Vertederos flotantes es la definición que en un reportaje que publica este diario en esta misma edición se les da a los ríos Isabela y Ozama.
Y las fotos que acompañan el reportaje soportan la definición y toda la descripción que recoge.
Es un panorama, como dice el refrán popular sobre las cosas que parecen increíbles, hay que verlo para creerlo. Pero las fotos no mienten. Reflejan como montones de plásticos, lila, botellas de cristal y cerdos, que entran a bañarse como si fuera en pocilgas, e incluso materia fecal que flota en la superficie, son arrastrados por cañadas y arroyos del Gran Santo Domingo que las depositan en los ríos que desembocan en el mar Caribe en el Distrito Nacional.
Pudiera interpretarse la insistencia en comentar el tema de la conversión de los dos importantes acuíferos en receptores de basura como una pérdida de tiempo o como un deseo de criticar. Pero quien observa la forma como la acción desaprensiva del hombre está contribuyendo a la desaparición, al menos como hábitat de la fauna, de esos afluentes, puede entender que mientras haya esperanza de remediación todos los esfuerzos que se hagan son útiles y necesarios.
No es posible ser indiferente ante una agresión de la magnitud a la que son sometidos ríos, arroyos y cañadas que décadas atrás eran fuentes de limpias y cristalinas aguas, albergue de numerosas especies que ahora solo existen en el recuerdo de quienes vivieron aquellas épocas en las que las orillas de esos afluentes todavía no habían sido invadidas por miles de familias que levantaron sus viviendas sin importar los peligros que para ellos y para los recursos naturales representaba su decisión.
El resultado de esa acción históricamente permitida por las diferentes instancias estatales es que ahora las remediaciones son más caras y difíciles de aplicar. Pero hay que tomar medidas. No puede continuar la situación actual en que prácticamente ríos y arroyos transportan más basura que agua.
El Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales anunció que integrará una unidad de 150 hombres para vigilar playas, caminos y carreteras, con el propósito de evitar que se tire basura en esos lugares. Multarán a quienes sorprendan en esa práctica. Es una iniciativa buena. Pero no basta con solo esa medida. Necesita ser complementada. Educación y sanción puede ser una buena combinación.