Por casi un año, fue el epicentro global de la pandemia.
Las cifras de muertos y nuevos casos de coronavirus en Estados Unidos, como aún pasa en la mayoría de países de América Latina, se acumulaban en saldos lamentables que cada día sumaban nuevos récords.
La realidad allí, sin embargo, es ahora completamente distinta.
Durante los últimos meses, las elevadas dosis de vacunación se han traducido en una disminución notables de contagios y decesos.
Y en consecuencia, por primera vez en más de un año, en casi todo el país han dejado de exigir el uso de mascarillas, se realizan fiestas y conciertos, los restaurantes y aviones están llenos y las salas de covid de los hospitales comienzan a vaciarse o cerrarse.
Craig Spencer, médico de emergencia y experto en salud global del Columbia Medical Center en Nueva York
Soy médico de una sala de emergencias en la ciudad de Nueva York y no he visto a un paciente con covid-19 en más de un mes. No recuerdo cuándo fue la última vez que se me murió un paciente de coronavirus en uno de mis turnos.
Se siente muy bien cuando mi trabajo vuelve a ser lo que era.
Antes de que tuviéramos el primer caso de coronavirus en marzo de 2020 pensábamos que sabíamos qué venía. Habíamos visto lo que estaba pasando en China, lo que estaba pasando en Italia… Y tratamos de prepararnos.
Ahora que miro en perspectiva, no había forma realmente de prepararse para lo que golpearía nuestra sala de emergencia, primero aquí, en Nueva York, y luego por todo el país.
El 1 de marzo de 2020 recuerdo que había solo un caso y una semana después, casi todos los casos que llegaban eran de coronavirus.
Todavía no teníamos suficientes pruebas para hacer y teníamos esa masa enorme e increíble de pacientes que llegaban minuto a minuto, hora tras hora.
En la mayoría de los casos, en una sala de emergencias, es generalmente raro que alguien se te muera. La mayoría de los días en mi trabajo no tenía que encender un respirador y entubar a un paciente.
Pero durante el coronavirus pasaba cada vez que iba a trabajar. Tenía cinco o seis persona por turnos que morían en la sala de emergencia y no tenías tiempo para procesar porque llegaban tantos pacientes graves que no te podías detener.
Trabajamos para salvar vidas, hacíamos todo lo que podíamos, pero durante aquellas semanas en Nueva York, eran tantos los casos y tal la gravedad de los pacientes que muchas veces nuestros esfuerzos eran en vano.
Para nosotros era muy agotador, tanto física como mentalmente. Y fue así por turnos y turnos durante semanas y semanas. A veces caminaba al trabajo y sentía que caminaba hacia el apocalipsis.
Ahora todo cambió.
Los casos que llegan a la sala de emergencia son más el tipo de cosas que solíamos ver: torceduras de tobillo, derrames cerebrales, infartos cardiacos…
Sé que este no es final del covid, de eso no queda duda. Tendremos más casos y muertes. Hay nuevas cepas… pero nada de lo que vimos el año pasado volverá a ocurrir.
Ahora conocemos mejor la enfermedad, estamos mejor preparados y tenemos las vacunas. Yo también estoy vacunado, por lo que el riesgo para mí es también menor.
¿Que si mi trabajo ahora es más aburrido? Diría que ha vuelto a ser normal, como era antes.
Y eso está bien. Es a lo que estamos acostumbrados. Así es como me gusta.
Yuan-Qing Yu, violinista de la Orquesta Sinfónica de Chicago y profesora de música de la Northwestern University
Mi nombre es Yuan-Qing Yu. Soy violinista y profesora y mi primer concierto después del coronavirus fue la pasada semana: habían pasado 460 días desde la última vez que había tocado para una audiencia en vivo.
Todavía recuerdo cuando comenzó el confinamiento.
Teníamos un concierto programado para esa noche con un gran programa en la Sinfónica de Chicago. Iba saliendo de la casa cuando un colega me llama y me dice que el concierto había sido cancelado.
Desde entonces mi vida quedó en una pausa, todo lo que hacía, los teatros a los que iba, los eventos en los que participaba, fueron cancelados.
También tuve que sufrir el proceso de pasar a dar clases por internet, de tratar de buscar formas de mantener a mis alumnos pegados a una pantalla.
No fue nada fácil. Pasé varias semanas para ajustarme mentalmente.
Leandro Parreira, sobrecargo para una aerolínea de EE.UU.
Desde hace 11 años comencé a trabajar como comisario de vuelo en mi país, Brasil, y desde hace tres hice realidad mi sueño de unirme a una de las grandes aerolíneas de EE.UU.
Era una oportunidad tremenda de conocer nuevos lugares, nuevas personas, nuevas culturas, practicar nuevos idiomas, estar cada día en un lugar diferente, con personas diferentes…
Poco más de un año después comenzó la pandemia.
Cuando trabajas en esta industria, sabes que hay una amenaza diaria y atemporal: desde un accidente aéreo a un ataque terrorista, alguna persona o grupo que traten de secuestrar tu avión… Pero nunca imaginas que algo tan pequeño como un virus podrá virar el mundo -y tu trabajo- al revés.