Yo no iba a las fiestas a bailar, sino a oír y a ver los músicos tocar. Luego, ya siendo músico era igual cuando tenía la oportunidad de alternar con otras orquestas y llegué a saberme de memoria todos los cortes de todos los combos.
Puedo decir que Johnny Ventura fue un músico que cantaba; porque él, antes que todo era un percusionista de alto nivel.
Tremendo güirero, le vi tocar muchas veces el timbal y las congas y los cencerros. Por ello esa manera rítmica de cantar a la que nunca lograron llegar los cantantes del merengue fusilado de las baladas; ese larrrgo en las frases.
Yo le llegué a imitar, como muchos percusionistas lo hicieron, y me convertí en cantante detrás de mi tambora, las congas, el bongo, las maracas o mi batería.
También creo que encasillar a Ventura como “merenguero”, es un error; él era buenísimo en el bolero, las guarachas, son montuno, guaguancó, marantinee, bobine, bowgaloo, biombo y mangulina, y hasta en la rumba cubana.
Busquen por ahí a Johnny cantando una rumba que habla de las hermanas que se casaron y notarán que lo hace a la altura de los cubanos, y así la baila también.
Algo que hay que resaltar es que este genio componía y arreglaba; se puso a estudiar piano y armonía y sabía leer música cuando eso era raro en la mayoría de los percusionistas.
Por todo ello, por ser primero músico y después cantante es que sus orquestas tenían esa tremenda carga rítmica que siempre fue su sello.
Lo digo porque soy testigo de excepción de la mayor parte de su carrera y porque abrí los oídos a la música, desde el radio de pilas de mi casa, allá en los Cerros de Gurabo, en mi amado pueblo de Santiago, que fue el primer pueblo que le dijo sí.
Dondequiera que iba el Combo Show, allí estábamos por miles; más gente afuera del baile, que dentro; porque no todos podíamos pagar. Me confieso: fui fisgón de fuste; sabía cruzar alambradas y saltar tapias.
Dinavit Honoré
Músico