El médico que atiende al presidente, Sean P. Conley, compareció en rueda de prensa a la entrada del Hospital Militar Walter Reed de Bethesda (Maryland), donde lleva ingresado desde el viernes por coronavirus, y afirmó que el mandatario está evolucionando favorablemente, pero dejó más preguntas que respuestas.
Según Conley, Trump no ha tenido fiebre desde el viernes por la mañana y no ha sufrido dificultades para respirar. Tampoco requiere oxígeno complementario, pero evitó en varias ocasiones responder si sí lo había necesitado en algún momento. También creó confusión al afirmar que el diagnóstico llevaba 72 horas, ya que el positivo del mandatario fue hecho público la madrugada del jueves al viernes.
El doctor señaló que estaban “extremadamente felices” por el avance de su estado y eran “prudentemente optimistas”. Acto seguido, una fuente cercana a la Casa Blanca dio una versión completamente distinta: bajo condición de anonimato, dijo a la prensa que las últimas 24 horas habían sido preocupantes y que las próximas 48 resultaban críticas. Otra fuente citada por Associated Press, señaló que Trump sí había recibido oxígeno el viernes antes de su traslado al hospital.
La habitual sensación de caos que esta Administración suele crear se ha traslado también a un asunto tan sensible como la enfermedad del presidente. El viernes por la mañana, antes del traslado al centro médico, la Casa Blanca informó de que Trump presentaba síntomas leves, que se sentía “fatigado”, pero de buen ánimo. Por la tarde, y tras haber sido tratado con un cóctel de anticuerpos de la farmacéutica Regeneron, se desplazó al hospital por “precaución” para pasar “unos días”.
Cerca de la media noche, un nuevo comunicado del médico señaló que el mandatario no requería oxígeno suplementario pero, en consulta con otros especialistas, habían decidido iniciar la terapia de Remdesivir, el único fármaco para tratar la covid-19 aprobado por las instituciones competentes estadounidenses y europeas.
El presidente salió de la residencia oficial sobre las 18.30 (hora de Washington) por su propio pie, vestido con traje y corbata, saludó a la prensa con un pulgar hacia arriba y se subió al helicóptero Marine One, que le trasladó al centro médico. Con 74 años de edad, el magnate neoyorquino se encuentra en el grupo de riesgo por la covid-19, y su peso, 110 kilos, incrementa su vulnerabilidad al virus.
Al poco de llegar al hospital, la cuenta de Twitter del presidente publicó un breve mensaje suyo, grabado en vídeo desde la Casa Blanca, en el que tranquiliza sobre su estado de salud. “Quiero dar a las gracias a todo el mundo por el increíble apoyo. Voy al hospital Walter Reed. Creo que voy muy bien, pero vamos a asegurarnos de que las cosas se solucionen. La primera dama va muy bien. Muchas gracias, nunca lo olvidaré”, afirma. Trump se ha instalado en una suite dotada de oficina y residencia, y seguirá trabajando desde allí. Sobre las 23.30 de Washington, el presidente escribió otro tuit en el que decía: “¡Creo que voy bien! Gracias a todos. ¡Os quiero!”.
Mientras, la lista de personas cercanas a Trump que han resultado contagiadas no deja de crecer. Kellyanne Conway y el actual jefe de campaña de Donald Trump, Bill Stepien, anunciaron su resultado positivo el viernes por la noche. La infección comunicada por el mandatario encendió las alarmas en su entorno. El caso de Hope Hicks, otra estrecha consejera, se había conocido horas antes que el de Trump. Desde entonces, dos senadores republicanos; la presidenta del Comité Nacional Republicano, Ronna McDaniel; el presidente de la Universidad de Nôtre Dame, John Jenkins; Conway y Stepien han informado de su contagio. Varios asistieron el pasado sábado al acto de nominación como nueva juez del Supremo de Amy Coney Barrett en la Casa Blanca. Este sábado, un tercer senador republicano, Ron Johnson, comunicó su infección.