“¿Te gustó?”, preguntó antes de montar en la jippeta de César Suárez Pizano, el empresario que lo ha traído durante más de 50 años. Raphael iba en jeans, con una chaqueta de mezclilla con botonadura metálica. Acababa de cantar dos horas y pico. Treinta y una canciones. Nada de los lugares comunes esos de “Gracias, Santo Domingo”, ni el grito más tonto de “¿Dónde están las mujeres?”. Raphael pertenece a una raza superior. El de los súper héroes que a los 78 años sigue cantando con ímpetu y no piensa bajarse de los escenarios.

En buena lid, es muy joven, tiene 20 años de su nueva vida. La segunda que Dios le dio, después del trasplante de hígado.

Tampoco dijo “adiós Santo Domingo”, que los súper héroes son otra cosa del destino y de la verdad. Pasan por la vida y se les aplaude cada una de sus hazañas.

Este martes el Teatro Nacional Eduardo Brito rebozó de alegría. Rebozó de admiración hacia un hombre convencido de que va a seguir hasta el final haciendo lo que mejor sabe hacer en esta vida: cantar.

Media hora antes de comenzar, apagaron el aire acondicionado. El artista cuida su voz. El aire frío es un cuchillo para sus cuerdas vocales. A las 8:30 en punto, sonó la batería y Raphael irrumpió en el escenario, entonando “Renacer, renacer”. “Por la vida que crece renacer, por la magia y el encanto…” (Ave fenix). Extendió los brazos, se escucha la guitarra rockeada. La voz intacta.

Piano de cola, bateria, bajo, teclado, percusión menor, guitarra. Loco por cantar. Ovación. Algunos de pie.

Cuerdas en el teclado. Vivir así es morir de amor. Arreglo movido. Luego Digan lo que digan. Igualmente movida. La canción fue un éxito mundial en el 68, y dio título a su primera película de la mano de Mario Camus.

Mi gran noche, muy cantada y aplaudida. Te estoy queriendo tanto, otro de sus éxitos, fue cantado mas lento con solo piano acústico. Una canción de 59 años.

Provocación balada suave, coreada, otra de las grandes canciones su repertorio, perteneciente al long play Enamorado de la vida de 1983.

Frente a frente. Entonces lenta, Desde aquel día, del álbum Canta (1966). Siguió con Volveré a nacer del disco de igual nombre del año 1973. Vida loca de Francisco Céspedes. No puedo arrancarte de mí (del álbum Enamorado de la vida, 1983). Ovación de pie.

Cantó uno de sus hiper éxitos: Yo sigo siendo aquel, para entonces proponer Qué tal te va sin mí (En carne viva, 1981), mientras Amor mío, fue muy aplaudido.

Cierro mis ojos, vino con gritos incluidos desde el público. Faltaba vino por ahí, sobraban adolescencias y juventudes ya idas. En Nostalgia, cantó a piano solo; Se nos rompió el amor, Adoro y Cuando tú no estás.

En formato de trío la Llorona que Chavela Vargas inmortalizó. Y que él convirtió la noche del martes en un momento inolvidable, de erizar la piel. Igual formato para Que nadie sepa mi sufrir.

Veinticinco canciones después, Estar enamorado, vuelve a subir el ritmo de balada. En el crescendo logra pasar las barreras y que el coro lo acompañe y la ovación brote.

En carne viva, el drum en marcha grave in crescendo. Y cuando dijo “haz amigo el favor de llevarme muy lejos de aquí”, el tempo se hizo mas piano. Diálogo de letra. Un fragmento él y otro el público. La melodía heróica. Y el final apoteósico y la ovación de pie garantizada.

Ya se acerca el final. Resistiré, de Manuel de la Calva. Primera salida de escena. Falso final. Volvió con Qué sabe nadie. Una clase de interpretación. Muy aplaudida.

Escándalo y final de finales con Como yo te amo.

Raphael hará el concierto nuevamente este miércoles.

Pero antes, con el pie en el estribo de la jepeeta preguntará de nuevo: “¿Te gustó?”.

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