WASHINGTON— La Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó el martes una masiva reforma fiscal que ha sido desde hace tiempo anhelada por los republicanos: una ambiciosa reducción de los impuestos que beneficiará principalmente a gente acaudalada y a las grandes corporaciones.
Los demócratas y varios expertos independientes denuncian que la propuesta principalmente beneficia a los ricos y a las grandes corporaciones, y le da ningún o poco beneficio a los más humildes. Además consideran que es falso el argumento de que las compañías usarán el dinero extra para contratar a más trabajadores o aumentar los sueldos.
También se han burlado del eslogan de los republicanos de que el sistema será tan simple que las planillas se podrán llenar “en una postal”.
“¿Y qué ocurrió con la postal?” dijo en torno burlón el representante demócrata Richard Neal, de Massachusetts. “Más bien vamos a necesitar un mural para llenar ese formulario”.
Es así como la más radical reestructuración del sistema de impuestos en tres décadas en Estados Unidos está encaminada a su aprobación por el legislativo y promulgación presidencial.
La compleja legislación es una combinación de dos versiones: una aprobada por la Cámara de Representantes y una aprobada por el Senado. De manera permanente reduce la tasa impositiva para las corporaciones de 35% a 21% y reduce los gravámenes para los más acaudalados. Recorta los impuestos para los demás también, pero mucho menos y sólo de manera temporal. La deducción estándar aplicada a dos tercios de las familias del país se duplica a 24.000 dólares para parejas casadas, pero ello caduca en ocho años.
La deducción de 1.000 dólares por hijo se duplica a 2.000 dólares, con un recorte de hasta 1.400 dólares para quienes deben pocos o ningún impuesto. Los padres tendrán que suministrar el número de Seguro Social del hijo para recibir esa reducción, una medida diseñada para evitar que la medida sea aprovechada por los que están en el país ilegalmente.
La legislación además elimina una parte importante de la reforma al sistema de salud aprobada bajo la presidencia de Barack Obama: la exigencia de que todos los estadounidenses tengan seguro de salud o sufran una penalidad. Es una medida que busca privar de fondos a la reforma de salud, una ambición conocida de los republicanos.
La reforma es el primer logro legislativo de los republicanos en el Congreso tras un año entero en que controlan ambas cámaras además de la Casa Blanca. Se calcula que empeorará la deuda nacional que ya asciende a 20 billones de dólares.