Con un acto de entrega de una ofrenda floral en la calle Moisés García esquina Doctor Báez se recordó ayer los 56 años del ametrallamiento de un grupo de estudiantes frente al Palacio Nacional.

Los jóvenes con edades entre los 12 y 20 años, se manifestaron de forma pacífica en búsqueda de la desocupación del país de las tropas de la intervención norteamericana; El Salvador, Honduras, Nicaragua, Brasil y Paraguay.

También, reclamaron un aumento del presupuesto de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), para mejorar el nivel de la educación pública impartida en esa casa de altos estudios.

Sin embargo, fueron recibidos de forma hostil por miembros de la Policía Nacional, quienes estaban destinados a mantener el orden público y la protección de la ciudadanía.

Las mortíferas ráfagas de las ametralladoras cayeron sobre los cuerpos de niños y adolescentes. Mientras que en el pavimento quedaron los cuerpos acribillados de: Miguel Tolentino, Luis Jiménez Mella, Antonio Santos Méndez y Altagracia Amelia Ricart Calventi.

Asimismo, como testigos sobrevivientes de este suceso quedaron Brunilda Amaral y Tony Pérez, quienes quedaron con sus columnas destrozadas y desde ese día se mantienen en sillas de ruedas.

En la marcha participaron muchos alumnos tanto de liceos públicos como de colegios privados.

“Esa marcha fue pacífica, sin ninguna provocación. Era una fiesta porque por primera vez luego de la revolución de abril se concentraron los estudiantes y/o exigiendo un derecho, lo que significaba una apertura democrática a la educación”, expresó a elCaribe, Fidel Soto, quien fue testigo de la masacre.

Soto dijo que en ese entonces, tenía 15 años de edad y era dirigente estudiante en el liceo Juan Pablo Duarte.

Con este suceso se activaron los comandos de abril.

El 9 de febrero de 1966: “fuera el yanqui invasor”

“Fuera el yanqui invasor”, era la consigna del grupo de estudiantes que el 9 de febrero de 1966 se dirigió al Palacio Nacional, en manifestación de varias causas educativas. Conforme con informaciones, hubo tres recesos cortos, estallidos de bombas lacrimógenas y el estruendo de una granada. Cuando todo terminó se asistieron a los heridos y levantaron a los fallecidos.

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