Todo especialista en asuntos ambientales debe estar claro en que las dos grandes amenazas que ponen en peligro las condiciones ambientales presentes y futuras de nuestro planeta, y la supervivencia de los seres vivos, son el cambio climático y la contaminación de las aguas superficiales y subterráneas, pero quizás el mayor peligro ambiental no radica propiamente en los impactos ambientales negativos del cambio climático y de la contaminación de las aguas, sino en la indiferencia de una gran parte de la población mundial que, estando ya enterada, a través de los medios de comunicación, de que nuestro moderno estilo de vida diaria es responsable directo del cambio climático y de la severa contaminación de nuestras aguas, se conforma con hablar de la contaminación ambiental que es producida por otros, pero sin hablar de la contaminación que aportamos todos nosotros a, y sin hacer algo para reducir nuestros aportes de contaminantes que deterioran aceleradamente nuestro medio ambiente.

Cada vez que usted consume 100 kilovatios/hora de energía eléctrica fósil usted está aportando 65 kilogramos de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera, cada vez que usted recorre 100 kilómetros en su auto usted aporta 15 kilogramos de CO2 a la atmósfera, cada vez que usted descarga su inodoro está enviando a la cañada, al río o al subsuelo, millones de bacterias coliformes fecales que degradan la calidad de las aguas superficiales y subterráneas, y cada vez que usted lanza basuras está degradando la calidad de las aguas de nuestro entorno, y aunque muchos ciudadanos piden a gritos que se cuide el medio ambiente, en la realidad sus preocupaciones ambientales son de palabras, pero no son de acción, pues nadie deja su auto en casa para irse a pies al trabajo y reducir su huella de contaminación atmosférica, nadie reduce su consumo energético para disminuir sus aportes de CO2 a la atmósfera, y nadie averigua cómo reducir sus efluentes cloacales cargados con bacterias contaminantes.

Para 1950 la concentración de CO2 en la atmósfera era de 200 partes por millón, pero en el presente esa concentración está en el orden de 400 partes por millón, es decir, en menos de 70 años hemos duplicado la concentración de CO2 en la atmósfera, y esa alta concentración de CO2 impide que la totalidad de la radiación solar que diariamente entra al planeta Tierra vuelva a salir, motivo por el cual la temperatura promedio mundial se ha incrementado en 1.2 grados Celsius, con el alto riesgo de que para el 2030 la temperatura promedio haya subido 2 grados Celsius, para 2050 haya subido 3 grados Celsius, y para el año 2100 haya subido 5 grados Celsius, lo que sería catastrófico para especies forestales y animales, incluyendo a los seres humanos que no podrían soportar tales temperaturas.

Ya en varias ocasiones la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido del incremento de las muertes anuales por hipertensión arterial, accidentes cerebrovasculares y problemas respiratorios asociados al cambio climático, principalmente en personas de muy avanzada edad, pero al mismo tiempo ha advertido del incremento de las muertes de niños por efectos de la contaminación del aire, la falta de acceso al agua potable y el consumo de aguas contaminadas por desechos cloacales no tratados, con el agravante de que, tal y como lo señalara recientemente el Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Antonio Gutérrez, cada día el cambio climático nos está ganando la batalla porque avanza más rápido que nuestras medidas para contrarrestarlo; y cada día las aguas superficiales y subterráneas están mucho más contaminadas que el día anterior, en una sociedad donde la población mundial y la contaminación se multiplican exponencialmente, sin que las medidas de mitigación se incrementen, ni siquiera linealmente.

Sumemos el hecho evidente que desde el 2014 estamos viviendo el período más caliente desde que la Organización Meteorológica Mundial (OMM) comenzó a llevar registros de temperaturas en el año 1880, y que esas altísimas temperaturas están provocando huracanes más frecuentes y más poderosos, como han sido los casos de los huracanes Patricia, Harvey, Irma y María, sabiendo que, en la medida en que las temperaturas sigan subiendo, en esa medida los huracanes serán más poderosos y más devastadores, pero en esa medida las sequías serán más severas y más prolongadas, afectando acueductos y plantaciones agrícolas.

En la realidad, el cambio climático y la contaminación de las aguas son los dos grandes problemas ambientales que amenazan seriamente a nuestra sociedad, y debemos trabajar para resolver esos dos graves problemas, pero tal y como dijo el presidente Danilo Medina en la pasada semana ante la Asamblea General de la ONU, los esfuerzos deben ser proporcionales a las emisiones, y quienes contribuyen más al cambio climático son quienes deben contribuir más a su disminución.

Posted in Edición Impresa, Opiniones

Más de edicion-impresa

Más leídas de edicion-impresa

Las Más leídas