“Nos vamos todos a vivir a Estados Unidos puesto que mi mamá nos hizo residencia, mis otros hermanos tienen más de 10 años que se fueron”. Dice un señor a quien le pregunto cuántos años hace, me responde que alrededor de 10, y exclama que todo lo hace por una mejor vida. Como esta familia, son muchos los dominicanos que han emigrado con la finalidad de hacer un futuro económico que les permita darle a su descendencia todo aquello que ellos no pudieron tener, esta siempre fue y es la principal motivación no solo de los dominicanos, sino de todos aquellos que han entendido que emigrando a países desarrollados lograrán un mejor futuro.
Sin embargo, los que tenemos la oportunidad de visitar familiares y amigos que se encuentran fuera de República Dominicana, podemos ver que la mayoría llevan vidas sacrificadas con dos y tres trabajos, sin tiempo para comer y mucho menos para darle calidad del mismo a sus hijos, ya que apenas pueden verlos en la noche. Se esfuerzan en no gastar nada, para cuando van a su país se vea abundancia y más aún ayudar a los que se quedaron, pero ellos malviven agotando todo y más para poder lograr lo que ellos creen una buena vida. En nuestro país por mucho que quieran decir y mostrar, existen grandes oportunidades con calidad de vida, la cual no se mide solo por vivir con un aire acondicionado todo el día, o vivir con una despensa llena alimentos que más que esto, aunque parezca paradójico son toxinas para el cuerpo.
En nuestro país tenemos universidades con grandes estándares, las cuales durante los años mantienen convenios con las principales del mundo. Ahora bien, lo más importante que no se compra con dinero, de lo que carecen las grandes urbes y naciones poderosas, a nosotros nos sobra, y es: la solidaridad entre las personas, donde aún con dificultades como en todas partes del mundo, nadie se hace indiferente a la necesidad y el dolor ajeno. Es tiempo ya, de dejar de maldecir un país bendito, de gente buena, única en el mundo con un escudo en el centro de su bandera, que dice: “Dios, Patria y Libertad”. No permitas que nadie nos dañe, ni mucho menos, sean tus labios lo que hablen mal de él.