a través de los diferentes medios de comunicación que no es cierto que la temporada ciclónica del océano Atlántico se inicia el día 1ro de junio y concluye el día 30 de noviembre de cada año, pues si bien es cierto que los registros históricos de la ciclonología tropical atlántica indican que en la mayoría de los años los fenómenos meteorológicos convectivos se enmarcan dentro de ese cálido período de tiempo, no menos cierto es que ese lapso de tiempo ha sido establecido por meteorólogos en base a registros históricos, pero que la naturaleza tiene sus propias reglas para establecer cuándo y dónde comienzan y terminan los ciclones, y que en cualquier discusión entre los hombres de ciencias y la naturaleza, siempre gana la naturaleza.
Los dominicanos aún conservamos el recuerdo de que en fecha 30 de noviembre del año 2007, un mes después de las extensas inundaciones y destrozos dejados por la tormenta Noel, se anunció oficialmente que la temporada ciclónica había concluido, sin embargo, 11 días después del cierre llegó la tormenta subtropical Olga, la cual descargó grandes volúmenes de lluvias sobre la cuenca del complejo hidroeléctrico Tavera-Bao, y a la media noche, tal y como habíamos advertido 10 horas antes a través de la emisora Z 101, entró una crecida pico cercana a los 5 mil metros cúbicos por segundo, la cual, al encontrar a la presa de Tavera prácticamente llena, tuvo que ser derivada hacia agua abajo, inundó a Santiago, mató unas 300 personas, y dañó extensas plantaciones de banano de la Línea Noroeste.
Ahora, este pasado viernes 25 de mayo, una semana antes del inicio de la “temporada ciclónica calendario”, se formó la tormenta subtropical Alberto, la cual nació al este de la península de Yucatán, al sur de Cozumel, en un área donde los vientos predominantes fluyen en sentido sur-norte, llevándole a pasar al oeste de la isla de Cuba y al oeste de la Florida, hasta entrar a Estados Unidos, con posterior tendencia a disiparse.
Tanto Olga como Alberto han sido dos tormentas subtropicales que se han formado fuera del “período calendario de ciclones” establecido por los meteorólogos, y ello es producto de que el calentamiento global está incrementando cada vez más las temperaturas medias del planeta Tierra, y con ello está extendiendo el período real de huracanes, y esa extensión se abre como abanico, tanto al inicio como al final de la “temporada ciclónica calendario” de cada año, pues la naturaleza ajusta su propio calendario en función de las condiciones de presión atmosférica, temperatura ambiental, humedad ambiental y flujos de vientos, y al ser humano no le queda otro camino que ajustar su calendario de huracanes al calendario de la naturaleza.
Pero si en la pasada temporada de huracanes 2017 tuvimos los devastadores huracanes Harvey, Irma y María, los cuales provocaron estragos en Houston, Saint Marteen, Barbuda, Antigua, Dominica, Puerto Rico, La Florida, Haití, Cuba, y parte del nordeste de la República Dominicana, y donde por primera vez en la historia los daños conjuntos superaron los 300 mil millones de dólares, entonces debemos estar conscientes de que en la medida en que el cambio climático genere temperaturas cada vez más elevadas, en esa misma medida anualmente tendremos mayor cantidad de huracanes más fuertes y más dañinos, por tener mayores velocidades de vientos máximos sostenidos capaces de destruir viviendas y tendidos eléctricos, y mayor cantidad de vapor de agua para precipitar mayores volúmenes de lluvias capaces de dañar carreteras, puentes, tomas de acueductos y urbanizaciones.
Pero, a diferencia de otros países, en la República Dominicana no tenemos cultura de preocuparnos por adquirir pólizas de seguros contra daños por vientos huracanados y por inundaciones, y en caso de que un huracán tipo Irma o María nos impacte con vientos cercanos a los 300 kilómetros por hora, los daños en nuestro país serían catastróficos, con el agravante de que a diferencia de Houston y Puerto Rico, que por ser territorios norteamericanos recibieron ayuda federal para cubrir parte de los 125 mil millones de dólares en daños en Houston, y parte de los 100 mil millones de dólares en daños en Puerto Rico, la República Dominicana no tiene a donde acudir para obtener 100 mil millones de dólares para reconstrucción inmediata de los daños, por lo que nuestra economía se atrasaría unos 15 años, tal y como ha sido advertido a la región del Caribe por el Banco Mundial luego de ver los destrozos dejados el pasado año por Harvey, Irma y María, y, siendo así las cosas, la mejor decisión es comenzar a reforzar nuestras edificaciones más débiles, aumentar la resistencia de nuestras líneas eléctricas, construir más refugios, y comenzar a adquirir pólizas de seguros contra huracanes e inundaciones.