Lima.- El izquierdista Pedro Castillo fue proclamado este lunes presidente electo de Perú, mes y medio después de los comicios que ganó a la derechista Keiko Fujimori, quien retrasó su nombramiento con más de un millar de impugnaciones en las que denuncia sin pruebas fehacientes un supuesto “fraude”.
Después de declarar infundados los últimos recursos legales presentados por Fujimori, el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) refrendó los resultados de la votación del 6 de junio, donde Castillo obtuvo el 50,12 % de los votos válidos, un estrecho triunfo por apenas 44.263 votos de ventaja sobre Fujimori.
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Pedro Castillo
Pedro Castillo, un profesor de una humilde escuela rural de los Andes, nacido en una de las regiones más pobres de Perú, será el primer presidente de la historia del país que alcanza el poder sin pertenecer a sus élites, nerviosas e inquietas al ver a alguien “extraño” a ellas en la cúspide del Estado.
A estos grupos de poder se les hace extremadamente difícil asumir la llegada al sillón presidencial de Castillo, cuya proclamación oficial se ha dado un mes y medio después de las elecciones, tras los frustrados intentos de la derechista Keiko Fujimori, candidata de las élites, por cambiar los resultados.
Todo sucede casualmente cuando se conmemoran los 200 años de la independencia de Perú, donde la victoria electoral del inesperado nuevo presidente ha sacudido los pilares de una sociedad profundamente conservadora y ha puesto los pelos de punta a la clase alta limeña, acostumbrada a gobernar el país.
Es en estos círculos donde Castillo ha hecho saltar las costuras del clasismo y el racismo, más incluso que cuando fueron electos los expresidentes Alejandro Toledo (2001-2006), que tenía estudios universitarios en Estados Unidos, y Ollanta Humala (2011-2016), capitán del Ejército y agregado militar en Corea del Sur y Francia.
A diferencia de ellos, “el profesor”, como le llama su círculo cercano, ha sido un simple y llano maestro de una de las tantas escuelas rurales donde los niños caminan varias horas para llegar a clase y la anemia y la desnutrición están muy presentes, lo que dificulta en gran medida el aprendizaje.
MAESTRO CON “PALABRA”
En el pequeño caserío norteño de Chugur, de donde proviene Castillo, asuntos que tanto preocupan a las élites limeñas como la cotización del dólar o el desempeño de la bolsa de valores son irrelevantes para sus vecinos, más interesados en que llueva para tener una buena cosecha o en que no se enfermen sus animales.
Consciente de que esa realidad es la misma para millones de peruanos de otras zonas, Castillo siempre culmina sus discursos con la frase “palabra de maestro”, a sabiendas de la gran valoración que los sectores humildes tienen por los educadores como forma de acceso al conocimiento y salir de la pobreza.
Antes de las elecciones solo se le recordaba en Lima por liderar en 2017 una huelga del magisterio peruano que mantuvo paralizada la enseñanza pública por más de tres meses, en una protesta donde logró encabezar una facción del sindicato integrada también por algunos presuntos miembros del brazo político de Sendero Luminoso.
Cuando a inicios de 2021 aceptó ser el candidato presidencial del partido marxista Perú Libre, por invitación de su líder y fundador Vladimir Cerrón, quien estaba impedido de postular por una condena por corrupción, Castillo difícilmente podría imaginarse que acabaría siendo el ganador de una contienda que tuvo a 18 postulantes.
TRIUNFO POR LA MÍNIMA
En primera vuelta fue el más votado, y en la segunda le tocó un feroz cara a cara con Keiko Fujimori, a la que derrotó por apenas 44.263 votos gracias al antifujimorismo acérrimo de muchos peruanos, que evitó por tercera vez consecutiva que la hija y heredera política Alberto Fujimori (1990-2000) alcanzara la Presidencia.
Pese a su improvisada candidatura, Castillo salió triunfador de una polarizada y fratricida batalla electoral, en la que fue objeto de una campaña de miedo lanzada por grupos de poder que, aliados con Fujimori, lo tildaron de “chavista”, “comunista” y “terrorista”.
“No somos chavistas, no somos comunistas, no somos terroristas. No le vamos a quitar las propiedades a nadie. Es totalmente falso lo que se ha dicho anteriormente. Somos democráticos”, repite Castillo, quien en primera vuelta hizo polémicas propuestas como prescindir del Tribunal Constitucional o de la Defensoría del Pueblo.
Castillo afirma que si algo lo motiva es su ambición de eliminar las enormes desigualdades históricas que hay en su país, y para lograrlo intenta dar muestras de ser más pragmático que ideológico.
“¿De qué sirve la derecha o la izquierda cuando el pueblo pasa hambre?”, se preguntó en una conversación virtual que sostuvo con el expresidente de Uruguay José Mujica.
NUEVA CONSTITUCIÓN, SU GRAN META
Lo que mantiene en pie, y considera innegociable, es la propuesta de convocar a una Asamblea Constituyente para redactar una nueva Constitución que permita la nacionalización de los recursos naturales, algo que escama al empresariado peruano.
Desde que ganó las elecciones aún no ha concedido ninguna entrevista ni conferencia de prensa con preguntas, esquivo a ser interpelado por periodistas.
Con mucho orgullo, siempre luce su sombrero de ala ancha, tradicional de los campesinos chotanos de la región de Cajamarca, y durante la campaña tampoco soltó el lápiz gigante que hacía alusión a su profesión y al logotipo del partido Perú Libre.
La incógnita ahora es si “el profesor” Castillo podrá llevar por el buen rumbo a Perú cuando asuma sus riendas este 28 de julio, pues carece de experiencia previa en gestión pública.
La duda se agiganta ante la crisis sanitaria y económica que afecta a Perú, cuya economía cayó 11,8 % en 2020 y desde el inicio de la pandemia ha tenido casi 200.000 fallecidos por covid-19, una cifra que lo convirtió en el país con la tasa de mortalidad más alta del mundo por coronavirus. EFE