La ciencia detrás de la envidia: por qué es tan poderosa y cómo podemos evitarla

Si te molesta que promocionen o le suban el sueldo a una compañera de trabajo, si sufrís porque a un colega le dan un premio o le aceptan un importante proyecto, si no te gusta que los hijos de tus parientes saquen buenas notas, o que tu amiga vaya siempre elegantemente vestida, si te inquieta que tu compañero tenga una pareja guapa y atractiva, si te quita el sueño que el equipo de fútbol de tu vecino gane un campeonato, o que su partido político, el de él, gane las elecciones, si te ocurre todo o alguna de esas y otras parecidas cosas, es muy posible que lo que tengas sea envidia, envidia pura y dura.

Pero la envidia no es desear lo que tienen los demás, cosa bastante natural, sobre todo cuando uno tiene poco. Lo que más y mejor caracteriza a la verdadera envidia es el deseo de que el otro, el envidiado, no tenga lo que tiene, de que no sea verdad que lo tenga, de que no sea cierto su éxito o no sea tanta como parece su riqueza material. La envidia benigna, la que solemos considerar sana, al igual que la admiración, puede motivar a mejorar uno mismo, pero la envidia maligna se relaciona con la deshonestidad y con la conducta inmoral, y a lo que tiende siempre es a derrotar y a hacer caer al envidiado.

En diálogo con The Harvard Gazette, la psicóloga de la Escuela Kennedy, Jennifer Lerner, ahondó sobre el sentimiento de envidia entre los amigos: de dónde viene, por qué es tan poderosa, cómo podemos evitarla. La pregunta se inspiró en una famosa broma del escritor, ensayista, guionista y periodista estadounidense, candidato al Premio Nobel de Literatura, Gore Vidal: “Siempre que un amigo tiene éxito, algo en mí muere”.

“La envidia es una emoción atemporal. Mucho antes de Gore Vidal, Aristóteles dijo: ‘Envidiamos a aquellos cuyas adquisiciones y esfuerzos exitosos nos son un reproche’. La cita de Vidal deja claro cómo la envidia roba momentos potenciales de alegría. La envidia puede comerte vivo. Se caracteriza en la literatura científica como un estado muy desagradable de inferioridad, hostilidad y resentimiento, razón por la cual a veces desencadena su prima emoción schadenfreude: deleitarse con la caída de otro”, explicó Lerner.

La envidia pasa por una manera de pensar vinculada a la competitividad, la idea de que la vida es una competición y de que nuestra felicidad depende de superar a los demás en algo. Esta mentalidad nos lleva a estar comparándonos con los demás y a valorar más el hecho de quedar por encima de alguien en algo que el verdadero significado de ser bueno en algo o de tener acceso a un bien independientemente de lo que hagan los demás.

Todo eso es capaz de introducirnos en una dinámica de pensamiento que nos esclaviza, porque el esfuerzo que hemos invertido en superar a alguien en algo nos lleva a sentirnos mal ante otras personas a las que vemos varios pasos por delante de nosotros. Dicho en otras palabras, siempre nos sentiremos frustrados porque nuestros progresos solo serán significativos al valorarlos a la luz de la gente a la que superamos, y parecerán en vano al compararnos con quienes aún tienen más y mejor que nosotros.

Para dejar de lado esta obsesión por la competitividad, los especialistas recomiendan repasar mentalmente cuáles son aquellos pensamientos vinculados a la envidia que nos hacen sentir mal y reconocer una manera alternativa de interpretar lo que está pasando, una que no se fundamente en la comparación.

“Como un dispositivo de motivación, y uno que cortocircuita la envidia como subproducto, tengo el hábito de recordar mis circunstancias pasadas y compararlas con mi presente. Como estudiante de segundo año en la escuela secundaria, me diagnosticaron una enfermedad crónica de por vida, a veces grave, lupus eritematoso sistémico. Ha habido muchos días, semanas y meses en los que tenía que concentrarme en simplemente levantarme de la cama o salir del hospital. Cuando pienso en esos momentos, haciendo lo que los psicólogos sociales llamamos ‘comparación social descendente con mi yo anterior’, por lo general estoy lleno de gratitud por poder trabajar. Encuentro que esto conduce mucho más a la felicidad y la productividad que si me comparara con otra persona”, reconoció la experta.

FUENTE: INFOBAE

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