BOGOTÁ (AP) — Las grandes ollas de metal de una anodina cafetería de Bogotá están llenas de recetas simples como arroz con verduras. Pero la delicadeza con la que Edgary Granadillo las prepara antes de que los empleados de las oficinas cercanas acudan a almorzar da una pista del nivel de los platos que servía en su día.
Este ex chef ejecutivo de un balneario de la costa en Venezuela llegó a estar al frente de un equipo de 65 personas y su presencia era habitual en programas de cocina en televisión.
Ahora trabaja por 10 dólares al día con un único objetivo: enviar dinero a casa.
“Ya el sueldo que ganan allá no alcanza”, dijo Granadillo, de 30 años, mientras sus sombríos ojos oscuros vigilaban una burbujeante olla con sopa de pescado. La gente “tiene que depender del venezolano que está afuera, que le manda algo para poder sostenerse”.
A medida que aumenta el número de venezolanos que huyen de una crisis económica y humanitaria cada vez más profunda, surge un nuevo salvavidas para los que se quedan: las remesas. Bordeando los estrictos controles de divisas, docenas de operadores de transferencias, en su mayoría pequeños negocios gestionados por un puñado de exiliados a través de internet, han abierto sus puertas en el extranjero para ayudar a los emigrantes a convertir sus dólares y pesos a bolívares venezolanos que llegan a la cuenta bancaria de un familiar en Venezuela en cuestión de minutos.
Las remesas son un gran negocio. Expertos independientes estiman que en la actualidad los venezolanos envían alrededor de 1.000 millones de dólares al año a los familiares y amigos que han dejado atrás.
Ese dinero es crucial en un momento en el que el salario mínimo en Venezuela es de menos de dos dólares mensuales y el gobierno del presidente Nicolás Maduro -que el domingo fue reelegido para un segundo mandato de seis años- está tomando nota. Culpando a estas operaciones de alimentar la creciente devaluación de la moneda nacional, y con la esperanza de llevarse un trozo del pastel, las autoridades venezolanas cerraron recientemente varias casas de cambio y anunciaron que abrirán una propia.
Más de 100 personas ligadas al negocio de las remesas han sido detenidas en la llamada “Operación manos de papel”. Están acusadas de especular con el valor del bolívar utilizando la tasa de cambio del mercado negro. La junta directiva del principal banco privado del país, que tenía muchas de las cuentas de los envíos, fue arrestada dentro del operativo.
El fiscal general de Venezuela, Tarek William Saab, advirtió que “hay que crear nuevos lugares de reclusión sólo para este tipo de delitos” que, según dijo, está causando un “grave daño” a la economía de la nación petrolera. Pese a que muchos de quienes operan estos negocios podrían estar trabajando desde el extranjero, evitando así la detención, las autoridades han identificado a cómplices dentro de Venezuela, agregó.
“Podrían estar afuera muy tranquilamente jugando con el dolor del venezolano, pero aquí tienen sus cómplices”, dijo.
Venezuela está sumida una compleja crisis con una inflación anual de 13.776%, según estimaciones de congresistas opositores, una creciente escasez de alimentos y medicinas y una severa contracción económica que amenaza con agravarse ante las dificultades financieras y la caída en la producción de la estatal Petróleos de Venezuela S.A. (PDVSA), corazón económico del país.
La mayoría de las remesas enviadas a América Latina proceden de inmigrantes en Estados Unidos que mandan dinero a México, Cuba y otras naciones de Centroamérica y el Caribe. En 2016 esas transferencias alcanzaron un valor de 74.300 millones de dólares y en algunos casos supusieron más de 10% del Producto Interno Bruto de un país.
Históricamente Venezuela ha sido un país receptor de inmigrantes y por ello una nación de la que salían las remesas. Pero la situación ha cambiado.
“La mayoría -100 por ciento, si no es el 100 por ciento es 99 por ciento- de los venezolanos que salimos del país y nos vamos al extranjero es para poder enviar dinero a nuestros familiares”, explicó Yulia Torres, quien abrió una cuenta de Instagram llamada “Venezolanos en Bogotá” que tiene más de 40.000 seguidores.
“Puede que no te lo digan, pero lo están necesitando y para ellos es realmente algo muy valioso”, dijo sobre los familiares que se quedan en el país.
Para mantener el flujo de bolívares en sus cuentas los cambistas deben recurrir al turbio mercado negro venezolano, donde los dólares que se guardan en cuentas en el extranjero se venden por 10 veces su precio oficial al que solo las agencias estatales y algunos privilegiados tienen acceso.
En un negocio de remesas típico los venezolanos que gestionan las operaciones mantienen cuentas bancarias personales en su país al tiempo que abren otras en moneda extranjera afuera. Los inmigrantes en Bogotá, por ejemplo, depositan los pesos en una cuenta colombiana y los cambistas transfieren los bolívares equivalentes desde su propia cuenta en Venezuela a la del familiar en cuestión.
Ecoanalítica, una consultora financiera venezolana, estima que el año pasado se enviaron remesas por 1.100 millones de dólares al país, una cifra que según los analistas podría ser más elevada dada la dificultad para calcular las transacciones informales. Esto podría suponer que más de cuatro millones de ciudadanos, el equivalente a cerca de 15% de la población venezolana, recibe dinero del extranjero.
“Cada vez más hogares de clase media necesitan remesas para poder sobrevivir”, señaló Jean Paul Leidenz, economista de Ecoanalítica. “Pero no podemos simplemente depender de las remesas para obtener ingresos en divisas fuertes porque nunca entran en la economía”.
Maduro ha acusado en repetidas ocasiones al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, de librar una guerra económica contra su país al permitir que las “mafias” acaparen grandes cantidades de bolívares. Aunque se han encontrado grandes reservas de bolívares en países como Paraguay -lo que sugiere que las redes especulan con el valor de la moneda- los analistas apuntan que el caos económico en el que está sumida la nación está provocado por malas decisiones del gobierno, como emitir moneda nueva mucho más rápido de lo que hay disponible para gastar.
Venezuela impuso controles de divisas en 2003 con el objetivo de frenar la fuga de capitales, pero la mayoría de los economistas dicen que lo que hicieron en realidad fue alimentar la actual crisis financiera. Individuos y negocios aplican para recibir dólares la tasa gubernamental para importar bienes y cubrir otras transacciones. Pero a excepción del sector público y unos pocos privilegiados más, la mayoría de los venezolanos recurre al mercado negro.
Empleando esa tasa los analistas dicen que las casas de cambio oficiales de Venezuela nunca podrían ser competitivas.
“Yo creo que somos una solución”, dijo Víctor Aguirre, que en Venezuela se dedicaba a la reparación de tejados pero a los pocos meses de llegar a Colombia abrió un negocio de cambio online con un amigo.
Un responsable de Rapid Cambio, un negocio operado desde Panamá que recientemente entró en la lista negra de Caracas, comparó las detenciones con una “caza de brujas”. Hablando bajo condición de anonimato por temor a represalias, el cambista dijo que planea abrir un nuevo negocio en cuanto la situación se calme.
Como muchos otros inmigrantes, el chef Granadillo apenas gana suficiente para cubrir sus gastos diarios. Pero en un día de trabajo en Bogotá equivale a la paga de mes en su país.
Lo poco que puede mandar no alcanza para mucho en Venezuela, pero su madre de 62 años dice que sin su ayuda pasaría hambre.
Una tarde reciente Ana Teresa Rondón utilizó las remesas de Granadillo para comprar pimientos, un aguacate y un kilo y medio de pollo que, según dijo, deberían durarle al menos un mes.
“Sin la remesa, no podría comprar nada”, dijo.